“Soy una mujer, Mary. Puedo ser tan contradictoria como quiera”. Esta quizá sea una de las frases más simples y más complejas del magnífico repertorio pronunciado por Lady Violet Crawley durante las seis temporadas que se extendió la premiada Downtown Abbey (2010-2015). Maggie Smith tenía 75 años cuando aceptó el rol de la matriarca en este drama histórico, centrado en una familia de la nobleza británica a comienzos del siglo XX. Una edad en la que actores y actrices empiezan a contemplar el retiro o se embarcan en proyectos menos demandantes. Ella se llevó tres premios Emmy en el camino, y siguió trabajando casi hasta el final de sus días.
El suyo fue un destino sostenido en el talento y la confianza en sí misma. De niña su madre le dijo que nunca lograría ser actriz con una “cara como la suya”; Maggie, por supuesto, supo darle la vuelta. Hija de una secretaria y un patólogo, Smith creció en el modesto distrito de Ilford con una infancia ajena a las artes. Su espíritu inquieto, curioso por descubrir y aprender, la llevó a dejar el colegio a los 16 años para matricularse en la Oxford Playhouse School, escuela de actuación que le permitió hacer su debut teatral. A partir de ahí, jamás dejó de actuar.
Mucho antes de llegar a Hollywood, Maggie Smith se dedicó a conquistar los teatros del West End londinense durante buena parte de la década del 50. Poco después dio el salto al Royal National Theatre, institución donde trabajó en incontables piezas de teatro clásico. Fue precisamente con el rol de Desdémona, en Otelo, que su nombre saltó a la fama internacional. De ahí que la contrataran para interpretar al mismo personaje en la versión cinematográfica de la obra, en 1965. Un papel que le brindó la primera de seis nominaciones al Oscar y que supuso su consolidación como actriz de cine.
La pantalla, chica o grande, no le fue ajena en este período. Al trabajo sobre las tablas le sumó casi desde el comienzo apariciones televisivas (su rostro apareció por primera vez en 1955 en la BBC Sunday Night Theatre) y roles en cintas menores, hasta la llegada de Otelo, que supuso su entrada a Hollywood. Pero Maggie era muy británica para establecerse definitivamente en Los Ángeles, al estilo de otras figuras contemporáneas a ella, como Joan Collins. Así que decidió manejar su carrera como un puente que siempre estuvo tendido entre sus dos pasiones: la industria fílmica, y su trabajo teatral. En el camino ganó dos premios Oscar (en 1969 por la cinta ‘Los mejores años de Miss Brodei’, y en 1979 por ‘California Suite’) tuvo dos matrimonios y dos hijos. Como diría Violet Crawley, las mujeres pueden ser tan contradictorias como quieran.
El efecto Potter
No sería válido hablar de la carrera de Maggie Smith enfocados únicamente en la saga de Harry Potter, pero sería injusto no destacar su personaje como la fascinante Minerva McGonagall, un papel que fue clave en la trama desde el comienzo, y que la actriz británica asumió a los 67 años. “Harry Potter es mi pensión”, bromeó alguna vez Smith sobre su trabajo en las ocho películas de la marca. Los fans no se lo tomaron bien del todo, pero –fiel a su estilo sarcástico- Maggie se salió con la suya.
“Estoy profundamente agradecida por el trabajo en Potter y por supuesto en Downton, pero no fue lo que llamarías satisfactorio. Realmente no sentí que estaba actuando en esas cosas (…) Tenía muchas ganas de volver al escenario porque el teatro es básicamente mi medio favorito”, dijo en una entrevista al medio británico Evening Standard en 2019.
Su amor por las tablas no impidió, claro está, que la actriz filmase más de cincuenta películas. Entre ellas, algunos de los éxitos más importantes de Hollywood en la década del noventa como Hook (1991), Sister Act 1 y 2 (1992 y 1993), El jardín secreto (1993) y El club de la divorciadas (1996). Ahí hay que añadir las películas de “El exótico hotel Marigold” (2011 y 2015) y su rol en la cinta independiente “Lady in the Van” (2015), ambas realizadas mientras grabó las entregas de Harry Potter, las temporadas de Downtown Abbey y muchas otras producciones europeas.
El año pasado, todavía en plena actividad, Smith de 88 años protagonizó la campaña primavera-verano de la marca de lujo Loewe. Convertida en musa de la moda, Smith aparece en las fotos publicitarias sin maquillaje ni retoque, luciendo bolsos, abrigos y otras piezas de la firma de origen español. Un hito que pocas veces se logra en dicha industria. En perspectiva, era poco lo que Maggie Smith no logró conseguir: la reina Isabel II la invistió Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico en 1990, y en 2014 la incluyó en la Orden de los Compañeros de Honor. A sus dos Óscars y cuatro Emmys, hay que sumarle los 5 BAFTAS que se llevó a lo largo de su carrera, tres Globos de Oro y dos premios del Sindicato de Actores (SAG).
Su salud, comprometida por episodios previos como la enfermedad de Graves-Basedow que le fue diagnosticada en 1988 (la cual la mantuvo aislada durante un año, con tratamientos de radioterapia y cirugía en los ojos), o el cáncer de mama que tuvo en 2008 y que logró superar con éxito, finalmente cedió ante el peso de los años. Maggie Smith se despidió en calma la mañana del viernes 27 de setiembre de 2024, “pacíficamente en el hospital, rodeada de sus amigos y familia”, tal y como dice el comunicado. El logro más grande de todos es, quizá, irse de este mundo en paz.