Los escritores Karina de la Vega y Armando Alzamora, responsables de “Hermonos”, el último lanzamiento de Colmena Editores. (Foto: Machi Molina)
Los escritores Karina de la Vega y Armando Alzamora, responsables de “Hermonos”, el último lanzamiento de Colmena Editores. (Foto: Machi Molina)
Czar Gutiérrez

De los monos filosóficos de Aristóteles a los macacos voladores del país de Oz. Del chimpancé astronauta de “El planeta de los simios” a los mitos simiescos en sánscrito del Ramayana o las reencarnaciones de Buda antes de nacer como Siddharta. Hay monos en las aventuras de Simbad el marino y en los viajes de Gulliver. Simios literarios de diferentes tamaños, colores, grados de virtud y ferocidad en el imaginario de Kafka, Kipling, Lugones, Hesse y Poe. “Un mono de la más rara habilidad que se vio entre monos, ni se imaginó entre hombres; porque si le preguntan algo, está atento a lo que le preguntan y luego salta sobre los hombros de su amo, y, llegándosele al oído, le dice la respuesta de lo que le preguntan”: ese es el mico adivino de maese Pedro, según Cervantes.

Lo cierto es que la literatura siempre se ha encargado de adelgazar la distancia genética que separa al simio del humano. He allí a Edgar Rice Burroughs imaginando al prodigioso Tarzán de los monos y a Edgar Wallace configurando a King Kong, el descomunal enamorado que protagonizará la más trágica e imposible de las pasiones. “Mis principales referentes para este libro fueron los ‘Cuentos de la selva’ de Horacio Quiroga, ‘El libro de la selva’ de Rudyard Kipling y las leyendas de nuestra selva peruana. Pero ‘Hermonos’ también hace referencia a la batalla del mono y el tigre con guiños a la leyenda del Paucar”, dice Karina de la Vega, narradora oral escénica e investigadora de la tradición oral peruana.

En realidad, se trata de una historia escrita al alimón con Armando Alzamora, profesor universitario que hizo un paréntesis en sus lecturas de narrativa experimental para crear una historia infantil con macacos: antes de salir de viaje, Papá Mono prepara a sus dos hijos para enfrentar los peligros de la selva en una trama que bebe de lo cotidiano porque en la amazonía es el padre quien sale de casa en busca de la mitaya. El relato está sazonado, además, con algunos saberes ancestrales que alimentan la aventura, el humor y la transformación de los personajes. “Es una metáfora del crecimiento, de cómo ser astutos para vencer los obstáculos y sobrevivir en un mundo hostil”, dice la autora.


Entre álbum y cómic


¿Para hacer literatura infantil hay que pensar como niños, preservar el asombro? ¿Convertir el libro en un juguete escrito, digamos? “Tu pregunta es interesante. En primer lugar, porque no sé si es posible que nosotros los adultos volvamos a pensar como niños. Sospecho que algo de nuestro yo de niños sobrevive, pero también siento que poco a poco nos vamos distanciando. A lo mejor la literatura es una forma de resistir a los rigores del mundo adulto. En segundo lugar, creo que la relación entre la literatura y el juego es inminente. Y esta es una característica que no se encasilla solo en lo que llamamos literatura infantil. En tal sentido, aunque escribir para niños presenta ciertas peculiaridades, en esencia no se diferencia de cualquier otro género”, contesta Alzamora.

Y complementa: “Yo apuesto más bien por la imaginación. Ese es un gran potencial que se debe explotar. La diversión, la esperanza y el aprendizaje son aspectos que, de estar presentes, no deberían ser explícitos, porque se podría caer en una literatura estrictamente moral o, peor aún, en el mero divertimento. En cambio, si todo esto aparece supeditado al fabuloso imaginario de los niños, creo que el resto de objetivos o propósitos llegan por añadidura. Pero insisto en que son elementos que se añaden a una intención que podríamos definir como estética. En otras palabras, no hay razón para tratar la literatura infantil como si fuera un manual de normas de convivencia o un texto estrictamente educativo. Es, antes que nada, una obra de ficción”.

Todo ese componente lúdico parece sintonizar con el sello editorial que los acoge —la Entidad Patafísica para la Publicación de Textos Urgentes y Emergentes Colmena Editores E. I. R.L.—, que ya ha editado 30 títulos de distintos géneros, como “Anarquía” de González Prada o “Cartas a Mina Loy” de Arthur Cravan. Y en lo infantil, “El juguete que faltaba” de Ana Delia Mejía. “Actualmente hemos iniciado el trabajo de ‘Kupi y el oso hormiguero’ de Elizabeth Villanueva, una historia ambientada en la selva peruana donde la valentía de una pequeña hormiga aventurera se pondrá a prueba. El siguiente proyecto en lista es el ‘Último viaje’ de Giovanna Guzmán, texto que nos hablará sobre la forma en que los niños enfrentan la muerte de un ser querido”, señalan.

Mientras tanto, prefieren concentrarse en la andadura de sus “Hermonos”, un relato enriquecido en su trasvase a la ilustración. “Fue magnífica la forma cómo la ilustradora Pamela Monzón humaniza a los protagonistas. Resultó un libro ilustrado con lenguaje de álbum y códigos del cómic. Los sonidos onomatopéyicos y las viñetas le dan una dinámica fluida a la historia. Su perspectiva fue más allá de lo que nosotros pudimos prever. Aportó nuevos elementos que enriquecieron el universo en un género que requiere de una absoluta precisión. Desterramos cualquier creencia de que escribir para niños sea una tarea sencilla”, concluyen.


Título: “Hermonos”.

Editorial: Colmena Editores.

Año: 2021.

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