Arturo Corcuera, el destacado poeta trujillano que falleció el último lunes. (Foto: El Comercio)
Arturo Corcuera, el destacado poeta trujillano que falleció el último lunes. (Foto: El Comercio)
Enrique Planas

Esperarán en vano por él sus objetos: el cofre de la sala, el reloj cucú, la aún práctica máquina de escribir, el mapamundi sobre la mesa, las figuras de cerámica cocidas por su hija Rosamar, los afiches de las películas de su hijo Javier. Quien haya visitado la casa del poeta recuerda aquel barroco equilibrio, el refugio de un escritor cuyos recuerdos no dejaban un centímetro libre en las paredes. Muchos de ellos, incluso, fueron convertidos en personajes de sus poemas. “Tú convives con ellos y te van diciendo cosas”, me dijo el poeta hace mucho tiempo, en una de esas visitas a Santa Inés, la calle de Chaclacayo donde vivió. 

Todo gran poeta es, a su manera, un coleccionista. A Corcuera le estimulaban para escribir los colores, las formas, la memoria de los objetos. Todo ello animaba la fabulación del escritor nacido en 1935 en el Puerto de Salaverry, en Trujillo. En una entrevista le pregunté si se sentía el poeta más cachivachero de la literatura peruana y soltó una carcajada inédita en un poeta acostumbrado más a la sonrisa suave. “Aunque no soy ningún fanático”, precisó entonces. “Eso sí, hago cualquier sacrificio, soporto toda incomodidad para traer a Lima algo que me guste; no importa el tamaño. Igual le pasaba a Neruda”, recordaba el autor citando al Nobel chileno y coleccionista extremo. 

Corcuera será recordado siempre por su poemario "Noé delirante", publicado en 1963 en los talleres de la editorial La Rama Florida, de Javier Sologuren. En ese libro, el poeta se asume como timonel del arca bíblica y, como el Noé de las visiones divinas, rescata faunas imaginarias, memorias, tradiciones y sueños. Criaturas que un hombre criado en un puerto norteño no olvida: pájaros marinos, caracoles, peces de aguas cálidas. Años después, cuando su padre fue enviado a Huaraz como vocal de la Corte de Justicia, aquella colección se enriquecería con el descubrimiento de la fauna andina: pájaros del monte, grillos, mariposas, hasta el modesto ciempiés. A pesar de su aparente ingenuidad, que ha llegado a encasillarlo como un libro "para niños", “Noé delirante” es un libro sumamente complejo por la riqueza de sus metáforas, la profundidad de la reflexión y su humor lúdico. Corcuera, a lo largo de 50 años, siempre escribió, reescribió y amplió en diferentes ediciones su poemario fundamental. 

—Premiar a Noé— 

Daniel Arturo Corcuera Osores falleció a los 81 años el lunes por la madrugada, tras pasar varios días internado en una unidad de cuidados intensivos. Cientos fueron a despedirse de él en la Casona de San Marcos, donde se realizaron los funerales a partir del mediodía. 

Ya estaba débil cuando asistió, el pasado 26 de julio, a la Feria del Libro para recibir el Premio FIL LIMA Literatura 2017 por su extraordinaria trayectoria. "Los premios proporcionan siempre alegrías aunque existen siempre detractores", diría entonces con voz frágil en su conmovedor discurso. "El poeta Juan Ríos, en la década del cincuenta, ganaba todos los premios de teatro y poesía. Y solía responder a quienes lo criticaban: 'ganar un premio no es prueba de talento, pero no ganarlo tampoco'. A mí me divierten, porque sirven, además, para que el policía te perdone la papeleta al recordar que ha leído un poema de un tal Corcuera cuando era escolar", recordaba con humor. 

"La poesía demanda trabajar como un condenado. Como un artesano y un centinela a la vez. Todo el día y la noche. Durante el sueño y la vigilia. A la poesía hay que dedicarle tiempo completo, si no, se va con otro. Así son las musas de veleidosas", afirmó entonces. Fue el último homenaje que recibió en vida. 

Otros reconocimientos que acumuló el poeta trujillano fueron el Premio Nacional de Poesía en 1963, el Premio Internacional de Poesía Atlántida 2002 (España), el Premio Internazionale di Trieste di Poesia 2003 (Italia) y el Premio Casa de las Américas 2006 (Cuba) por el que sería su último poemario "A bordo del arca". Justamente, en este libro Corcuera cerró el ciclo dedicado al Noé bíblico, quien fabula con los objetos que en el camino ha encontrado y recogido a lo largo de los años. Último ejercicio de un coleccionista vital que espera emprender la última travesía.

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