La batalla contra los fantasmas del gulag [CRÍTICA LITERARIA]
La batalla contra los fantasmas del gulag [CRÍTICA LITERARIA]

Hay algo de pavoroso y alucinatorio en las tiranías, no importa a qué espectro ideológico pertenezcan ni quién sea el sátrapa de turno que ordena o permite ejecuciones, vejaciones y masacres. En ese sentido, izquierdas y derechas se dan la mano en franca hermandad criminal: todos los sistemas políticos basados en el control férreo sobre los ciudadanos o en el culto irracional por algún demente mesiánico engendran una cuota de locura o farsa colectiva que, al fin y al cabo, permite la supervivencia bajo férulas.

Historia y perestroika. La revisión de la historia soviética en tiempos de Gorbachov (1987-1991)”, del investigador Gabriel García Higueras (Lima, 1966), es un fascinante recorrido por casi siete décadas en la vida de Rusia. Da cuenta, con apabullante criterio objetivo, de la perversión que significó el estalinismo para una sociedad donde ese sistema político vulneró la dignidad hasta niveles realmente propios de un filme de terror ‘gore’. Su correlato germánico, el nazismo, fue el otro modelo aniquilador de libertades. El enfrentamiento entre ambos colocaría a Europa al borde de su extinción, desde 1939 a 1945. Gracias a una profusa consulta de fuentes, García Higueras reconstruye el derrotero abierto con la muerte de Lenin (1924). El Estado se orientó a una vía de desarrollo industrial, técnico y científico sostenido que exigió, en paralelo, una cuota de muerte: la desaparición forzada de miles de disidentes o personas consideradas un peligro para la ‘moral revolucionaria’. Stalin no solo creó una bien aceitada maquinaria represiva, guiado por su paranoia, sino que inventó una manera de falsificar sus atrocidades gracias a la anuencia de historiadores sumisos que se arrodillaron ante él.

Pero lo más relevante del texto, dividido en cuatro secciones, es su atención por ese período de cambios dramáticos que implicara el declive de la Unión Soviética y el proceso emprendido por Mijail Gorbachov (1931) para salvar al país de un visible estancamiento económico desde 1985. Sin que pudieran preverse las plenas consecuencias, Gorbachov inició una campaña agresiva: ‘desestalinizar’ a la federación y denunciar los espantosos crímenes de quien, luego de la partida de Trotsky (el padre del Ejército Rojo) a México, se enseñoreara como líder, autoproclamándose heredero de una línea ortodoxa establecida por Lenin. Este último tampoco queda bien librado, pues se le atribuyen acciones deleznables –contra el sentir de aquellos nostálgicos que ven aún en estos personajes hombres inmaculados y víctimas de calumnias occidentales–. En su afán por controlar el pasado, el presente y el futuro, Stalin también excretó el mito de que el partido y solo aquel debía ser el eje de cualquier testimonio sobre la experiencia en el tiempo. 

Tanto los conceptos de perestroika (‘reformas’) y glasnost (‘transparencia informativa’) –que erizaron los cabellos a las cúpulas del viejo comunismo– fueron los motores del trajín revisionista, otra palabra que enardece a los termocéfalos de rancio pelaje. Con la durísima condena oficial a Stalin y el esclarecimiento de lo ocurrido entre 1917 y la década de 1950 –incluyendo diez millones de campesinos exterminados–, la verdad afloró. Se multiplicaron, comenta con rigor analítico GGH, las publicaciones especializadas en archivos desclasificados. El resto es parte de los momentos estelares: se rehabilitó a escritores y académicos a quienes ese régimen de espanto humillara. Es sabido que Stalin envió al paredón a un contingente de intelectuales y artistas acusados de delitos improbables. El estilo honesto, sobrio y mesurado del autor, que informa sin trampas tendenciosas o parcializadas, permite que el lector evalúe los hechos y establezca su apropiación de aquella era opuesta a una democracia auténtica o respetuosa del desacuerdo. Recomendable para actualizar la memoria y neutralizar demonios de la barbarie.

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