Constanza Gutiérrez (Castro, 1990 ) fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Ella ha publicado los libros “Incompetentes” ( 2014 ) y “Terriers” ( 2018 ).
Constanza Gutiérrez (Castro, 1990 ) fue finalista del Premio Iberoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Ella ha publicado los libros “Incompetentes” ( 2014 ) y “Terriers” ( 2018 ).

A Constanza Gutiérrez le bastaron dos libros para consolidarse como una de las voces jóvenes más interesantes de la literatura chilena. Estos fueron la novela corta “Incompetentes” (2014) y los cuentos de “Terriers” (2017). Ahora, la editorial local Pesopluma ha reunido ambas entregas en un solo volumen titulado “La educación básica”, que confirman su delicada mirada del mundo infantil y adolescente. “Creo que escribir sobre eso responde a mi gusto por las películas de John Hughes y Sofia Coppola”, señala Gutiérrez, quien pasó por Lima para participar en la feria La Independiente. Allí charlamos con ella.

— Algo muy presente en tus cuentos es la vida de provincias, imagino marcada porque vienes de Castro, en Chiloé. ¿De qué manera tu lugar de origen define tu escritura?
Creo que define mi manera de ver el mundo. Tiene que ver con un imaginario. Se me ocurrieron las historias sobre provincias porque crecí en provincia. Era lo que tenía cerca, lo que conocía bien para poder inventar otras cosas dentro de ese mundo. Castro está en una isla y eso ya es especial. Además está bien al sur de Chile. Allá la gente habla distinto, tiene otro acento, otras palabras. Hay muchas expresiones que tienen que ver con el clima o la mitología chilota, que es muy rica. Chiloé es una cultura aparte de Chile. Y le da a Chile mucho más de lo que Chile le entrega. Chile nunca le ha dado nada. Hasta hace unos años el único hospital que había era uno de campaña que había donado Kennedy para el terremoto del 60. Viví ahí hasta los 15 y luego me fui a Temuco, que está un poco más arriba, pero igual en el sur. y que se caracteriza porque es como el centro del conflicto mapuche, la Araucanía. En Chile le decimos la última frontera, porque es el lugar que los españoles no pudieron pasar. Es una ciudad extraña, oscura. Tiene particularidades como una especie de guerra entre los habitantes, divididos por la carretera: a un lado están los blancos o “ablancados”, y al otro lado los mapuches y los organismos públicos donde la gente solo va a trabajar

— Los niños y adolescentes son el otro gran tema de estos relatos. ¿No sientes que en pocos años la juventud ha cambiado radicalmente? ¿Te llegas a sentir identificada con la generación actual?
Sí, es difícil identificarse. Mis historias son de chicos que ahora están crecidos, gente que vivió en un mundo en el que yo crecí cuando niña. Entonces yo estoy como en el medio. En mi época había Internet, pero no en la calle. La conexión solo se realizaba en la casa. Es una sensación extraña. Y mi hermano mayor, que tiene siete años más que yo, me parece que viene de una generación en la que todos están medio perdidos. No fueron capaces de inventar un nuevo sistema de valores y se quedaron atrapados con cómo va avanzando el mundo ahora. Por eso digo que mi generación está como en la mitad. No entiendo a los niños chicos, que están en la calle bailando k-pop. Y no es que sea distinto, porque todos siempre estuvimos bailando algo. Pero las cosas a las que se enfrentan son muy distintas. Hoy a una chica hasta le pueden subir a internet un video de porno-venganza.

— Parece una frivolidad, pero han aparecido problemas muy graves para la juventud.
Claro. La universidad ya no vale lo que valía antes. Y hoy nadie puede comprar una casa. Mis papás llegaron a comprar una casa de clase media cuando tenía 23 años. Yo tengo 29 y esa opción ni la vislumbro. Pero aun así veo que la gente más chica habla de cosas que no me representan y que me parecen como un error. Por ejemplo, disfrazar un orgullo de clase con espiritualidad, como cuando dicen que hay que salir de tu zona de confort y viajar y viajar por todo el mundo. ¡Pero viajar es para los que tienen plata! No para la gente que “tiene que salir de su zona de confort”. El turismo es una frivolidad para gente con plata. O también la tendencia nueva de darle importancia al horóscopo. Para mí eso es solo una nueva manera de clasificar gente. Ya no por clase social o color, sino una forma de clasificar antojadiza y ridícula.

— Volvamos a los cuentos. En uno como “Arizona” asumes la voz masculina. ¿Cambió mucho tu forma de abordar la narración?
Sí y no. Desde chica escribía cuentos sin importarme si la historia le ocurría a un hombre o a una mujer. Es cierto que a veces eso influye en la historia. “Chiquita linda” no podía ser protagonizada por un hombre porque es más común que rapten a una niña para trata de blancas. O cuando escribí sobre unos niños jugando fútbol tuve que preguntarle a mi hermano algunos datos. Hay conocimientos del código masculino que no manejo bien, pero para meterme en la mente de una persona, sea hombre o mujer, siento que no tienen por qué ser tan distintos.

— Para terminar: cuéntame un poco del estado de la literatura chilena de tu generación. ¿Te sientes inscrita de alguna manera?
Es una generación interesante, hay muchas voces nuevas. Me siento y no me siento parte. Probablemente hemos tenido obsesiones parecidas y sí encuentro similitudes, como por ejemplo las historias para niños. Hay muchos escribiendo sobre eso. También la búsqueda de la oralidad, la elección de las palabras, que suene bien y que suene chileno. Pero también hay diferencias porque creo que casi todos son más serios y yo hago más chistes.

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