Enrique Planas

Podría imaginarse la escritura de “Fortuna”, libro del escritor argentino Hernán Díaz, como quien traza los planos de un espléndido rascacielos neoyorquino. Una construcción de concreto y vigas de acero que superpone cuatro relatos independientes pero asociados por distintas circunstancias. El primero, “Obligaciones”, es una novela dentro de otra escrita a la manera de Henry James, que narra el ascenso del financista más poderoso de Manhattan, acusado de causar el crack del 29, la más catastrófica caída del mercado de valores; el segundo documento es la autobiografía del millonario “real”, escrita con el propósito de desautorizar los infundios que habría desplegado el autor contra él y su esposa en aquella ficción. A ellos se suma la novela autoficcional de Ida, secretaria del magnate que lo asistió en la escritura de sus memorias, quien recuerda aquel proceso convertida ya en madura escritora. Por último, techando este notable edificio literario, reveladoras páginas de un diario nos permitirán unir todos los cabos de una historia millonaria en virtudes.

Previo a su participación como uno de los invitados centrales de la Feria Internacional del Libro de Lima, Hernán Díaz se sienta tras la pantalla del Zoom. Lo ubicamos en Nueva York, ciudad en la que radica hace dos décadas, y donde trabaja como profesor en la Universidad de Columbia. Y es justamente sobre esta ciudad y sus edificios que empezamos la entrevista. Porque si algo está claro es que “Fortuna” está escrita con una ambición arquitectónica muy propia de la Gran Manzana. Para Díaz, la metáfora arquitectónica le permite imaginar una historia habitada por voces diferentes.

La idea era crear, en un sentido estricto un lugar habitable, un edificio para cada una de estas voces. La estructura polifónica de la novela tiene algo de pulso urbanístico, con estos barrios textuales, de características totalmente diferentes, como es el recorrido de una ciudad. Con un poco de suerte, espero que se dé un fenómeno parecido en mi novela, recorriendo los barrios y advirtiendo cómo el poder político y económico se distribuye sobre la grilla urbana”.

— “El dinero es el dios de los bienes de consumo. Y esto es su gran templo”, dice una de las protagonistas de la novela, refiriéndose al altísimo edificio financiero donde trabaja. Es interesante ver cómo los símbolos permanecen más allá del poder que los concibió: los rascacielos son las nuevas catedrales en una Manhattan erigida como la santa sede del capital.

Absolutamente. En Estados Unidos, este maridaje entre dinero y religión se remonta a la primera colonia puritana. Esta idea de que nuestra fortuna en este mundo terrenal anticipa el destino de nuestra redención espiritual. Esto le da al dinero cierta dimensión trascendental, mística incluso. Pero ciertamente el dinero es un fetiche en todo el mundo. Si uno va por cualquier capital de las Américas, verá cómo las catedrales son, de algún modo, monumentos al plusvalor. Quien afirme que la religión y el dinero no han estado siempre emparentados, es que no ha visitado cualquier iglesia católica en Latinoamérica.

— Tu protagonista, el millonario Andrew Bevel, tiene el poder de transformar la realidad. ¿Cómo el capital puede distorsionar el concepto de realidad?

Con mayor o menor inmediatez, el dinero media las relaciones sociales. Tal vez, el amor en su expresión más pura, sea la única relación inmune a este. Su influencia en nuestra cotidianidad está en relación inversamente proporcional con el entendimiento que tenemos de su funcionamiento. Reconozco que, antes de escribir este libro, no tenía una clara conciencia de cómo funciona el dinero y no digo que la tenga ahora tampoco. Pero esa disparidad entre su extrema permeabilidad y lo abstruso que nos resulta el discurso a su alrededor, era algo que me interesaba narrar. El dinero ejerce una especie de fuerza gravitacional: en grandes cantidades, es como un agujero negro. Con suficiente masa, tiene la capacidad de distorsionar la realidad circundante. Por ello las grandes fortunas tienen estabilidad, porque como dice el personaje de Bevel, son capaces de doblar y alinear la realidad, de corregirla y rectificarla, según sus propios intereses. Tiene el poder de reescribir la historia y de excluir voces inconvenientes. Es algo que vemos a diario.

— En la novela, es curioso ver cómo las grandes fortunas dependen de una narración que las justifique...

Así es. No existe una gran fortuna que no necesite rodearse de cierto discurso autolegitimador sobre su origen. Siempre son narrativas épicas, basadas en el esfuerzo y la inteligencia sobrehumana de quien logró amasar esta fortuna. La ficción no es un fenómeno aleatorio o accesorio, un mero barniz discursivo. Son un elemento integral en toda fortuna y el modo que percibimos la realidad.

— Supongo que muchos periodistas argentinos te han preguntado qué hace un porteño escribiendo en inglés. ¿Qué te da esta lengua que no el español?

Sin altivez ni soberbia, puedo decirte que para mí el tema de la nacionalidad no es un problema que me preocupe. He vivido en tantos países diferentes: la mayor parte de mi vida la he pasado en Estados Unidos, y mi infancia en Suecia. Mantengo tenazmente un acento porteño porque es algo que defiendo y me gusta. Si asociamos la lengua al tema de los espacios habitables, lo primero que me viene a la mente es la manida frase de Heidegger, “la lengua como el hogar del ser”. Si alguien realmente me pide que defina mi hogar, mi respuesta sería la lengua inglesa, más que un lugar geográfico. No digo que el inglés sea superior al castellano. Quiero decir solo que para escribir ficción, a mí siempre me ha funcionado el inglés, exclusivamente.

— ¿Qué buscas con esta reinterpretación de géneros e imitación de estilos que desarrollas en “Fortuna”? ¿Desconfías de la literatura como un medio de interpretación realista?

Todo lo que escribo es una carta de amor a la literatura. No soy un escritor cínico. Los relatos, la sintaxis de la oración es la piedra de toque de absolutamente todo lo que hemos logrado como especie. Por supuesto, la relación entre la novela y la realidad siempre es opaca, está llena de interferencias y malentendidos. La literatura que a mí más me interesa no se preocupa por despejar esas opacidades y disonancias. Al contrario, busco amplificarlas. La confusión es esencial para la vida diaria. Tratamos de entender qué demonios somos, de qué modo estamos en el mundo. Explorar la confusión nos permite tener mayor conciencia de nuestra condición. Con respecto al realismo, lo pienso como un momento histórico dentro del proceso de transformación de las formas literarias. Creo que la literatura se escribe con más literatura. Desconfío de ciertos autores que escriben de espaldas a la tradición, como si nadie hubiera escrito antes de ellos, centrados solo en su propia experiencia.

— Más allá del dinero como tema, son las mujeres la presencia determinante en “Fortuna”. Y es clara tu intención de devolverles su rol protagónico tanto en la vida como en la ficción. ¿La visión de género tan clara en tu novela es parte de tu agenda de autor?

No es accidental. Inicialmente pensé que iba a escribir una novela sobre el capital en la historia de Estados Unidos, ese mundo de las finanzas absolutamente masculino. Esta exclusión deliberada de la mujer del mundo económico tiene consecuencias políticas muy severas. ¡En Estados Unidos las mujeres no podían abrir una cuenta bancaria sin cofirmante masculino hasta fines de los años 60! No me podría permitir escribir sobre el dinero sin poner este tema en el centro. La mitad de la población del planeta que ha estado subyugada por la otra mitad. Y todos deberíamos estar hablando de esto todo el tiempo.

— Sé que HBO está preparando la adaptación de “Fortuna” en formato serie con la actriz Kate Winslet. ¿Cómo va el proyecto?

Todo sucedió gracias al interés de la misma Kate, y a su energía. El proyecto va viento en popa, aunque ahora esté todo detenido por la huelga de guionistas. Acabo de leer en “The New York Times” que es posible que se sumen los actores a la huelga, lo que llevaría a la paralización total. Tal vez eso haga que todo esto se acorte. (.)

EL DATO

  • Invitado por la FIL Lima, Hernán Díaz presentará su libro “Fortuna” acompañado por el escritor J.J. Maldonado.
  • Su presentación será el sábado 29 de julio a las 7 p.m. en el auditorio José María Arguedas.
FICHA DEL LIBRO
“Fortuna”

Autor: Hernán Díaz

Editorial: Anagrama

Páginas: 440

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