Carmen Ollé. (Foto: Piko Tamashiro/ USI)
Carmen Ollé. (Foto: Piko Tamashiro/ USI)
Enrique Planas

Los homenajes la ponen nerviosa. A (Lima, Perú, 1947) no le gusta estar frente al público, le incomoda sentirse el centro de atención. Cuando dictaba clases en la universidad –confiesa–, el clonazepam era necesario cuando sentía la urgencia de salir corriendo de allí. El Festival de la Palabra, a celebrarse del 19 al 21 de octubre en el Centro Cultural PUCP, le dedicará este año merecidos honores. Y aunque la autora de "Noches de adrenalina" advierte que no le gusta invitar a sus conocidos a este tipo de eventos, le sorprende gratamente que haya sido la Católica, universidad con la que ella no ha tenido una relación estrecha, quien la llame.

— ¿A qué se debe tu incomodidad frente al público?
Me gusta estar sola. No me gusta hablar. Cuando comencé a dictar clases era peor: me aprendía de memoria la clase y a los 15 minutos me quedaba sin rollo. Era angustioso. Me tomó tiempo relajarme. Siempre, incluso en los talleres que dicto ahora, miro siempre la hora, porque me quiero ir. Es la ansiedad.

— ¿Ansiedad o tu desinterés por el poder que un docente ejerce sobre su auditorio?
Detesto eso. Recuerdo cuando me tocaba dictar sobre la Biblia en mis clases de literatura en La Cantuta. Había un evangélico que se la sabía toda, y yo lo sacaba a la pizarra. A él le encantaba hablar, y yo prefería escuchar. Soy una escucha y una lectora.

— ¿Para ti la docencia es una frustración?
Es algo errático. Cuando ingresé a San Marcos, quería estudiar Letras, no Educación. Pero a la hora de inscribirme, una amiga me dijo que pusiera Educación. Siempre he sido floja para los trámites, así que le hice caso. Toda mi vida he sido así.

— ¿Sentiste discriminación de los estudiantes de Letras hacia los de Educación?
¡Por supuesto! Los estudiantes de Letras de San Marcos venían de una clase social diferente. Eran de clase media, blanca. Los de Educación eran de extracción popular. Había un mirar por sobre el hombro. Siempre Educación fue la Cenicienta de San Marcos. No sé si será igual ahora. Pero lo más terrible fue hacer las prácticas en colegios públicos.

— ¿Por qué?
En el colegio de aplicación de San Marcos estaban todos los expulsados de los otros colegios. Eran chicos terribles. Salía hacia la pizarra y ya sabía lo que iba a escuchar. A ellos les gustaba burlarse de los profesores, y sobre todo de las mujeres. La profesión del educador muchas veces no es nada agradable.

RECORDAR LAS NOCHES

— Pocas veces un libro es, en verdad, un parteaguas en una tradición literaria. ¿Recuerdas el contexto de la escritura de tu poemario "Noches de adrenalina"?
Hubo dos borradores que no tenían nada que ver, pues seguía el estilo de simbolistas franceses como Rimbaud. Luego seguía a Sylvia Plath, a Pizarnik... En Menorca, fue muy importante que Roberto Bolaño me diera a leer unas revistas de poesía en francés, cuyo lenguaje mezclaba términos políticos, artísticos y sociológicos. No entendía muy bien, pero me interesó esa combinación. Allí pensé en escribir un libro donde el motor fuera lo fenomenológico, que tuviera que ver con lo vivido. Allí encontré que mi tono era más bien de frases largas, narrativo, para contar y comparar mis experiencias.

— Entonces era raro que una autora se animara a escribir desde su propio cuerpo...
María Emilia Cornejo ya había publicado entonces. Me impactaron mucho sus tres poemas publicados por Alberto Escobar en su "Antología de la poesía peruana". También me fascinaban los poemas de Enrique [Verástegui] como "Máquina lúbrica". Era supererótico.

— ¿Sentiste la necesidad de romper con el pudor?
No. Yo no era muy consciente de eso, era mi lenguaje natural. Siempre leí a Henry Miller, a Monique Wittig, a Jean Genet. En mi casa, mi mamá era muy coprolálica. No solo decía lisuras, sino todo lo que tuviera que ver con detritus y funciones fisiológicas. Todo eso me parecía natural.

— ¿Crees que esa libertad de las mujeres en la literatura se refleja también en su vida cotidiana? ¿O todavía falta mucho para que se hable abiertamente del deseo?
Aún se vive el deseo de una forma clandestina. Cuando trabajaba en una tienda de licores en el Duty Free del aeropuerto conocí a muchas chicas espectaculares. Una de ellas se citaba con dos enamorados a la vez. Entraba por la puerta de Nacionales para ver a uno y salía por la de Internacionales para estar con el otro. Lo sigo viendo en mujeres jóvenes, casadas, que llevan una doble vida con sus amantes. Y quizás a sus parejas no les dicen directamente que ya no los quieren para no ser víctimas de feminicidio. Los peruanos siguen siendo machos cavernícolas.

— Has abordado diversos géneros: poesía, novelas o libros inclasificables. ¿Porque tan poca fidelidad a la poesía?
Llegó un momento en que quise ampliar mi registro, mi escenario, crear nuevos personajes. Siempre me han gustado las grandes novelas, aunque yo escriba breves porque no puedo cambiar mi naturaleza. Para mí, es imposible escribir una novela río. La novela breve, más cerca de lo dramático y lo teatral, es lo que me interesa.

—¿La narrativa te da una estructura que no encuentras en la poesía?
La poesía está muy ligada a mi yo interior. Y llega un momento en que te cansas de tus propias experiencias. Como soy contemplativa, me gusta ver personajes, imaginar lo que pasa en sus mentes y salir un poco de mí.

—Tu último libro, "Halo de luna", fue tu intento por escribir una novela de terror. ¿Cuáles son tus miedos?
Tengo miedo al Alzheimer, a morirme y que mi hija y mi nieto no encuentren su rumbo. Enrique [Verástegui] no tenía medios económicos, pero tenía un ánimo protector, y eso era importante. Él era el abuelo, el padre de mi hija, una figura que daba amparo. Le tengo miedo al desamparo de mi nieto y de mi hija.

BIBLIOGRAFÍA BREVE

Obra diversa
Entre los libros de Ollé destacan sus poemarios "Noches de adrenalina" (1981) y "¿Por qué hacen tanto ruido?" (1992); la novela "Las dos caras del deseo" (1994), y las novelas cortas "Pista falsa" (1999) y "Una muchacha bajo su paraguas" (2002).

Actividad profesional
Fue docente de Literatura en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, así como directora del Centro de Documentación sobre la Mujer y coordinadora del Programa de Ciudadanía y Comunicación en el Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Demus).

​Más información

Lugar: sala de conferencias del CCPUCP.
Dirección: Av. Camino Real 1075, San Isidro.
Fecha: 19 de octubre, 7 p.m.
Entrada: libre.

Contenido sugerido

Contenido GEC