En "Clavícula", libro que trae a Sanz a la FIL Lima, la autora construye una reflexión sobre el dolor y la escritura. (Foto: EFE)
En "Clavícula", libro que trae a Sanz a la FIL Lima, la autora construye una reflexión sobre el dolor y la escritura. (Foto: EFE)
Enrique Planas

¿Cuándo empieza el dolor? Quizá yo podría fijar el mío mientras sobrevuelo el océano Atlántico rumbo a San Juan de Puerto Rico. Aunque ese sería más bien el exótico o cosmopolita comienzo de una novela que tendría que firmar alguien que no soy yo. (Por ejemplo) Un escritor peruano residente en USA o una autora de 'best sellers' entre históricos y sentimentales". Así comienza su novela "Clavícula" la escritora Marta Sanz, figura clave de la delegación española que llegará a Lima para participar en nuestra .

¿Cuál es el origen de su encono contra los escritores peruanos de la diáspora? Se lo pregunto y ella ríe. "No tengo nada en contra de ellos", aclara. Para la autora madrileña, aquella imagen le servía para identificar al escritor cosmopolita de la que ella se siente en las antípodas. "Soy una escritora que tiene la mala costumbre de fijarse mucho en lo familiar: su ombligo, su dormitorio, su casa, su ciudad. Imaginar a ese escritor cosmopolita simplemente me ayudaba a establecer un contrapunto", me explica.

— Pero está claro que ese escritor peruano representa también la impostura de un tipo de creador latinoamericano que intenta sacarse el poncho del regionalismo...
Absolutamente. A mí, precisamente, los escritores latinoamericanos que más me interesan son los otros. Por ejemplo, me encanta Richard Parra, y cómo ubica sus relatos en una Lima muy reconocible en un momento de la historia. Aprecio mucho a Yuri Herrera, que contextualiza sus narraciones en un México por una parte fantasioso y por otra muy familiar. O Emiliano Monge, que habla de los problemas en la frontera con EE.UU. Me siento más cómplice, como lectora y escritora, con esos autores que no se quitan el poncho y hablan de las cosas que les duelen y que no les conciernen solo a ellos, sino que son compartidas por toda una comunidad.

(Foto: EFE)
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CRÓNICA DEL DOLOR
En "Clavícula", Sanz utiliza la escritura como una herramienta terapéutica para reconocer y ubicar un dolor real que la atormentó por años. Y mientras escribía el libro, aprendía que aquel malestar físico –que en su caso se localizaba en la clavícula– no podía separarse del malestar psicológico y del malestar social vividos en la España en crisis.

Al presentarse como una trabajadora autónoma autoexplotada de la cultura, se convertía en una metáfora concentrada del miedo sentido por las víctimas del sistema. Sanz habla de un dolor que los médicos no alcanzan a explicar, pero también del miedo de llegar al fin de mes, a no poder pagar la luz o no tener una vivienda digna. "Yo pertenezco a una generación que creía tener garantizado el confort a futuro, y que vimos todo eso desmoronarse. Creo que mi libro termina siendo una poética de la fragilidad que reivindica el derecho a quejarnos", afirma la autora.

Así, una escritora se reafirma en su derecho de hablar de su cuerpo y su carácter endeble. "Estamos sometidas a la idea de que la mujer en la historia de la literatura debe ser la musa, el ser observado que debe responder a determinados cánones para resultar sugerente y atractiva al hombre que la relata desde el desconocimiento y la idealización", añade.

Desde hace mucho tiempo, la escritora española sabe que a ella no le corresponde el papel de musa. "Durante toda mi infancia quise ser mujer fatal, y no lo logré porque no llegué al 1,75 cm de estatura", bromea. Desde entonces, confiesa que la única opción para ella fue tomar el lapicero y apretarlo bien fuerte para contar su historia, sus desilusiones, sus carencias, sus alegrías y todo lo que le haga falta.

— ¿Cuán distinto es el dolor femenino del masculino?
No sé si es muy distinto, ni siquiera sé cuáles son las palabras para expresar el dolor. Ese fue uno de los estímulos que me llevaron a escribir "Clavícula": buscar las palabras para poder describir el dolor. Lo que sí sé es que en mis novelas siempre ha habido una metáfora que relaciona el cuerpo de las mujeres con la palabra y con la historia. Ahora mi cuerpo de señora menopáusica, poco fotogénica, se desarrolla en el momento de la crisis española. Es la metáfora del cuerpo de las mujeres como territorio de la violencia que se mimetiza con la escritura y con la historia de los españoles en las últimas décadas.

— Dedicas un capítulo de tu libro al estreñimiento. ¿Es un problema que diferencia a hombres de mujeres?
¡El estreñimiento es muy importante! [ríe]. Tendemos a pensar que la literatura tiene que estar preñada de grandes palabras: belleza, amor, solidaridad. En "Clavícula", lo personal es muy político. ¿Y qué hay más personal que la capacidad o no para poder defecar en condiciones? Tengo la sensación de que las mujeres tenemos más que ver con este problema. Soy una mujer de 50 años, el cuerpo se transforma y, de repente, reconozco espacios dentro de mí que no existían. ¡Porque no me dolían!

— ¿Cómo nació tu pelea contra el pudor? ¿Cómo lo venciste en tu literatura?
Creo que comenzó desde que escribí "El frío", mi primer libro en 1995. Para mí, fue un instrumento de venganza contra un imbécil que me dejó. A lo largo de todas las novelas que he escrito, he intentado ir arañando los tabúes de la sociedad que me hacían infeliz. Al trasgredir los tabúes sociales, poco a poco me fui quitando esas capas de piel que tienen que ver con el pudor. Para mí, el pudor se relaciona mucho más con el mostrar las vísceras de tu sentimentalidad que con la exhibición del cuerpo. Eso te coloca en un espacio en el que unos te van a aceptar y otros no. Vas a suscitar resentimientos de un lado y admiraciones de otro. Eso es lo que me parece realmente impúdico. Hay escritores que piensan que el pudor es una barrera, un corsé represivo que hace infelices a los seres humanos.

— El pudor y la moral tradicional bailan juntos...
Ahí tengo una cuenta pendiente. Porque yo creo que deberíamos rescatar el significado de las palabras moral y ética. Lo que pasa es que los criterios deberían ser otros. Son palabras que nos han sido robadas. Si los escritores tenemos alguna función en el mundo, quizás sea la de resignificar las palabras que nos han hurtado el poder a lo largo de la historia. Por eso yo me considero una escritora feminista, por eso hablo con una voz de mujer, de clase reconocible. A mí me gustan los libros que tienen una ambición ética y estética, comprometidos con la comunidad a la que se dirigen, sin que el compromiso desmerezca la calidad de su lenguaje. Muchas veces se nos ha dicho que, si somos autores comprometidos con la lucha contra los males sociales de nuestro tiempo, íbamos a hacer uso de un lenguaje panfletario o espúreo. Y yo creo que no es así. Nuestra primera obligación es con las palabras, y a partir de allí intentamos iluminar las zonas más oscuras de la realidad.

EL DOLOR PERMANECE
Le suelen preguntar a Sanz cómo se siente, si aún le duele la clavícula como lo testimonia en su novela autobiográfica. Y todavía le duele. Ella sufre de osteocondritis, una inflamación de los cartílagos que forman los huesos o que recubren sus extremos. Pero el haber localizado el origen de su dolor la hace sentir más tranquila. "Al final descubrí que no estaba loca. Cuando uno localiza el origen físico de su dolor se tranquiliza muchísimo. Muchas veces la sanidad mete a las mujeres en la jaula de las locas, considerándonos unas histéricas estresadas", afirma.

DATO
Título: “Clavícula”.
Autor: Marta Sanz
Editorial: Anagrama
Páginas: 208

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