Portada de "Encontraste un alma" de Edith Södergran, editado por Nórdica.
Portada de "Encontraste un alma" de Edith Södergran, editado por Nórdica.
/ Nórdica/ Sociedad de Literatura Sueca en Finlandia
José Carlos Yrigoyen

La poesía de la finlandesa (1892-1923) ha tenido la suerte de contar con buenos traductores en nuestra lengua; entre los estelares podemos incluir al experimentado español Francisco Uriz y al peruano Javier Sologuren, siempre tan fino y preciso en ese ingrato oficio. A esta acotada selección hay que añadir el magnífico trabajo de Neila García Salgado, reunido en “Encontraste un alma”, poesía completa de la mujer que eligió expresarse en sueco como una decisión política (representaba así a una minoría nacional a la que perteneció) y como una apuesta a futuro, pues Södergran sabía que no escribía para sus contemporáneos, sino para camadas mejores, que asumirían roles e ideas distintas y audaces.

Porque Södergran es una poeta revolucionaria por los cuatro costados. Fue una pionera en su país al desechar la métrica restrictiva por un verso libre donde circuló, con toda su bravura, esa constante angustia por la muerte inminente balanceada con la arrogancia de quien sabe que resurgirá de sus cenizas. Bebió del formalismo alemán y del futurismo ruso sin volverse un aplicado epígono de sus máximos representantes: más bien aprendió de ellos para construir una nueva e intransferible forma de vanguardia, llegando a nutrirla, en sus libros finales, con el legado desafiante de Nietzsche.

También fue revolucionaria al situar a la mujer en un rol que no se convenía con las exigencias y las tradiciones de su tiempo. En estos versos el amor de los varones es infértil y aniquilador, ciego ante las verdaderas virtudes inmateriales del sexo opuesto: “Buscabas una flor / y hallaste un fruto. / Buscabas una fuente / y encontraste un mar. / Buscabas una mujer / y encontraste un alma- / estás decepcionado”. ¿De dónde obtiene entonces Södergran la plenitud? Varios poemas de su primera etapa son motivados por la necesidad de dar con unas hermanas -tanto espirituales como eróticas- que la rodeen, preserven su dignidad y su fuerza, para así conseguir una individualidad que la guarezca de la perdición y la traicionera mortalidad: “Bellas hermanas, venid hasta las rocas más abruptas / somos todas guerreras, heroínas, amazonas, / ojos inocentes, frentes celestiales, larvas de rosas (…) somos el rojo más inesperado y más profundo, / rayas de tigre, tensas sogas, estrellas sin vértigo”.

A esto hay que agregar que, como otras grandes poetas del siglo pasado -Ajmátova o Sexton, por ejemplo-, Södergran hizo de su vida una extensión consecuente de su obra, la convirtió en una poderosa clave que redimensiona sus composiciones. Recordemos que ella surgió -mejor dicho: irrumpió- en un ambiente literario conformado por hombres que, al leer su primer libro, oscilaron entre la incomprensión y la burla; que luego pusieron en duda su equilibrio mental y que rechazaron indignados su soberbia consistente en proclamarse lo que era: una mujer brillante. Ni siquiera la tuberculosis, que la mató a los 31 años, pudo silenciar una voz que habla anticipadamente desde otros planos (“¡Qué agradable es el infierno! / En el infierno nadie se enferma ni nadie se cansa”) y en ellos encuentra por fin las verdades eternas que la mezquindad de su época le negó. “Encontraste un alma” recoge este legado con la mayor fidelidad posible y nos invita a revisitar a una poeta que nunca confundió la rebeldía con la bravata.

Edith Södergran
"Encontraste un alma"

Editorial: Nórdica Libros

Año: 2022

Páginas: 527

Valoración: 5 estrellas de 5 posibles

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