La magia de escribir un libro infantil a cuatro manos
José Silva

Escribir un libro para niños, aunque muchos piensen lo contrario, no es tarea fácil. Cautivar al público en formación puede ser una labor titánica pero también placentera y su efecto puede ser arrollador. Una buena historia permanecerá en la memoria de un menor y lo motivará a buscar otros textos.

En esta área de la producción literaria se dan, felizmente, varios certámenes. Uno de ellos es el Premio Barco de Vapor, que anualmente reconoce a autores peruanos. Y este año el galardón fue compartido. Carlos Garayar (reconocido escritor y crítico literario) unió esfuerzos con su esposa, Jéssica Rodríguez (catedrática, investigadora y editora) para publicar “La zona invisible”.

La historia ganadora de este certamen trata sobre Leonardo, un adolescente apasionado por las ciencias y su amigo Antonio, un curioso cómplice de aventuras. El primero irá detrás de los sueños que alguna vez tuvo su fallecido tío Ascanio. El segundo lo acompañará siempre que sea necesario.

La textura del relato es formidable y demuestra que Garayar y Rodríguez hilaron fino para detallar una historia de descubrimientos, pero también de nobleza y amistad.

Conversamos con ambos autores sobre el libro, que ya está a la venta en las principales librerías de Lima.

-¿Cómo es el proceso de escribir un libro a cuatro manos (entre dos personas)?

Carlos Garayar: En la literatura infantil eso no es tan inusual ni tan difícil, pero en la otra sí, porque es un trabajo solitario de creación. Aquí había que pensar en el público y eso requiere ciertas consultas. ¿Estoy apuntando bien o mal? La colaboración fue natural, y además como somos esposos, la cosa queda en el hogar. Y además en esto participaron nuestros hijos.

-¿Por qué el libro lleva como título “La zona invisible”?

Jéssica Rodríguez: El libro tuvo varios títulos. Primero iba a ser “La máquina”, pero un viejo ganador del premio nos ‘ganó’. El nombre del libro se debe principalmente al efecto de la creación de Leonardo, el protagonista de esta historia, que inventa –siguiendo algunos apuntes de su tío físico—una máquina de la invisibilidad.

-Cuénteme un poco sobre cómo se originó la trama. ¿Fue una idea que se les ocurrió recientemente o ya la venían trabajando previamente?

Jéssica Rodríguez: La idea de la trama nació de manera muy espontánea. No fue premeditado el género ni hablar de un invento. Yo tenía un pequeño argumento hace siete años y no podía hacerlo avanzar. Y un día, tratando de terminar un libro anterior a este, Carlos lo vio y empezó a dictarme lo que seguía. Lo tomé como una ayuda, pero luego fue imprescindible trabajar juntos, no tanto por el tema sino también por los géneros que se mezclan en el libro. Hay aventura, misterio y algo de ciencia ficción y eso demanda mucho control de datos. Por eso creo que el diálogo nos ayudó a armar este libro como ha quedado.

-Señor Garayar, usted también ha escrito literatura para adultos. ¿Cuál es la diferencia entre esta y la que apunta a niños?

Carlos Garayar: Es fundamental pensar en el público, que si es infantil está muy segmentado. Un niño de doce años no va a comprender lo mismo que uno de seis. Esa es la principal diferencia. También tienes que controlar algunos elementos que podrían ser difíciles de admitir en la literatura seria (para adultos). Por ejemplo, la candidez de los personajes, para un público de poca edad es imprescindible, pero sería un defecto en una literatura para adultos. El que escribe para adultos, además, escribe en soledad. Es casi impensable, por ejemplo, hacer un poema a cuatro manos. Pero es bastante natural trabajar literatura infantil en colaboración. Y como dije hace un rato, nuestros hijos fueron una especie de veedores de nuestro trabajo. Fueron nuestro primer público.

-¿Hay algo de Antonio o de Leonardo en sus hijos?

Jéssica Rodríguez: Sí, y en nosotros también. Si bien somos de letras, no estamos peleados con los números. No nos fue mal en matemáticas. Yo casi estudio biología y terminé en literatura. Hay algo de nuestros gustos en los personajes pero más de manera inconsciente. Eso sí, Leonardo está construido en contraposición a Antonio, pero hay algo que los complementa.

-Para aquellos que no han leído aún el libro. ¿Cuál fue la huella que dejó el tío Ascanio (fallecido en la historia) en su sobrino Leonardo?

Jéssica Rodríguez: Creo que tiene que ver con el gusto por conocer. Más allá de la profesión del tío Ascanio, hablamos de alguien que vive por sus sueños. Pero la familia, la necesidad de cuidar a los hermanos tras la muerte de sus padres, lo hará abandonar en parte ese sueño, y creo que esa pasión del tío Ascanio la detectó muy temprano Leonardo. Y, de alguna manera, es un motivo familiar. El gusto por imaginar y crear lo lleva a seguir el sueño del tío. Por eso nos sorprendió mucho que cuando empezó a circular la novela nos dijeron que no solo es una historia de ciencia, sino también de amistad. Los lazos emocionales no eran más nítidos para nosotros, que veíamos el libro más como una historia de aventuras. Y, sin embargo, nos percatamos que existe un entramado muy fuerte entre la parte científica y la emocional y afectiva.

-¿Cuál es la importancia de los premios para el trabajo de un escritor?

Carlos Garayar: Me parecen importantes al margen de la recompensa pecuniaria, porque estimulan un tipo de trabajo que necesita bastante apoyo. En Perú la literatura infantil es muy joven. Hace 30 años los niños no tenían a su disposición lo que tienen ahora. Generalmente se adaptaban obras de adultos, que de alguna manera tenían un cierto espíritu infantil, para que los niños leyeran. Ahora esto se ha convertido en un rubro cada vez más importante, sin embargo, requiere apoyo. La lectura misma entre los niños requiere mayor difusión. El hacer conciencia de que es un acto bastante complejo que involucra también a los padres. Entonces, la publicidad que da un premio también sirve para ello.

-¿Cuán importante fue el trabajo de Eunice Espinoza en las ilustraciones de este libro?

Jéssica Rodríguez :Nosotros estamos muy agradecidos y contentos con el trabajo de Eunice. Es cierto, la ilustración es muy importante en un libro para niños, pero no necesariamente por las razones de siempre (que vaya a hacer más fácil el camino de la lectura). Creo que hay una mayor comprensión de que el trabajo del ilustrador es el de un artista paralelo al trabajo de la escritura. Eunice ha dado su propia interpretación de esta historia. Nos ha gustado el aire un poco gótico y oscuro que le dio a las ilustraciones. Nosotros intuíamos que era esa la atmósfera, pero ha sido pura coincidencia. Si lo hubiera planteado de otra manera, igual hubiéramos sido muy respetuosos de su trabajo. Eunice también merece crédito de este libro.

-¿Qué se va a encontrar un niño al leer “La zona invisible”?

Carlos Garayar: Creo que es una historia inquietante, y me parece que esa es una condición que debe tener la literatura infantil. Este libro los inquietará porque tiene de todo. Aventuras, ciencia ficción, misterio y se abre a una prolongación, quizás no de la misma historia de Leonardo, pero sí de otros ingredientes presentes, como los monos que posiblemente viajaron también a la 'zona invisible'. Esa capacidad de divertir y cuestionar al propio niño hace que esta obra le pueda gustar a los pequeños lectores.

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