"Nunca llueve en Lima": así vemos la obra del Teatro Británico
"Nunca llueve en Lima": así vemos la obra del Teatro Británico

Una casona limeña habitada por los últimos miembros de una ilustre familia hoy olvidada. La construcción nos da algunos indicios de su glorioso pasado. Pero son sus habitantes, sumidos en la desesperación provocada por su ineptitud para enfrentar la vida, quienes evidencian la decadencia del mundo que representan. Su rutina se altera cuando reciben a una familia que tiene interés en comprar la casa. Gente nueva, emprendedores, con los pies en la tierra y para quienes resulta inexplicable una existencia atada al pasado.

Este es el universo sobre el que se estructura “Nunca llueve en Lima”, de Gonzalo Rodríguez Risco, una comedia dramática que en el título nos anuncia una visión profunda e irónica de una Lima que vive dentro de una bruma de apariencias y contradicciones.

Desde la primera escena asistimos a un doloroso proceso de desintegración. Donde un mundo va desapareciendo para dar paso no a una nueva realidad, sino a un caos diferente. Le toca a Alberto Ísola el trabajo de director, y estructura la trama con buen manejo del tiempo, el tono y, sobre todo, la atmósfera. La escenografía acude en su ayuda para ofrecernos una caótica estructura que simula una vieja mansión. Y lo logra, concentrando la acción en el área común.

“Nunca llueve en Lima” es posiblemente la obra más ambiciosa de Rodríguez Risco, en la que asoman por un lado sus ideas sobre nuestra ciudad y del otro sus preocupaciones artísticas. Pero a medida que la obra se desarrolla va quedando en evidencia que el autor toca demasiados puntos y no siempre encuentra soluciones a sus planteamientos. Lleva la obra por los caminos de la comedia costumbrista pero no termina de redondearla. Luego impone un estilo más artificial al tratar de crear una parábola sobre la humanidad puesta a prueba en medio de la calamidad y tampoco llega a completar el cuadro.

En el segundo acto, durante uno de los enfrentamientos verbales, surge la idea de que estos buenos para nada siguen siendo los patrones incluso en la adversidad. Y, lo que es peor, el nuevo mundo sigue sirviéndoles. Allí estaba la clave para conseguir una dramaturgia con tantas aspiraciones. Pero la idea se va en cuanto el personaje que la formula deja de hablar. Es ahí donde la obra parece enfocarse en un planteamiento anárquico que no creo que haya sido diseñado.

Percibimos entonces que la obra no se sostiene a través de la dramaturgia, sino más bien en la puesta en escena. Es allí donde Ísola contribuye poniendo orden sobre un escenario que bien podría derrumbarse antes de que lleguen las lluvias. Conduce la trama por un camino emocional muy cuidado y que solo se desborda en los momentos oportunos.

TALENTO EN EL ESCENARIO
Las actuaciones se desenvuelven con confianza en un plano general, aunque los actores demoran en calentar y encontrar el camino común. Me gusta más mientras las situaciones se mantienen en un tono de control. Carlos Tuccio logra proyectar en gran medida al patriarca de un clan de inútiles. Lo hace con humor y confianza, nunca excediéndose. Por supuesto, al final de la obra el tono triunfal que toma es muy oportuno y así cierra bien su creación.

Junto a él, Haydée Cáceres compone un personaje más amable, con los pies en la tierra aunque con las intenciones no siempre claras. No es que su personaje sea oscuro o pretenda proyectar algún misterio, nada de eso. Es simplemente porque hay elementos confusos en su elaboración. Pero con todo, la habilidad de la actriz supera los vacíos de información. Con ellos, Lucho Cá- ceres tiene a su cargo un papel complejo en términos físicos, aunque no con cargas emocionales demasiado complejas.

Frente a este conjunto de almas en pena, aparecen dos seres vivos con mayor contacto con la realidad: Pold Gastello y Magali Bolívar. El primero cumple de comienzo a fin con un buen desempeño. Bolívar, que siempre resulta adecuada en los papeles que interpreta, tiene a su cargo uno de los personajes más interesantes de la obra. Una mujer con voluntad y opinión, con intereses claros, y tan real que difícilmente puede entender a los propietarios de la vieja casona. Su posición es intransigente muchas veces y difícilmente despierta alguna simpatía.

Donde encuentro mayor inspiración es en las actuaciones de Patricia Barreto y Emanuel Soriano. Su interacción es casi perfecta y componen el punto más logrado del cuadro. La química está allí, cada uno se sostiene en el otro y logran a través de sus interpretaciones darle una salida a todo el conjunto dramático. Ellos son, después de todo, la esperanza.

“Nunca llueve en Lima” intenta ser la radiografía de una ciudad, de una sociedad, de un mundo. Plantea muchas ideas y desarrolla solo algunas pocas. Al final dejamos el teatro con la sensación de que estuvimos a punto de ver una gran obra sobre la desintegración de un mundo pero que jamás llegó a plasmar por entero sus propuestas.

AL DETALLE
Autor: Gonzalo Rodríguez Risco.
Director: Alberto Ísola.
Actores: Carlos Tuccio, Haydée Cáceres, Patricia Barreto, Magali Bolívar, Lucho Cáceres, Pold Gastello y Emanuel Soriano.
Temporada: De jueves a lunes a las 8 p.m. en el Teatro Británico (Jr. Bellavista 527. Miraflores).

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