(Foto: AFP)
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Virginia Rosas

Salvando las distancias, el emperador romano Marco Aurelio y el actual de comparten un destino trágico: un equivocado amor filial que los hizo elegir mal a sus sucesores.

El primero, un fino filósofo estoico, autor del libro “Meditaciones”,  transgredió la costumbre de adoptar fuera de la familia al futuro emperador designando a su hijo Cómodo –un hombre cruel, ignaro y despiadado– que con su pésimo gobierno marcó el fin del esplendor del Imperio Romano. El segundo, Salmán, designó a su hijo Mohamed Ben Salmán (MBS) príncipe heredero del Reino del Desierto. MBS antes de acceder oficialmente al trono ya ha dado muestras de una crueldad capaz de horrorizar a líderes nada tiernos con sus adversarios, como Erdogan, Putin o Xi Jinping.

Torturar, asesinar y desmembrar al periodista saudita en el mismísimo consulado saudita en Estambul y pretender negarlo, no solo da cuenta de una crueldad inimaginable, sino de una profunda estupidez. La historia da cuenta de asesinatos de rivales y opositores, pero ninguno perpetrado con tanta torpeza.

‘El renovador’ MBS contrató a una agencia de publicidad en EE.UU. para presentarse ante el mundo como un hombre ‘moderno’ que le permite conducir a las mujeres y autoriza los cines en su monarquía absolutista. Pero al mismo tiempo manda asesinar a Khashoghi, un periodista que pretendía -no el fin de la monarquía- sino una apertura democrática. Para ello estaba abocado en la creación, en Turquía en donde pensaba instalarse, de una fundación prodemocrática en el mundo árabe. Su última columna en “The Washington Post” concluía con la frase “nos merecemos algo mejor”, refiriéndose a la política en los países árabes.

Lo paradójico de este cruel suceso es que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien no se caracteriza por su respeto a la libertad de expresión –ha clausurado 160 medios desde el fracasado golpe de Estado del 2016 y tiene encarceladas a 60 mil personas sin acusaciones sólidas– aparece ahora como un defensor de la prensa.

Hasta hace unas semanas su popularidad estaba de bajada, debido a la recesión económica y a la crisis diplomática con Estados Unidos. Si bien el presidente turco se ha empoderado con la crisis, tampoco quiere una querella diplomática de gran envergadura con Riad, con quien rivaliza por la hegemonía del islam sunita en la región, pero al mismo tiempo se beneficia con la llegada de decenas de miles de turistas sauditas, bien cargaditos de ‘petrodólares’.

Lo que Ankara desea –y para eso ha destapado el caso enviando audios y videos a los servicios secretos estadounidenses– es que Washington –único capaz de ejercer su influencia sobre Riad– intervenga para impedir que MBS sea entronizado. ¿Cómo hacerlo si prevalecen los intereses comerciales? Arabia Saudita ha comprado 110 mil millones de dólares en armas a Estados Unidos y tiene contratos por 450 mil millones. Donald Trump, solo le guarda lealtad a los negocios y gran parte de ellos los ha emprendido gracias a MBS.

La Unión Europea, por su parte, continúa atrapada en su laberinto: cuando la canciller alemana Angela Merkel anuncia la suspensión de la venta de armas a Riad, el presidente francés Emmanuel Macron responde que esa es una medida demagógica, porque “no hay ninguna relación entre la venta de armas a Arabia Saudita y el asesinato del periodista”.

Se debe investigar antes de aplicar sanciones, dice, porque AS es un aliado occidental. Lo que no explica es cómo llevar a bien una investigación en un país en el que el que disiente con el régimen puede terminar descuartizado.

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