(Foto: EFE)
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Virginia Rosas

Este lunes, por órdenes de la Fiscalía General de Ecuador, un grupo de fiscales ingresará a la habitación precintada donde estuvo asilado por siete años el fundador de , .

El Gobierno Ecuatoriano entregará a las autoridades estadounidenses todos los documentos de Assange, así como sus teléfonos celulares, archivos informáticos, USB y CD. La saga sobre la suerte que correrá el hacker australiano –que se ha convertido en un dolor de cabeza para los gobiernos ecuatoriano, sueco y británico– continúa. 






Detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en el Reino Unido, desde que fue entregado a la policía británica el 11 de abril último, el otrora héroe de la libertad de prensa se ha convertido en un sujeto incómodo para todo el mundo, salvo para Estados Unidos, que espera juzgarlo por haber ayudado a la analista militar Chelsea Manning, en el 2010, a procurarse y difundir miles documentos clasificados sobre actos comprometedores cometidos por las fuerzas estadounidenses en Iraq y Afganistán. 

Chelsea Manning fue condenada a 35 años de cárcel, de los que cumplió siete, pues la pena le fue conmutada por el entonces presidente Barack Obama. Manning fue encarcelada nuevamente por negarse a declarar ante el Gran Jurado contra Assange. Afirma que la administración Trump tiene en la mira a los periodistas y pretende atentar contra la libertad de prensa.

En aquel entonces, muchos medios importantes en el ámbito mundial, como “The New York Times”, “The Guardian”, “Der Spiegel” y El Comercio, entre muchos otros, se asociaron con WikiLeaks para publicar estos documentos, considerados de interés público.

Pero WikiLeaks comenzó a publicar documentos en masa, sin pasar por ningún filtro que determinara si la información era de interés público o concernía a la vida privada de las personas.

El hacker australiano pasó de héroe a villano. En Suecia fue denunciado por delitos contra el honor sexual, a lo que él respondió que era una treta para atraparlo. Y cuando supo que la policía estaba tras él en Gran Bretaña, tocó la puerta de la embajada ecuatoriana y pidió asilo. El ex presidente Rafael Correa se lo concedió y le otorgó también la nacionalidad ecuatoriana. Pero las autoridades británicas nunca le dieron el salvoconducto para salir de la embajada.

Ecuador adujo que Assange no respetaba las convenciones internacionales sobre el asilo. Si lo que dice la embajada ecuatoriana es cierto, que el australiano embarraba con heces las paredes, quiere decir que fue perdiendo progresivamente la cordura y hubiera necesitado atención psiquiátrica más que policías. Pero lo que rebasó la paciencia del presidente Lenin Moreno fue que WikiLeaks se haya permitido publicar documentos que comprometen a allegados suyos.

Entre tanto, Suecia ha reabierto los expedientes que lo incriminan por delitos sexuales y 70 parlamentarios británicos presentaron, el 13 de abril, una carta al ministro del Interior para que priorice la demanda sueca. Esa es la apuesta de Assange: asumir los cargos ante la justicia sueca, siempre y cuando le den la garantía de que no será extraditado a Estados Unidos.

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