(Foto: EFE)
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Los 35 mil habitantes de la localidad de M’rirt, en el centro de , fueron testigos en los últimos días de una invasión de periodistas. Hasta el pueblo natal de los hermanos Abouyaaqoub y Hychami, cuatro de los miembros de la célula terrorista que atacó en Cataluña, llegaron en la búsqueda de porqués.


Los atribulados familiares y vecinos pusieron un férreo escudo: la radicalización de los jóvenes se había gestado en España. “Mis nietos eran buenas personas, gente rara entró en contacto con ellos allá”, declaró Cherifa Hicham, abuela de Younes Abouyaaqoub, el chofer del atropello mortal en La Rambla, que se marchó de Marruecos a los 4 años.

Pocos, como el abogado Hasan Sbai, hurgaron en pos de más explicaciones. “La mayoría de emigrantes que llegan a Europa son analfabetos o muy incultos, se les dificulta la integración e intentan inculcar a sus hijos su identidad con mensajes como ‘ustedes son diferentes, no como ellos’, lo que los hace receptivos a mensajes extremistas”, le dijo a la agencia Efe.

Lo cierto es que no solo en estos últimos atentados en España y Finlandia han estado implicados ciudadanos oriundos de Marruecos. También actuaron en los ataques de Francia en el 2015 y Bélgica en el 2016. Y echando la memoria para atrás, varios yihadistas nacidos en el país norafricano fueron autores del 11-M que enlutó Madrid en el 2004.

En esa ocasión el rey Mohamed VI reconoció al diario español “El País”: “Que los atentados del 11-M hayan sido perpetrados por tipos de origen marroquí ha supuesto para mí y mis compatriotas un gran golpe moral”.

Justamente ese ataque y el del año previo, en Casablanca, fueron los puntos de inflexión para las fuerzas de seguridad marroquíes, que empezaron a desarrollar capacidades antiterroristas que han sido reconocidas por su eficacia (en suelo marroquí, desde entonces, solo se ha registrado un atentado de envergadura).

A diferencia de vecinos como Túnez y Libia, los servicios de inteligencia de Marruecos han tenido éxito en la contención de las corrientes islamistas y en la cooperación con otros países, dificultada de todos modos por relaciones políticas tensas como la que tiene con la vecina Argelia.

–Pobreza y mezquitas ilegales–

Esta imagen de eficiencia está siendo empañada por los últimos actos sediciosos. “Si bien el contexto internacional aporta una explicación, son las políticas internas de Marruecos y sus propias contradicciones sociales las que explican mucho las raíces de este problema”, nos dice Ignacio Fuente, experto del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE).

Consultado por El Comercio, el analista español Javier Martín, jefe de la agencia Efe en el norte de África y autor de libros sobre geopolítica y terrorismo, matiza la imagen que Marruecos proyecta al mundo.

“Tiene una fachada de país abierto, moderno y hospitalario a través del turismo, pero también tiene muchos problemas sociales de paro, pobreza y falta de oportunidades. Al lado de grandes fortunas que se exhiben sin vergüenza hay poblaciones muy pobres en el norte, eso ha extendido una sensación de injusticia social que, dentro del islam, es capitalizada fácilmente por los más extremistas”, sostiene Martín.

En este contexto, las miradas se han dirigido a las mezquitas como lugares de radicalización, sobre todo las ubicadas en los países europeos donde –a diferencia de lo que ocurriría en Marruecos– ellas carecen de control y en las que cualquiera puede erigirse en imán.

En mayo de este año, Abdelhaq El Khayyam, jefe antiterrorista marroquí, postulaba que España y otros estados de Europa debían seguir el modelo de su país para controlar a los predicadores. “Se debe fijar la postura oficial sobre los asuntos relativos a la fe de modo unificado y hacer seguimiento”, advirtió El Khayyam.

Si bien reconoce que en Marruecos los clérigos oficiales están tutelados por el Ministerio de Asuntos Religiosos y sus sermones pasan por un filtro, Javier Martín recalca que el principal problema no son las mezquitas regulares sino las ilegales.

“Hay gran cantidad de ellas en España, Francia y el Reino Unido, pero también proliferan en Marruecos, Túnez o Argelia. Surgen en cualquier garaje o local vacío, allí se promueven herejías –porque no son interpretaciones del islam– como el wahabismo. Estas mezquitas, financiadas a través de las redes de caridad y de religión de Arabia Saudí, están fuera del control institucional y de ellas salen los terroristas”, apunta Martín.

Liberación inoportuna
Dos días después de los ataques en Cataluña, Mohamed VI indultó a 15 presos salafistas –la corriente más radical del islam– condenados por terrorismo. Según el rey, ellos habían participado en un programa de reinserción, rechazado la yihad y proclamado fidelidad a la nación.

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