(Foto: AP)
(Foto: AP)

Es tal la seguridad que tiene de que seguirá ocupando por seis años más el Kremlin que casi ni se ha molestado en modificar su agenda para atender unas elecciones que, dentro de siete días, lo pondrán frente a otros siete candidatos.

Primero, desoyó olímpicamente los llamados para participar en un debate televisado en el que sus contrincantes acabaron arrojándose vasos de agua y lanzándose denuestos tan gruesos como ‘viejo repugnante’, ‘traidor estúpido’ o ‘verdulera de la calle metida en política’.

Incluso el presidente de Rusia debe haberse carcajeado cuando Pável Grudinin, el único postulante que podría raspar el 10%, dijo indignado: “Un político que no participe en los debates electorales no debería ser candidato a la presidencia”.

El fin de semana pasado, casi cien mil personas se apiñaban en el estadio Luzhniki de Moscú –que será el escenario de la final del Mundial de Fútbol– para un acto proselitista en favor del líder de Rusia Unida, la agrupación que apuntala a Putin.

Si en febrero del 2012, en víspera de los comicios en los que fue elegido para el mandato que está por finalizar, tuvo que esforzarse y alistar un discurso extenso, elaborado y profundo, esta vez solo se plantó diez minutos ante la masa enfervorizada. En ese lapso, el mandatario lanzó preguntas para que los presentes le respondieran con atronadores monosílabos, derramó unas cuantas arengas patrióticas y animó a cantar a voz en cuello el himno nacional. Con el mismo apuro que llegó, partió para seguir con sus ocupaciones de Estado.

–El siglo XXI es suyo–

Putin asumió por primera vez la jefatura de Estado en el 2000. Salvo un breve hiato entre el 2008 y el 2012 –cuando se rebajó al rango de primer ministro con todo calculado para regresar al cargo supremo–, su predominio en Rusia en lo que va de este siglo ha sido total.

Con esta nueva reelección se convertirá, además, en el segundo líder ruso con más tiempo en el poder, solo superado por el dictador José Stalin, quien estuvo al frente de la Unión Soviética durante 29 años.

“No es que lo voten, es que lo aman y lo adoran”. Con esta frase, el periodista español Rubén Amón describe el tremendo magnetismo que ejerce el ex agente de la KGB –la agencia de inteligencia soviética– sobre sus compatriotas.

“Ha adquirido una reputación providencial y sagrada, a semejanza de los antiguos zares. Se diferencia de ellos por el sufragio universal y por la ausencia de un linaje, pero los evoca en su posición paternalista y en el culto a la personalidad que ha inculcado”, agrega Amón.

Consultado por El Comercio, Alexander Kliment –experto del ‘think tank’ Eurasia Group y editor de Signal, un portal de asuntos internacionales– remarca la fuerza de Putin en la actual coyuntura electoral.“No es que las figuras de la oposición hayan sido suprimidas, es que no hay personalidades políticas visibles. La sociedad civil es débil, una gran parte de los rusos depende económicamente del Estado y, en términos políticos, la población es tremendamente apática”, resume Kliment.

Le inquirimos qué ocurriría si el líder opositor Alexei Navalny no hubiera sido sacado de la carrera electoral por una inhabilitación derivada de una condena judicial. “Más allá de la clase media alta en las grandes ciudades, Navalny tiene muy poco apoyo. Él no tenía chances en esta elección, pero el Kremlin busca mellar su plataforma anticorrupción con la que podría ser incómodo en el futuro”, puntualiza Kliment.

Este estudioso de la política rusa distingue razones objetivas y subjetivas en la gran popularidad de Putin. “Las primeras atañen al control estatal de los medios y las segundas son aun más fuertes: el actual mandatario es visto como el adalid de la soberanía rusa en un mundo hostil. Para muchos, él ha convertido a Rusia otra vez en una potencia, restañando la humillación que supuso el colapso de la Unión Soviética”.

–¿Hay vida después de Putin?–

Con rivales que apenas le arañan los tobillos –según las encuestas, Putin logrará más del 70% de los votos y aventajará en 60 puntos a su más cercano perseguidor– y que incluso lo reconocen como un patriota más allá de diferencias puntuales, uno se pregunta quién vendrá luego de él.

El primer nombre que aparece es el de Dmitry Medvedev, quien fuera presidente cuando intercambió posiciones con Putin, pero él se acerca más a la figura del escudero que a la del sucesor. También se menciona a Valentina Matviyenko, la mujer más poderosa dentro del aparato político; Sergei Shoigu, el ministro de Defensa; y Natalia Poklonskaya, la llamada princesa de hierro que ocupa una curul en la Duma desde el 2015.

Una interrogante que Kliment considera ociosa hoy. “Es imposible avizorar quién tomará la posta. La pregunta más importante en Rusia no es quién ganará los comicios del domingo 18, sino qué hará Putin cuando termine su próximo mandato en el 2024. Según la Constitución, él ya no podrá postular de nuevo. ¿Se allanará realmente a ello?”.

No le hacen sombra
Los candidatos de relleno en las urnas

Pável Grudinin (57)

El representante del Partido Comunista de Rusia (KPRF) es un granjero que añora los tiempos de Lenin. No pocos lo llaman el ‘capitalista rojo’.

Vladimir Zhirinovski (71)

Postula por sexta vez a la presidencia y es comparado con Donald Trump. Quiere conciliar la Rusia monárquica, la soviética y la actual.

Ksenia Sobchak (36)

La única mujer del grupo, llamada la ‘Paris Hilton rusa’, es una celebridad televisiva que se autoproclama la candidata contra todos. Su padre Anatoli fue el mentor de Putin.

Grigory Yavlinski (65)

Ayudó a liberalizar la economía soviética bajo Gorbáchov y su estrategia hoy es “casas-tierra-carreteras”.

Boris Titov (57)

El aspirante del Partido del Crecimiento se considera un liberal de derechas, defiende a los empresarios y quiere aliarse más con China.

Sergéi Baburin (59)

Se opuso a la disolución de la URSS. Apoya la política exterior de Putin, pero reniega de su entorno corrupto.

Maxim Suraikin (39)

El ‘Comandante’ Maxim representa a Comunistas de Rusia y se autodenomina el último leninista-estalinista.

Contenido sugerido

Contenido GEC