1967. Ricardo Luna tenía 26 años, un mostacho y vivía en Londres como tercer secretario de la embajada peruana en el Reino Unido. Era, como él mismo lo describe, “la última rueda del coche” de la delegación y, aun así, se montó en una carroza en dirección al Palacio de Buckingham. Junto a él, en la comitiva, viajaba también el entonces embajador Adhemar Montagne Sánchez. La misión: presentar las credenciales diplomáticas a la reina Isabel II.