Japón vivirá este martes su primera abdicación en más de 200 años. Akihito dejará de ser emperador y Naruhito, su hijo, se convertirá en la cabeza del Trono del Crisantemo. (AFP).
Japón vivirá este martes su primera abdicación en más de 200 años. Akihito dejará de ser emperador y Naruhito, su hijo, se convertirá en la cabeza del Trono del Crisantemo. (AFP).
Takeshi Hara

El emperador de Japón, Akihito, abdicó el 30 de abril, allanando el camino para que su hijo Naruhito ocupara el trono el 1 de mayo. Su decisión es descrita como la ruptura de una tradición de 200 años. En realidad, se trata del retorno a una tradición más antigua acompañada por un giro moderno.

Se dice que Akihito expresó por primera vez su deseo de abdicar en el 2010, en una reunión informal del consejo asesor de la Agencia de la Casa Imperial, el organismo gubernamental que supervisa las ceremonias y el protocolo para la familia real.

Pero ese deseo iba en contra de la Ley de la Casa Imperial de Japón, que estipula que el emperador reinará de por vida. Y así, durante algunos años, los sucesivos gobiernos no atendieron su solicitud. Presumiblemente, temían que permitir su abdicación pudiera parecer como si la voluntad del emperador estaba infringiendo las leyes que rigen la sucesión imperial –lo cual violaría la Constitución, que establece que el emperador no tiene poder sobre los asuntos de Estado–.

Luego, se produjo un desastre no relacionado, el cual trajo una claridad inesperada sobre este punto.

El 11 de marzo del 2011, una parte del este de Japón fue azotada por un terremoto masivo, que provocó un tsunami y luego un accidente nuclear en la planta de energía de Fukushima Daiichi. A los pocos días, Akihito habló en el primer discurso televisado de su reinado para consolar y alentar a su nación. Las palabras del emperador tuvieron un tremendo impacto en la conmoción y el dolor del país. Durante semanas, él y la emperatriz Michiko realizaron viajes a las áreas afectadas, visitando zonas de desastre y refugios de evacuación. La reverencia por la familia imperial aumentó.

El 8 de agosto del 2016, Akihito apareció en televisión nuevamente, en un mensaje de video, esta vez refiriéndose a su vejez; ahora estaba insinuando públicamente su deseo de abandonar el trono. Ese pronunciamiento fue, en efecto, un llamamiento directo a la gente –y una forma tanto inteligente como elegante de evitar las restricciones legales y los obstáculos gubernamentales–. No se puede decir que apelar a la nación misma para pedir apoyo constituya una interferencia política.

La administración conservadora del primer ministro Shinzo Abe, todavía reticente a revisar la Ley de la Casa Imperial, parecía entender que no podía, o sería imprudente, ir en contra de la mayoría de la gente. El gabinete nombró un panel que preparó y envió a la Diet –como se conoce a la legislatura de Japón– un proyecto de ley que crea una excepción única que permitiría abdicar a Akihito. La legislación especial se aprobó en junio del 2017, pero la Ley de la Casa Imperial no fue enmendada. Un gran compromiso, de algún tipo, había sido establecido.

Este resultado fue un juego curioso sobre la tradición y el precedente japonés.

El requisito de que los emperadores de Japón reinen de por vida ha estado vigente desde la era Meiji, a finales del siglo XIX. Antes de eso, sin embargo, los gobernantes del país eran libres de abandonar el trono, y entre 645 y 1817 más de la mitad de los emperadores de Japón abdicaron. En otras palabras, la abdicación de Akihito no es una ruptura con la tradición, sino un retorno a una práctica anterior.

Al mismo tiempo, lleva una marca moderna: el respaldo popular.
El 15 de agosto de 1945, un discurso de Hirohito –el emperador de Japón durante la guerra y el padre de Akihito– fue transmitido por la radio anunciando a la nación que Japón se estaba rindiendo a los aliados. El mensaje del emperador –interpretado como una directiva– a su vez se convirtió en la voluntad del pueblo. La lucha cesó rápidamente.

Se podría decir que el mensaje de Akihito sobre la abdicación, como el de su padre sobre la rendición, también formó la voluntad de la gente. Pero Akihito los atrajo en lugar de mandarlos. Y así, incluso cuando su abdicación se remonta a una era premoderna, también revela cuánto ha cambiado Japón en las últimas décadas.

–Glosado y editado–
© The New York Times