Terrorismo urbano, cortina de humo

Ricardo Valdés

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Terrorismo urbano y lucha contra el crimen organizado

José Cueto Aservi

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José Cueto Aservi

“Insistir con lo de terrorismo urbano es esconder las deficiencias del Estado”.

La violencia vivida en las décadas de los 80 y 90, a través de las acciones de Sendero Luminoso y el MRTA, no dejan lugar a dudas sobre lo que implica el concepto de terrorismo. Es decir, es el ejercicio de la violencia extrema para alcanzar un objetivo político, como puede ser la captura del Estado y la imposición de una ideología.

Pretender extender el concepto de terrorismo, como terrorismo urbano, a la perpetración de delitos que buscan la ganancia económica mal habida, vía el robo, la extorsión o el asesinato, es desdibujar el bien jurídico protegido, para justificar declaraciones de emergencia y suspensión de derechos fundamentales, como si con ello se fuera a resolver el problema de la criminalidad.

Las penas en el Perú por delitos comunes agravados son muy severas si se aplica la ley con rigor. Sin impunidad ni corrupción. Con servidores públicos comprometidos con su función constitucional. Pataz no requeriría de un estado de emergencia si, por ejemplo, la captura de mineros ilegales con armas de fuego y explosivos no hubiese terminado en la inmediata libertad de los detenidos, sino, por el contrario, en la inmediata aplicación del imperio constitucional de la ley.

No nos engañemos, el verdadero problema es otro. No requerimos nuevos tipos penales. Requerimos una mejor gestión de la seguridad por parte de las fuerzas del orden en sintonía con la fiscalía y el Poder Judicial. Requerimos inversión en equipamiento, comunicaciones, tecnología, especialización, inteligencia, criminalística e investigación criminal, y vehículos para el control territorial, así como para identificar y capturar a las organizaciones delictivas.

Por cierto, el Ministerio de Energía y Minas no puede ponerse de costado frente al problema de la minería no formal. Hace mucho que no vemos propuestas sobre cómo piensa afrontar una actividad que supone un fenómeno social y económico por la cantidad de familias involucradas en la extracción, logística, transporte y procesamiento del mineral de origen ilegal. ¿Podrían equipararse estas actividades a las que cumplió Socorro Popular en la época del terrorismo? ¿No suena descabellado? Y si para los que proponen el concepto de terrorismo urbano la respuesta es afirmativa, ¿cómo entender el rol de los congresistas que desean la extensión del Reinfo?

Es imprescindible que nuestras autoridades políticas a cargo de los sistemas de seguridad ciudadana y de su fiscalización asuman esta responsabilidad sin apatía y desgano, como lo vienen haciendo. De lo contrario, no nos debe sorprender que las economías criminales en el Perú crezcan y muevan más de US$9.800 millones, muy por encima del presupuesto del que disponen los sectores del Estado a cargo de la seguridad y la aplicación de la ley. De terror, ¿verdad?

Insistir con lo de terrorismo urbano es esconder las deficiencias del Estado tras una cortina de humo.