#ConMiFeNoTeMetas, por Guillermo Flores
#ConMiFeNoTeMetas, por Guillermo Flores

Parafraseando a Russell Moore, soy un miembro de la comunidad evangélica, pero también un sobreviviente de la comunidad evangélica.

He crecido en una cultura cristiana que vota por quien se oponga al matrimonio homosexual sin importar su calidad moral, considera al homosexual moralmente inferior pero dice amarlo y hace concursos para memorizar versículos pero no conoce la Confesión de Westminster. Una cultura en que se grita #ConMisHijosNoTeMetas sin mansedumbre para “proteger a nuestros hijos”, sin pensar que desprotegemos al prójimo homosexual (que también es hijo). Una cultura que se enfoca en menos de diez versículos sobre coito entre personas del mismo sexo, pero no se moviliza por los más de cien versículos sobre ayudar al pobre.

En esta cultura hay cientos de publicaciones en Facebook que explican la “posición cristiana” sobre temas políticos, muchas con una clara posición bíblica sobre el aborto o la familia. Pero ¿por qué en las últimas elecciones había una “explicación bíblica” sobre votar por Keiko Fujimori, la liberación de Alberto Fujimori y, ahora, el currículo nacional y el Decreto Legislativo Nº 1323? ¿Y por qué no había ni una palabra sobre la lucha contra la corrupción y la pobreza en un país condenado al atraso material y moral por ambos males?

Y, finalmente, llegó el conversatorio Educación y Género organizado por el congresista evangélico Moisés Guía, que invitó a diversos pastores cristianos y a las ministras de Justicia y Educación para “dialogar” sobre el currículo nacional y el decreto legislativo. Lo que comenzó entre gritos sobre “el Caperucito Rojo” de los hermanos evangélicos terminó en un llamado a la “insurgencia popular” y la vacancia presidencial por parte del congresista, quizás para congraciarse con algunos de los asistentes.

Que las demandas del partido fujimorista coincidan con las declaraciones de un líder de la comunidad evangélica no es algo nuevo, lo cual motiva sospechas de que venimos siendo utilizados políticamente desde la elección de 1990. En mayo del año pasado, pastores de iglesias independientes pertenecientes al sector ultraconservador de la comunidad evangélica se aglutinaron en la Coordinadora Cristiana Pro Valores, liderada por el pastor Alberto Santana (luego denunciado por Promsex por incitar a la discriminación contra los homosexuales), para apoyar públicamente a Keiko Fujimori, quien dijo estar en contra de la unión civil cuando estaba en el Perú, pero se manifestó a favor cuando estaba en Harvard. Como dijera el teólogo Harold Segura: “Ustedes y yo somos pastores y conocemos lo que motiva a nuestra gente más sencilla. No juzgo su sencillez espiritual, sino su inocencia política”.

Debemos evitar que nuestra comunidad evangélica sea una voz furiosa más en el debate público, que no lidera ningún cambio social en beneficio de su prójimo e, incluso, actúa como defensora del statu quo al boicotear una mayor igualdad para mujeres y una menor discriminación para homosexuales.

Muchos hermanos jóvenes lamentamos ver a la Iglesia dirigiéndose al barranco de la irrelevancia cultural y social. Para evitarlo, nuestra participación en la esfera pública debe madurar teológicamente. Siendo realmente provida y no solo antiaborto, defendiendo al no nacido pero también al que ya nació. Aprendiendo a ser profamilia promoviendo leyes que hagan más sencillo adoptar, y adoptando nosotros mismos. Tratando de evitar caer en la “tentación teonómica” de imponer estándares bíblicos a una sociedad que no ha asumido un compromiso con Dios. Predicando la verdad en la forma en que Jesús la predicó, sin demonizar al prójimo que supuestamente amamos y queremos convencer. Felizmente, tenemos voces cristianas nuevas y viejas tratando de liderar ese cambio.

El teólogo John Richard Neuhaus dijo que siempre tendríamos políticos cuestionables rondándonos, como ovejas en medio de lobos. A quienes se atribuyen la representación de toda la comunidad evangélica sin tenerla, les decimos: por favor, #ConMiFeNoTeMetas.