A un año de gobierno, lo único que este ha demostrado es desprecio.

Ha demostrado desprecio por la Constitución al no jurar por ella.

Ha demostrado desprecio al manipular y tergiversar la historia.

Ha demostrado desprecio por la unión nacional al incentivar divisiones y odios.

Ha demostrado desprecio al incumplir con sus obligaciones constitucionales.

Ha demostrado desprecio por la trasparencia al reunirse clandestinamente.

Ha demostrado desprecio por la función pública al nombrar indeseables e incapaces.

Ha demostrado desprecio por el buen gobierno al gestionar facciosamente el poder.

Ha demostrado desprecio por la rendición de cuentas al ocultar lo que realmente hace.

Ha demostrado desprecio por las instituciones democráticas al pisotearlas.

Ha demostrado desprecio al derecho de informarnos practicando el mutismo sin pausa.

Ha demostrado desprecio por la verdad al mentir sistemáticamente y por doquier.

Ha demostrado desprecio por el magisterio al favorecer a sindicados violentistas.

Ha demostrado desprecio por el Congreso al desafiarlo y amenazarlo.

Ha demostrado desprecio por la seguridad nacional al designar a comisarios políticos.

Ha demostrado desprecio por las Fuerzas Armadas manoseando sus reglas.

Ha demostrado desprecio por Torre Tagle designando embajadores sin merecimientos.

Ha demostrado desprecio por la policía nacional al descabezar a 17 generales en un acto.

Ha demostrado desprecio por la Defensoría del Pueblo al desoír sus exhortaciones.

Ha demostrado desprecio por el Tribunal Constitucional al descalificar sus atribuciones.

Ha demostrado desprecio por la contraloría al desestimar sus requerimientos.

Ha demostrado desprecio por la concertación al ignorar el Consejo Nacional del Trabajo.

Ha demostrado desprecio por el Consejo de Ministros con sus giras inútiles y mediáticas.

Ha demostrado desprecio por la libertad de prensa al perseguirla y buscar enjuiciarla.

Ha demostrado desprecio por la empresa ignorando que es la fuente principal de trabajo.

Ha demostrado desprecio por la inseguridad al petardear todo intento correctivo.

Ha demostrado desprecio por la soberanía nacional al darle carta libre a Evo.

Ha demostrado desprecio por el buen nombre de las personas al difamarlas.

Ha demostrado desprecio por el sol al depreciarlo.

Ha demostrado desprecio por la inflación al incentivarla con su inacción.

He demostrado desprecio por la legítima protesta avalando sus abusos e ilegalidades.

Ha demostrado desprecio por la justicia al evadirla.

Ha demostrado desprecio por la familia al involucrar a la suya en escándalos mayúsculos.

Ha demostrado desprecio por el Perú en el exterior al mantener un doble discurso.

Ha demostrado desprecio por la crisis sanitaria al desconocerla.

Ha demostrado desprecio por la pobreza al acrecentarla.

Ha demostrado desprecio por la credibilidad al devaluar su palabra.

Ha demostrado desprecio por el pueblo al prometer y no cumplir con nada.

Ha demostrado desprecio por la obra pública al otorgar licitaciones exprés a empresas sin las calificaciones pertinentes.

Ha demostrado desprecio por la dignidad e integridad de las personas al silenciar delitos.

Ha demostrado desprecio por la mujer al enmudecer ante los delitos de los ronderos.

Ha demostrado desprecio por la memoria al premiar a violentistas.

Ha demostrado desprecio por la salud pública al minimizar las nuevas pandemias.

Ha demostrado desprecio por el erario nacional al despilfarrar fondos públicos.

Ha demostrado desprecio por la ley al proteger a prófugos de la justicia.

Ha demostrado desprecio por la dignidad nacional al deshonrarla.

Ha demostrado desprecio por la paz al promover la violencia verbal y más.

Ha demostrado desprecio por el aprendizaje al no haber aprendido nada.

Ha demostrado desprecio a su condición de personificar a la Nación por todo lo señalado.

Finalizo esta acotada lista de desprecios preguntándome, ¿y qué ha logrado? Solo me cabe esbozar una respuesta: viviendo una crisis que parece terminal, el señor presidente Pedro Castillo Terrones merece un desprecio mayúsculo como profesor, como ser humano, como dirigente y como presidente. Así lo consideramos, así lo registramos y así lo recordaremos hasta que la justicia lo alcance, posiblemente la cárcel lo espere, el juicio de la historia emita su desapasionado veredicto y la inevitable justicia divina lo trate como corresponda.

Javier González-Olaechea Franco es Doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista