Evaluaciones docentes
Evaluaciones docentes
Paloma Noceda

Han pasado más de 60 días desde que se inició la confusa , reduciendo los reclamos, las manifestaciones, banderolas y gritos a una vedada tensión por lo que significa la “evaluación meritocrática” y el ascenso magisterial. Muchos maestros parecen no entender aún que la evaluación es un proceso y no una consecuencia, que la evaluación siempre será un medio y nunca un fin. El miedo a la evaluación muchas veces se remonta a nuestra niñez, no necesariamente por no saber la lección, sino por temor a no estar a la altura de las circunstancias, por temor a fracasar. Una de las causas la encontramos quizá en nuestro sistema educativo, que no ha sido capaz de plantear la verdadera naturaleza de un proceso de evaluación con tinte formativo y no punitivo; que logre irradiar la idea de que evaluación es igual a reflexión y oportunidad de mejora, de potenciar nuestras habilidades y reconocer nuestras debilidades, para mejorar y no para destruirnos.

Y ahí reside, justamente, el rechazo a las evaluaciones: un rechazo y temor a fracasar que se alimenta y acrecienta por el desconocimiento. Y ante las dudas, surgen los cuestionamientos: ¿El gobierno cumplió con realizar una campaña de sensibilización para implementar la capacitación y evaluación docente? ¿Sociabilizó los instrumentos de medición? ¿Aclaró las dudas de quienes serán evaluados? La respuesta es evidente y nos conduce a concluir que el desconocimiento y la falta de comunicación han llevado a miles de nuestros docentes a las calles. ¿Por qué se ha llegado a este extremo? ¿Por qué no se buscó una oportuna y pronta solución? Y la respuesta es inequívoca: una imperdonable incapacidad de diálogo y gestión, que ha afectado a más de 3 millones de niños y niñas, que están viendo su derecho a la educación vulnerada.

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) al 2030 es la consecución de una educación de calidad, como base para mejorar la vida de las personas. Para ello, debemos apuntar hacia un sistema educativo que garantice calidad y una significativa mejora en los resultados de aprendizajes en la escuela pública. Para tal fin, las evaluaciones formativas docentes deben desarrollarse en torno a criterios meritocráticos.

La Ley de Reforma Magisterial establece cuatro tipos de evaluaciones: para el ingreso, para el ascenso, para el desempeño docente y para acceder a cargos en las áreas de desempeño laboral. Las evaluaciones son absolutamente necesarias para garantizar el éxito pedagógico de cada intervención, pero estas deben partir desde una pregunta fundamental: ¿Qué clase de profesor queremos y necesitamos? Nuestras realidades son muy disímiles, no se puede exigir o aplicar el mismo criterio a un docente de Lima que a uno de Curgos, distrito ubicado a 40 minutos de la ciudad de Huamachuco, en La Libertad.

He tenido la oportunidad de dialogar con docentes de distintas regiones, la mayoría de ellos se mostraban indignados por las causas justas que todos conocemos, y otros cuya aparente motivación es la de ejercer poder en el magisterio y la sociedad. Me apego a aquellos docentes con verdadera vocación de servicio y es a ellos a quienes dedico este artículo. Conocemos la verdad no solo por la razón, sino también con el corazón, como dijo siglos atrás Blaise Pascal, y es con el corazón que yo les pido, queridos profesores, que no tengan miedo a las evaluaciones, que superen las dudas. Nosotros, desde el Congreso de la República, seremos su voz para fiscalizar y exigir al Poder Ejecutivo que antes de implementar la evaluación docente, cumpla con sociabilizar y consensuar la metodología de evaluación y la correcta aplicación de los criterios e indicadores que asegurarán que esta sea realmente transparente, con mirada a la diversidad de nuestros docentes, pero siempre con un criterio de meritocracia.

El gran educador brasileño Paulo Freire señaló que “la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar al mundo”. Es por ello importante, queridos maestros del Perú, que sigan ejerciendo esta maravillosa profesión con el entusiasmo y la dignidad con la que lo han venido realizando, sin temores, sin dudas, porque ahora más que nunca necesitamos docentes capacitados y motivados, que se esfuercen no solo por transmitir conocimientos teóricos, sino que asuman la responsabilidad de formar integralmente a nuestros alumnos en el ámbito personal, social y cultural; haciendo del salón de clases un lugar afable para convertir a nuestros niños y niñas, en hombres y mujeres dialogantes, pensantes y actuantes; pero sobre todo, con valores solidarios y humanos para construir civismo y un Perú mejor.