Heidi Paiva

Hacía mucho que no participaba en un voluntariado tan duro. Cuatro integrantes de la Brigada de Emergencia Animal del “Proyecto Libertad” nos subimos a un vuelo humanitario de la Fuerza Aérea casi sin pensarlo. Increíblemente, nos dieron un cupo, una oportunidad única e histórica de convertirnos en el primer grupo de ayuda a los que formaría parte de la delegación que viajaría a Piura para atender a los afectados por el en abril del 2017. Organizamos nuestros próximos tres días en aquel avión cargado de esperanza, pero no calculamos lo que encontraríamos al llegar.

Al día siguiente partimos hacia un refugio donde permanecían las personas cuyas viviendas se habían inundado. En estos espacios las autoridades no permitían el ingreso de mascotas y muchos perros y gatos solían quedarse en los alrededores para no separarse de los suyos mientras, del otro lado, había familias que se negaban a abandonarlos y preferían no acceder a la ayuda, quedando expuestos al peligro y a las enfermedades.

En el camino, una escena nos llamó la atención: un perrito de color blanco y negro nadaba presuroso en una “laguna” profunda formada por las lluvias. Parecía cansado y el tramo se veía largo, así que decidimos parar. Venía desde Viduque, un poblado que quedó aislado por las inundaciones, y acompañaba a su dueño a llevar agua y comida a los damnificados en una balsa improvisada. “Hay muchos animales enfermos”, nos contó angustiado. Decidimos acompañarlo.

El panorama era devastador. No solo las personas lo habían perdido casi todo y lidiaban con plagas de insectos, además de enfermedades producto del contacto con el agua contaminada; también estaban aquellas con animales como perros, gatos, gallinas o cerdos, todos enfermos, que no podían hacer absolutamente nada por ellos. Asistimos a unos 200 animales.

En medio de todo estaba Vivian, una perra pequeña de color caramelo cuya boca, nariz y ojos estaban cubiertos de mucosidad. Apenas respiraba. Su familia nos dejó llevárnosla y así cruzamos el agua contaminada para poder evacuarla. Junto con ella trasladamos a un perrito sin hogar que un anciano con un corazón de oro adoptó en medio de la desgracia y nos pidió entre lágrimas que salváramos. Ninguno lo logró. Jamás olvidaré sus caras; eran los rostros de la desidia de las autoridades frente a esas víctimas que nadie quiere ver.

Es momento de que las autoridades en el Perú ponderen la verdadera necesidad de incluir a los animales en los protocolos de atención a afectados en emergencias para garantizarles acceso a agua limpia, alimento, refugio y evacuación. En primer lugar, porque son sujetos de derechos y protección (Ley 30407), pero, además, porque su situación tiene un gran impacto en la vida de las poblaciones afectadas por los fenómenos naturales. Ya el Ministerio de Salud ha señalado en varias oportunidades que son el soporte psicológico de sus familias en la adversidad y mejoran su salud mental. Los refugios para damnificados tienen que permitir el ingreso de mascotas y para los animales de ganado o corral deben existir también opciones. Más allá de la consideración moral que merecen, dejarlos a su suerte solo agravará los problemas posteriores de salud pública.

Mientras esto ocurre, en la Brigada de Emergencia Animal del “Proyecto Libertad” estamos convocando voluntarios para brindarles esa asistencia inmediata que requiere todo ser sintiente. Los interesados pueden comunicarse al 993 595 656. Solo necesitan tener muchas ganas de salvar vidas en medio de un fenómeno cuyo mayor número de víctimas no será de nuestra especie.

Heidi Paiva es Fundadora de Proyecto Libertad