Moratoria de transgénicos, una oportunidad, por B. Roca-Rey
Moratoria de transgénicos, una oportunidad, por B. Roca-Rey
Bernardo Roca Rey

Dicen que en política no hay casualidades. Por ello, para la cada vez más numerosa y entusiasta cadena de peruanos involucrados con nuestra rica agricultura biodiversa y con la cocina que asombra al mundo, resulta preocupante el intento de algunos poderosos lobbies para presionar al nuevo gobierno y al Congreso entrante para que dejen sin efecto la moratoria de productos transgénicos por diez años, aprobada con mucho esfuerzo el 2011.

Ahora se argumenta que más de 100 premios Nobel de Medicina, Física o Química reclaman a la organización Greenpeace y a los gobiernos que abandonen su oposición a los organismos genéticamente modificados, pues no se ha probado que sean dañinos y, por el contrario, podrían aliviar previsibles hambrunas y déficits vitamínicos. Sin embargo, desde la otra orilla, hace dos años, un grupo de 800 científicos del Instituto de Ciencia en Sociedad pedían también a todos los gobernantes prohibir los productos transgénicos porque “amenazan la seguridad alimentaria, (y) promueven la biopiratería de los conocimientos indígenas y los recursos genéticos”.

Este tema, que divide a científicos y políticos, resulta muy delicado para los peruanos. No estamos en contra de las innovaciones tecnológicas, pero, hasta estar completamente seguros de que los beneficios de los transgénicos son mayores que los perjuicios, debe proseguirse con las investigaciones y con la obligación de etiquetado. Y para eso es la moratoria: tenemos aún cinco años para promover los estudios necesarios y no tomar luego decisiones improvisadas o presionadas por los intereses de unos pocos.

Está en juego el futuro de millones de peruanos. En EE.UU., donde se ha intentado que coexistan cultivos transgénicos y convencionales, más de un tercio de estos últimos se han visto perjudicados por la “polinización cruzada” o contaminación transgénica, con ingentes pérdidas económicas. 

La “polinización cruzada” es lo que el reconocido médico peruano Elmer Huerta llama “presencia adventicia, cuando el polen de una planta transgénica puede fecundar plantas vecinas y por tanto hacer que las características genéticas modificadas aparezcan accidentalmente en semillas, alimentos y granos”. Por ello, concuerda con un reporte de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. de mayo pasado, que precisa que “debido a que los productos orgánicos y no transgénicos son cada día más valiosos, cada país debe decidir, en base a sus oportunidades de mercado, qué es lo que más le conviene”.

Esto es lo fundamental para países con tradición agrícola o ecológica (la Unión Europea, con excepción de España, no permite los cultivos transgénicos); y especialmente para el Perú, que cuenta con una rica diversidad que nutre su exquisita cocina y constituye un preciado nicho de “agricultura boutique”. Nuestras profundas raíces culturales y ecológicas, y nuestras políticas de inclusión social nos obligan a repensar seriamente el tema de los transgénicos.

Es imposible no pensar en nuestras papas nativas y artesanales, rojas o moradas, precioso legado de nuestros antepasados que las seleccionaron y las hicieron no solo bellas en formas y colores, sino sobre todo llenas de sabor y al alcance de todos. Frente al cultivo de papas transgénicas, es indudable que nuestras papas nativas desaparecerían, y en lugar de miles de variedades como las que tenemos hoy, la gastronomía peruana solo gozaría de una o dos, que, por cierto, no serían peruanas.

Ello con el agravante de que las semillas transgénicas no son reproducibles y tienen que comprarse a las transnacionales conocidas, lo que sería un golpe mortal a millones de agricultores convencionales. No hay en el mundo pobre más pobre que aquel que no puede asegurar sus propias semillas.

En tal contexto saludamos la reciente declaración del presidente electo Pedro Pablo Kuczynski: “No usaremos transgénicos. Yo me comprometo a invertir 250 millones de soles en 5 años de gobierno para promover el uso de semillas convencionales que han sido estudiadas y certificadas por el Instituto Nacional de Innovación Agraria […]. Mi gobierno cumplirá con respetar la moratoria legal que tienen las semillas transgénicas hasta el 2021”.

Es lo que corresponde al interés nacional y debe entenderlo también el nuevo Congreso. Justo cuando el Perú acaba de ser elegido por quinta vez como “el mejor destino culinario de Sudamérica” y a dos meses de abrirse Mistura, resulta absurdo, sospechoso y contraproducente que se quiera echar sombra sobre estos logros que son parte ya de la Marca Perú.