Inés Ruiz Alvarado

El sábado pasado una noticia movió a gran parte del mundo del espectáculo desde el : tras la muerte de su madre Isabel, fue coronado rey. Mientras me llegaba información sobre el tema no dejaba de asombrarme la fascinación que esta ceremonia religiosa causa en gran parte de la población mundial. Lima no era la excepción. Sin duda, el del espectáculo es una de las industrias que mueve más dinero en el mundo. Según Marc Augé, la cultura como espectáculo se sostiene en la medida en que la historia o los lugares históricos logran convertirse en objetos de observación turística; es decir, como apunta la historiadora Natalia Sobrevilla, cuando lo simbólico cobra valor en la medida que exista un espectador.

Para darnos una idea de la importancia que tiene para el Reino Unido el turismo, según la Oficina Británica Nacional de Estadística, solo entre los meses de enero a agosto del 2022, recibió 18,9 millones de visitantes. El turismo real, término acuñado que refiere a la búsqueda de destinos de lujo, glamour, así como el patrimonio histórico, es una de las principales fuentes de ingresos de los británicos. No es novedad que exista toda una maquinaria pensada para atraer personas en el marco del turismo real, especialmente desde los medios de comunicación, a través de series como “The Crown”, que lo promueven. Por lo tanto, analizar el impacto que tiene en el mundo la coronación del rey Carlos III y la aceptación de la popularidad de la realeza en el Reino Unido debe medirse desde los beneficios económicos que sostienen su permanencia en el trono.

Desde una mirada personal, y después de haber vivido muchos años en Inglaterra, considero que la realeza representa un símbolo y un beneficio de capital para los habitantes de esa región. Sin embargo, al mismo tiempo, cabe preguntarse, ¿por qué es tan importante para el resto del mundo poner atención en estos símbolos cuando sabemos que su permanencia, supone o acepta que, algunos ciudadanos tengan más privilegios que otros únicamente por pertenecer a la familia real?

El turismo cultural mueve millones en el mundo y esto es no propio, solamente, del Reino Unido. En nuestro país, por ejemplo, podríamos pensar como turismo cultural algunas fiestas en diferentes ciudades que escenifican rituales prehispánicos. Una de las más populares es la fiesta del Inti Raymi. No obstante, frente a la complejidad de “escenificar” una fiesta como esta, la industria del turismo debe construir este ritual como espectáculo y adaptarla a las expectativas del turista que, en la mayoría de los casos, no conoce los significados que encierra la festividad.

Existe todo un debate entre académicos sobre la cultura como espectáculo y, en ese sentido, se adaptan y transforman ciertas tradiciones para adecuarse a la demanda del turista. Como consecuencia, esto lleva a una inevitable comercialización de la cultura. Es así que la ceremonia religiosa organizada por la casa británica para la coronación del rey se torna en un espectáculo para los visitantes, que va perdiendo su esencia para convertirse en entretenimiento y una noticia más para canales como “E! Entertainment”, donde importa más el gesto de Camila al ser coronada, o el vestido utilizado por algún famoso cantante invitado a la reunión real. Citando a John Urry, mientras los lugares e historias se reconviertan en material y, simbólicamente, en objetos de observación turística, la cultura seguirá siendo un gran espectáculo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Inés Ruiz Alvarado es decana de Turismo Sostenible y Hotelería, Universidad Científica del Sur