Más allá de la muerte, por Fernando de Trazegnies
Más allá de la muerte, por Fernando de Trazegnies
Fernando de Trazegnies

Cuando fallece una persona que queremos y que admiramos, sentimos una profunda pena porque pensamos que ya no estará nunca más con nosotros. En cierto sentido, esa apreciación negativa de la situación es correcta: no volveremos a ver al ser querido, cuando menos en este mundo.

Sin embargo, una vez pasado el trágico primer momento, notamos poco a poco que la persona fallecida sigue de alguna manera con nosotros, tiene una vida de otro tipo, está presente en nuestro sentimiento: su ejemplo nos marca el camino por seguir, nos sugiere formas de vivir, el recuerdo de su fortaleza nos proporciona ánimos que enriquecen nuestra propia vida.

En estos días, se cumplirá el primer año del fallecimiento del gran jurista y hombre de bien . Y, aun cuando esto significa que ya no está físicamente entre nosotros, su espíritu sigue presente orientando nuestras vidas y enriqueciendo nuestros conocimientos. 

Felipe Osterling tuvo una vida intensa y profundamente dedicada a los demás, al entorno en el cual vivimos, lo que constituye –o debe constituir– la base de nuestra actuación en este mundo. 

No cabe duda de que su preocupación básica era el derecho como medio de ordenamiento de una sociedad justa y próspera. Esta inquietud intensa por la adecuación de la vida social a los valores que permiten convertirla en un instrumento de superación de la humanidad estuvo presente a lo largo de toda su vida. Por este sentimiento de justicia, sin vacilaciones escogió la carrera de Derecho. Apenas terminada la universidad, sintió la necesidad de compartir lo que había aprendido a fin de que más personas tomaran este camino indispensable para organizar las conductas de manera auténticamente humana. Así, apenas un año después de haberse graduado de abogado, comenzó a enseñar en la Facultad de Derecho de la con el objetivo de “evangelizar” a las siguientes generaciones en el culto del derecho y de la justicia. Esta entrega a la enseñanza del derecho lo acompañó toda su vida, pues dio clases en dicha facultad prácticamente hasta el fin de sus días.

Pero su convicción de que el derecho es una pieza fundamental en la construcción de una sociedad humana, próspera y justa lo llevó a incursionar en la política. Así, aceptó la propuesta del presidente para que fuera su ministro de Justicia. Más tarde, intervino en la vida política del país desde un ángulo distinto, el de la creación del derecho. Fue senador de la República y presidente del Congreso.

Pero más allá y por encima de todo ello, Felipe Osterling era un jurista; y su especialidad era el derecho civil. Por ello, cuando la Comisión Reformadora del Código nombrada en 1965 quedó estancada, la Corte Suprema lo designó representante de la más alta función jurisdiccional ante dicha comisión –y, consecuentemente, presidente de la comisión– para que le diera el impulso que necesitaba. El doctor Osterling reunió a los más importantes juristas civilistas de esa época. En ese contexto, tuvo la amabilidad de nombrarme uno de sus miembros, para tratar el tema de la responsabilidad extracontractual. 

Así, se compuso un nuevo Código Civil, el que entró en vigencia en 1984. 

Pero esto no le bastaba al jurista Osterling. Dado que había sido durante 50 años profesor de Derecho de las Obligaciones, decidió escribir el tratado más extenso y completo del Perú en esa materia, que es la base de todos los contratos y, consecuentemente, del desarrollo de la economía del país. Así –con un jurista joven y muy creativo, Mario Castillo Freyre–, escribió un tratado sobre el tema compuesto por 16 volúmenes de profundo análisis.

Felipe Osterling, el maestro de Derecho, no ha muerto. Nos sigue dando clases a través de sus obras y en muchas ocasiones tenemos que consultarle asuntos complejos como lo hacemos con esos otros grandes juristas peruanos que lo acompañan en esa vida prorrogada por sus obras.