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Juan Carlos Tafur

Solo un 4% de peruanos aprueba a Nicolás Maduro, según una encuesta de Ipsos. Pero un significativo 25% respalda nada menos que a Raúl Castro y un sorprendente 45% a Evo Morales (el de mayor apoyo en toda la región). 

Por otra parte, un 18% dice aprobar el desempeño de Verónika Mendoza, casi lo mismo que Keiko Fujimori. En intenciones de voto, Ipsos indica que un 11% lo haría por Verónika Mendoza y un 4% por Gregorio Santos. En la anterior encuesta (marzo), Mendoza tenía 9% y Santos 2%. Por su parte, Datum señala que un 35% de peruanos estima que dada la crisis actual los grupos radicales tendrán más acogida (según Ipsos, un 8% –nada menos– de la población está de acuerdo con indultar a Abimael Guzmán). 

Las pesadillas derechistas ya empezaron a manifestarse. Se percibe en decenas de artículos o post en los que se da por hecho que la zozobra política presente desembocará en favor de propuestas antisistema o radicales en el ya inminente 2021. 

Hay, sin embargo, mucho por decir. En principio, no queda duda de que algo importante ha cambiado en la izquierda peruana: ya no se aprecia el esfuerzo por disimular alguna identidad izquierdista o por mostrarse amigables con algunos de los criterios más caros a la derecha. 

Por el contrario, hay un proceso de reafirmación en principios aurorales de la izquierda, lo que va desde una reivindicación del rol estatal en la dirección económica hasta la relativización institucional de la democracia representativa. 

De la mano con esa suerte de reconversión se producen acercamientos que hasta hace una década eran impensables, como los recientes de Verónika Mendoza con Gregorio Santos o de este con Walter Aduviri, Pedro Castillo y el propio Antauro Humala. 

La izquierda ha entendido que su proceso de conquista ciudadana no pasa por contentar a la derecha o a los sectores progresistas de la clase media, sino por reencontrarse con los sectores populares, aquellos que se dejaron quitar hace décadas por el fujimorismo. 

Esa vuelta a lo popular no necesariamente debiera conducir a la izquierda a propuestas colectivistas, sino que podría acercarla más bien a criterios liberales contrarios al statu quo mercantilista que nos gobierna hace décadas, pero más allá de nuestros deseos, eso no está ocurriendo. 

La izquierda busca reconquistar al pueblo proponiendo recetas populistas, en el mejor sentido del término. Entiende que hay un desgaste del modelo luego de casi 30 años. Y a la vez afila una mirada desapegada de las formalidades democráticas, quizás percibiendo que también sobre el tema hay un renacimiento autoritario en el pueblo, producto de la crisis democrática vigente. 

A ver si la derecha se pone las pilas y entiende que la invisibilización de la izquierda no es políticamente rentable y mucho menos su demonización. Hay condiciones estructurales favorables al resurgimiento de una izquierda que ya en la elección anterior casi pasa a la segunda vuelta y que muy poco antes, con Ollanta Humala y con Susana Villarán, llegó al poder. 

El mensaje de la izquierda perdió protagonismo, pero no está sumida en el deterioro casi crónico de la partidocracia tradicional. Puede resurgir y así lo está haciendo. Consolidando una buena candidatura, evitando la dispersión y afinando presencia regional, va a ser sin duda un contendor de imprevisible alcance no solo en el 2021 sino también en la venidera contienda regional y municipal. 

La del estribo: imperdible seguir las recomendaciones cinematográficas de Alberto Servat en Facebook. Gracias a su consejo, he descubierto a un extraordinario cineasta francés: François Ozon. Si quieren encontrar todas sus películas, ya saben dónde acudir.