Nueva ley insta a parientes a dar vivienda a adultos mayores
Nueva ley insta a parientes a dar vivienda a adultos mayores
Federico Salazar

El Perú enfrenta un grave problema demográfico. No se trata del exceso de población del que se alarmaban quienes buscaban el control poblacional en los años 70. Se trata, exactamente, de lo contrario.

Son de alarma las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Al margen de los problemas en la ejecución del censo, la tendencia es clara.

La población en el territorio es de 31,2 millones de habitantes. En el censo anterior (2007), sumó 28,2 millones. En 1993, el censo registró una población total de 22,0 millones.

Del censo de 1993 al del 2007, la población aumentó 27,99%. Eso da un promedio de crecimiento de 1,99% por cada año.

Del censo de 2007 al del 2017, la población aumentó 10,69%. El promedio anual, por tanto, fue de 1,07%. Las series históricas confirman esta tendencia de caída de la tasa de crecimiento de la población.

El problema de esta caída es que nos lleva, con poca posibilidad de escape, a una población más vieja, más costosa y que aporta menos a la economía productiva.

Los que trabajan y producen van a tener que cargar más sobre sus espaldas.

Los niños no generan ingresos para vivir; tampoco, la mayoría de los ancianos. La caída demográfica significa que, comparativamente, nacen menos niños.

Si hoy nacen menos niños (comparativamente), mañana habrá menos jóvenes, y, luego, menos adultos en edad de trabajar. Los adultos de hoy se convertirán en ancianos, en personas que dejarán de trabajar.

Los ancianos de mañana no solo dejarán de trabajar, sino que, además, requerirán alimentarse y atender su salud y sus necesidades. Lo pagarán las familias, los sistemas de seguridad o vivirán en la indigencia.

Si nacen menos niños, habrá luego menos aportantes en las familias. ¿Cómo solventarán los gastos de sus ancianos?

Los sistemas jubilatorios, los sistemas de seguridad social, las gerencias de recursos humanos, las gerencias de ventas de las empresas, los bancos, todos, tendrán que ajustar sus cálculos.

Si se reduce el tamaño del grupo poblacional que genera recursos, ¿a quién venderle y qué cosas venderle? Y si se amplía el grupo de adultos mayores, ¿cómo financiar sus pensiones y atenciones en salud, por ejemplo?

El grupo de 65 años y más pasó de 1,03 millones en el censo de 1993 a 1,77 millones en el del 2007.

Todavía no tenemos los resultados desagregados del último censo. Sabemos ya, sin embargo, que la población menor de 15 años disminuyó de 37% a 26,4%, de 1993 al 2017. El grupo de adultos mayores (de 60 a más) aumentó de 7% a 11,9%, según nota de prensa del INEI.

La estructura de edades del Perú en algunos años se va a parecer a la de un país europeo. Lamentablemente, ni el ingreso nacional ni el capital invertido ni la calidad institucional irán a la par. Vamos a sufrir un estrangulamiento.

Hace 27 años, mi padre, Arturo Salazar Larraín, hizo una proyección sobre la caída de la tasa de crecimiento demográfico. Proyectó entonces que esta llegaría a una tasa de 1,4% en el 2015 y a una de 1,2% en el 2020 (“La mentira sobre la población”, 1991, p. 177).

Los resultados dicen que se equivocó por optimista, pero le dan la razón en su análisis de tendencias. El envejecimiento, refiere, se da cuando 8,8% o más de la población es mayor a 60 años.

Según el INEI, el 11,9% de la población actual tiene más de 60 años. Es decir, en cuanto a demografía, el Perú ya no es más un país “joven” sino un país “envejecido”.

Nuestra legislación sobre empleo, sobre inversiones, sobre comercio, sobre crédito, sobre seguridad social, entre otros temas, está instalada en una realidad anterior. No tiene en cuenta el envejecimiento de la población en el Perú.

Salir de la pobreza quiere decir generar más recursos de los que necesitamos. Si aumenta la “carga” demográfica, será más difícil generar los excedentes requeridos.

Antes de sucumbir por estrangulamiento, hay que echar por tierra prejuicios y clichés.