Richard Webb

Dios se tomó seis días para crear el mundo y el hombre. Cumplido el proyecto, descansó un séptimo día para admirar su obra. Según los arqueólogos, todo eso ocurrió hace 200 mil años, y más si incluimos en la categoría de “hombre” a varias especies que se aproximaban al ‘Homo sapiens’ y cuya antigüedad puede pasar el millón de años.

En todo ese tiempo de evolución genética la humanidad vivió como el resto de la vida animal, con la nariz en la tierra y aprovechando la vida silvestre para sobrevivir. Solo en los últimos “segundos” de esa larguísima etapa formativa –hace seis o siete milenios– trasladó una muy pequeña fracción de su población a lo que fueron los primeros centros urbanos, como nuestro Caral, cuyos habitantes se liberaban así de su esclavitud a la tierra.

Pero, repentinamente y sin darnos cuenta –prácticamente desde el día de ayer–, el mundo ha dado un giro extraordinario. Como si estuviera siguiendo a un flautista de Hamelín, la población mundial entera se encuentra marchando repentina y masivamente desde el campo a los centros urbanos. A la fecha, la población urbana, que hace dos siglos era apenas el 7% de la población mundial, ya sobrepasa la rural, y se proyecta que en tres décadas el 70% de la población mundial se encontrará viviendo en . Lamentablemente, la percepción general –incluso de muchos especialistas de las ciencias sociales– tiende a lamentar esa tendencia, con referencias a diversos aspectos negativos como son los típicos problemas urbanos de salubridad, trabajo informal y vivienda precaria, además de una imagen romántica de la vida rural, pero sin comprender las poderosas ventajas que trae la ciudad.

Lo que está faltando primero es una comprensión de la extraordinaria productividad que crea la vida urbana, a pesar de la evidente y estrecha relación que la ciudad ha tenido con el rápido desarrollo de muchos países durante el último siglo, primero en Europa y luego en países como China e India. Felizmente, la evolución productiva asociada a las nuevas tecnologías cibernéticas nos provee de un instrumento didáctico para comprender y apreciar la lógica de la . Así, es fácil comprender y apreciar las enormes economías asociadas al concepto de la “economía plataforma”, asociada a tecnologías muy conocidas como Netflix, Uber, Airbnb, Google y Facebook. Lo que es menos comprendido es que, aun sin las ayudas modernas de Internet y de computadoras, la esencia de una ciudad es su función como plataforma, acercando los múltiples actores en un proceso productivo, no solo los productores directos, sino también la diversidad de posibles clientes y competidores, todo eso al alcance de la vista y/o comunicación.

Una de las intuiciones más acertadas de Adam Smith se refirió al grado de especialización de la mano de obra que puede ser mucho mayor en una ciudad donde coexisten muchos fabricantes de algún producto. Hoy, las ventajas productivas de la ciudad empiezan a ser mejor comprendidas por economistas y especialistas de negocios, aunque su explicación se vuelve difícil por tratarse de mecanismos no bien conocidos ni explicados en los textos tradicionales. Se recurre, por ejemplo, a términos como el del escritor Pankaj Ghemawat en un análisis titulado “Mundo 3.0″. El economista Richard Florida se ha sumado al esfuerzo por entender las bondades urbanas, enfatizando el papel central de la creatividad en la economía moderna, mientras que los autores Stian Westlake y Jonathan Haskel nos abren los ojos en cuanto al capital intangible. Las ventajas de la urbanización han sido estudiadas desde algún tiempo, pero su análisis ha aumentado en los últimos años, impulsado especialmente por entidades internacionales que buscan estimular una mejor gestión pública urbana.

A pesar de los nuevos estudios sigue existiendo un déficit de atención y de conocimiento. La urbanización masiva –un traslado domiciliario gigantesco, pero también de los valores y la cultura asociadas a la forma de vida humana– es quizás el cambio más grande y sorpresivo desde la creación del hombre. Sugiero que lo entendamos como la obra del día ocho de la creación.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Richard Webb es director del Instituto del Perú de la USMP