“Entre el 2009 y el 2019, ¿qué cambios estructurales soportan que el Dow Jones haya cruzado los 29.000 puntos? Ninguno”. (Foto referencial: AFP).
“Entre el 2009 y el 2019, ¿qué cambios estructurales soportan que el Dow Jones haya cruzado los 29.000 puntos? Ninguno”. (Foto referencial: AFP).
/ JOHANNES EISELE
Juan José Garrido

La nomenclatura pro Estado nos advierte, de nuevo, que estas crisis financieras son cíclicas, que no hay mucho por hacer salvo intervenir la economía. Que ante la pérdida de puestos de trabajo y la falta de dinero para cubrir las inversiones iniciadas, la respuesta obvia es reaccionar inyectando más dinero y crédito, regulando además los mercados laborales (más allá de la realidad financiera de las empresas). Es lo que se hizo en la crisis de 1929 y, recientemente, en la del 2008. ¿El resultado? En efecto, las economías se recuperaron, solo para recaer nuevamente: de la de 1929 salimos recién a mediados de los 40, con la reconstrucción posguerra; ¿y la recuperación del 2008 no prueba que dicha lógica funciona? Pues estamos viendo los resultados. En simple, para salir de una crisis, creamos otra.

Una vez más, el mundo financiero enfrentará el mismo dilema: ¿crear una sensación de acción y recuperación, a sabiendas de que creamos –en paralelo– otra crisis futura, o dejamos que la economía se ajuste –a sus valores reales–, y nos encaminamos hacia un proceso de desarrollo basado en mejoras reales y no en malabarismos monetarios?

Los que mejor han entendido las crisis económicas han sido aquellos de la llamada Escuela Austríaca de Economía. Para muchos, una sarta de teóricos sin evidencia matemática, pero que, al final, fueron los que se hicieron la pregunta correcta, siguiendo una lógica simple, pero precisa. Uno puede entender la crisis de una empresa; uno podría entender una crisis sectorial. Empero, no tiene sentido que todas las empresas, en todos los sectores, tomen malas decisiones simultáneamente. La pregunta clave entonces es: ¿qué lleva a la gran mayoría de empresarios, inversionistas y consumidores a tomar malas decisiones simultáneamente?

La respuesta es simple: la manipulación del costo del dinero, la referencia de valor de todo lo que circula en la economía. Cuando los bancos centrales regulan el costo del dinero, vía la tasa de interés, envían una señal errada a inversionistas y consumidores; ellos, naturalmente, actúan con dicho costo en mente, e invierten y consumen asumiendo que la economía está sólida.

¿Cuándo se produce la crisis? Cuando se acaba la disponibilidad de dinero para terminar las malas inversiones y el mal consumo. Entre octubre del 2007 y febrero del 2009, el Dow Jones pasó de los 14.000 puntos a los 7.300. Entre el 2009 y el 2019, ¿qué cambios estructurales soportan que el Dow Jones haya cruzado los 29.000 puntos? Ninguno. Ni Estados Unidos ni China ni Europa ni Japón –cerca del 55% de la economía global– han mejorado sustancialmente su productividad. De hecho, si algo ha pasado en estos diez años, es el ascenso del populismo (particularmente en Rusia, China y Estados Unidos), de las microrregulaciones y algo de proteccionismo. ¿Qué sostiene el múltiplo? Dinero barato.

Como un atleta, una economía puede mejorar con base en fundamentos o apelando a la “pichicata”, sustancias –soluciones– que buscan cortar camino o dar una apariencia de mejora, pero sin apoyos reales.

Los mercados, por cierto, ya venían avisando una crisis, pero descubrirá la real estructura de mercados, consumo e inversión. Vista la historia, habría que apostar que iremos, una vez más, por los anabólicos monetarios.