Dos perspectivas sobre la unión civil, por Verónica Zavala L.
Dos perspectivas sobre la unión civil, por Verónica Zavala L.
Redacción EC

VERÓNICA ZAVALA LOMBARDI 

Gerente de la Oficina de Planificación Estratégica del Banco Interamericano de Desarrollo

En el Perú se acaba de rechazar la Unión Civil para parejas del mismo sexo. He seguido el debate de cerca porque me atañe a mí y a mucha gente que quiero, pero debo decir que el tema de derechos humanos no es mi especialidad. Por ello, primero abordaré esta discusión desde una perspectiva profesional que sí conozco: la del desarrollo.
En el mundo del desarrollo –del diseño de políticas y programas para que las economías crezcan y las oportunidades de los ciudadanos sean cada vez mayores y se distribuyan más equitativamente-  ha irrumpido con fuerza el tema del costo de la discriminación contra la población LGBT. 

Ello es consecuencia natural de lo que se ha aprendido con base en evidencia empírica sobre la discriminación a otros grupos en el sentido que discriminar por razones de género o de raza no solo está mal y atenta contra los derechos humanos sino que es económicamente dañino. ¿Por qué? Una razón es que es una fuente de ineficiencia a nivel sistémico: la sociedad no toma todas las decisiones haciendo uso de su mejor talento porque excluye a talentosas mujeres o personas de grupos afrodescendientes o indígenas y, por otro lado, paga las consecuencias de que esas decisiones las tome gente menos inteligente, preparada o creativa.  En esa misma línea, hay otros estudios sobre el desempeño del sector privado que concluyen empíricamente  que las empresas que incorporan a mujeres a sus directorios –el máximo órgano de toma de decisiones- se desempeñan mejor tanto en términos financieros como de ventas que aquellas en que solo hay hombres, gracias a una mejor combinación de talentos. Hay otros costos asociados a la discriminación: aquellos que tienen que ver con el acceso a la salud (e.g. los costos económicos de la violencia contra la mujer), con la marginalización (desde menor productividad hasta incremento de la violencia), etc.  La evidencia viene haciendo que se tomen medidas correctivas de política en contra del racismo y de la discriminación a la mujer (aunque aún hay bastante camino por recorrer). 

¿Y qué pasa con la discriminación LGBT? Todos sabemos que hay esos mismos costos (sub-utilización e ineficiente combinación de talentos, costos directos en salud, etc.) pero hay un gran reto en cuanto a los datos: la información sobre sexo y raza es abundante  en tanto que la de orientación sexual es casi inexistente (tanto a nivel censal como a nivel de empresas). Por eso hoy, tanto agencias bilaterales de desarrollo como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), estamos comenzando a invertir en  generar el conocimiento que permita estimar cuánto deja de crecer el PBI de un país por discriminar a la población LGBT. Estudios preliminares, como el liderado por Lee Badgett para la Asociación Internacional para el Desarrollo (AID), señalan una relación estrecha entre desarrollo económico y homofobia -a menor desarrollo económico, mayor homofobia- y que ello se debe a menor productividad, mayores costos en salud pública y en programas sociales además de  incentivos inadecuados para la eficiente inversión en capital humano. Otro conjunto de estudios de corte econométrico  estima la relación entre mayores derechos a la población LGBT (desde la descriminalización de las relaciones hasta el matrimonio o la adopción) y bienestar económico. La relación es positiva e impactante: cada derecho adicional corresponde a un mayor PBI per cápita de 320 dólares. Esto no quiere decir que el PBI crece 320 dólares por aprobar cada derecho, pues en ese mayor per cápita se mezclan, por decirlo, el huevo y la gallina: (i)  mayor productividad y menores costos vinculados a la homofobia, (ii) mayor acumulación de capital humano al reducir la discriminación en las escuelas, (iii) el hecho que países con mayores ingresos tienden a tener valores post-materialistas y (iv) que hay también una modernización estratégica que es resultado de otorgar derechos para conseguir los beneficios que estos generan (por ejemplo turismo, comercio, o gasto en bodas). Saber cuánto es atribuible a cada factor y qué políticas son las adecuadas para corregir la discriminación es una nueva tarea de las instituciones de desarrollo y de los gestores del desarrollo en cada país.

Como decía al inicio, la semana pasada no se consiguió aprobar uno de los más básicos de esos derechos: la unión civil de dos personas del mismo sexo. No me queda duda que la Unión Civil se aprobará porque se funda en  dos pilares centrales: la igualdad y el respeto a la libertad. Ese es el curso de la historia y el progreso –lo que se demuestra con el decidido respaldo de los jóvenes- el Perú y en el mundo. 

Los argumentos en contra mencionan a la familia. Aquí quiero dar una segunda perspectiva: la personal. Tengo la suerte de tener una familia muy unida, solidaria, comprometida con la cosa pública, feliz y orgullosa del “buen nombre” que nos dejó nuestro papá. Tengo una mamá maravillosa que tiene mucha fe y también mucho corazón, tres hermanos que son además mis amigos y 8 sobrinos simpáticos, talentosos, distintos, que van buscando sus caminos y a los que sigo con atención en sus carreras de música, psicología, comunicaciones, administración o derecho, además de aconsejarlos más de lo que ellos quisieran. No creo que alguno se haya “confundido” por haber bailado en mi matrimonio; más bien  creo que salieron con una certeza: que su familia siempre estará del lado de su felicidad.