Macarena Costa Checa

Dos narrativas opuestas se han consolidado en los últimos días y semanas. La que sostiene que estamos ante un régimen cívico-militar y un gobierno sanguinario, y la que tilda a los manifestantes de terroristas y azuzadores.

Cuando las versiones de las partes involucradas son tan diferentes entre sí, la verdad usualmente se encuentra más cercana a la mitad del camino. La realidad no es binaria y en conflictos como el que vivimos se agudizan la polarización y la percepción de que solo existen dos posibilidades: todo o nada, el blanco o el negro, tu bando o el mío.

Pero varias cosas pueden ser ciertas a la vez. Sí, la delincuencia y el vandalismo contra la propiedad pública y privada son una parte de las . También es cierto que se han visto prácticas subversivas en las mismas y que grupos vinculados a economías ilegales tienen intereses y operan dentro de los movimientos.

Por otro lado, no puede negarse que la reacción del Ejecutivo puede, en varios casos, haber sido desproporcionada. Estamos hablando de 40 peruanos fallecidos desde que se iniciaron las protestas. Les toca a las autoridades competentes investigar las circunstancias en las que se produjo la muerte de cada uno de aquellos ciudadanos, incluida, por supuesto, la del policía que fue asesinado y quemado en Puno esta semana.

Fuera de lo anterior, lo cierto es que también existe un grupo grande de peruanos que, azuzados o no, están movilizados en base a reclamos que ellos consideran legítimos y que deben ser escuchados.

La generalización es dañina en situaciones tan delicadas como las que vivimos. Por más tentador que sea, debemos alejarnos de las simplificaciones. Repetir lo que escuchamos sin cuestionarlo solo demuestra la desconexión que tenemos con la realidad y sus complejidades.

La lamentable verdad es que los están alejados de la razón y mantener esa visión impide hallar puntos de encuentro (por el contrario, sigue agravando la polarización y debilitando las posibilidades de convivencia). Se aferran tanto a sus posturas que la noción de encontrarse en un punto más cercano al medio les aterra.

Si no empezamos a escucharnos, nos va a pasar lo peor que le puede pasar a un país: nos vamos a acostumbrar a que todos los días mueran compatriotas de manera violenta. Porque 40 muertes indignan, pero si ese número sigue subiendo, eventualmente se convertirá solo en una estadística. No podemos llegar a eso. No podemos acostumbrarnos a la . No hay salida clara para este enredo, pero nosotros, como peruanos, podemos empezar por soltar las narrativas de los extremos y caminar hacia un punto más cercano al medio.

Macarena Costa Checa es politóloga