Globalización asimétrica, por Francisco Miró Quesada Rada
Globalización asimétrica, por Francisco Miró Quesada Rada

Durante la inauguración de la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), realizada en Chile en el 2014, Michelle Bachelet dijo que la desigualdad es uno de los temas más preocupantes de la globalización, un problema que requiere solución para alcanzar la justicia social.

Lo dicho por la presidenta chilena ha sido advertido por diversos organismos internacionales, preocupados por la asimetría que la globalización está produciendo en el mundo.

Como se sabe, la globalización tiene aspectos negativos y positivos. Entre los positivos, está el crecimiento económico que se ha producido en los últimos años. Entre los negativos, se observa que este crecimiento es desigual, porque en lugar de que la riqueza se expanda hacia todos los ciudadanos, se está concentrando en una minoría, lo que deviene en una contradicción. 

Si hay crecimiento económico, debería haber menos desigualdad. Sin embargo, los hechos en lo inmediato están demostrando lo contrario. Decimos en lo inmediato porque si se hace un análisis histórico de la igualdad, no cabe la menor duda de que existe una evolución.

El economista francés Thomas Piketty señala que en los últimos 50 años se han producido períodos de mayor igualdad, como en las décadas de 1960 y 1970, gracias al funcionamiento del Estado de bienestar.

Sin embargo, esta igualdad ha sido propia de los países desarrollados y no de los que están en vías de desarrollo. El autor de “El capital en el siglo XXI” (2013) demuestra cómo con el advenimiento del neoliberalismo, ideología predominante de la globalización, ha aumentado la desigualdad.

El estadounidense Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001, añade que la globalización asimétrica está “sesgada, ya que pone a los trabajadores en una posición negociadora desventajosa frente al capital”. Esto se debe –según Stiglitz– a que si bien la globalización ha beneficiado a muchas personas, por otra parte, ha excluido a otras, porque las grandes corporaciones empresariales han gestionado la economía en su beneficio. En consecuencia, han disminuido los salarios y la protección social.

Analizando la sociedad estadounidense, Stiglitz concluye, coincidiendo con Piketty, que la riqueza está concentrada en el 1%, lo que afecta al 99% restante, debido a que la mayor proporción de los ingresos de este 1% está en las rentas. 

Esta situación “ha trasladado los dólares desde la parte de abajo y la de un medio hacia arriba, distorsionando el mercado en beneficio de unos y en perjuicio de otros”.

Para evitar la desigualdad económica, porque hay otros factores que la generan, Stiglitz, como también lo hace Piketty, plantea extender la educación para los más pobres, mejorar los ingresos, la salud y la seguridad social. Además, propone un control democrático que priorice el bienestar de los ciudadanos y evite la concentración tanto de la riqueza como del poder.

Este problema no se produce porque haya mercado, que por lo demás no es solo una realidad económica vigente, sino también social. Puede y debe haber más y mayor igualdad en las relaciones de mercado. 

Por eso, Stiglitz afirma que la democracia puede señalar el camino hacia la igualdad. “Los integrantes del 99% podrían llegar a darse cuenta de que han sido engañados por el 1%: que lo que conviene al 1% no es lo que les conviene a ellos. El 1% ha hecho todo lo posible por convencer a los demás de que no es posible un mundo alternativo: que hacer cualquier cosa que no quiera el 1% perjudicará inevitablemente al 99%”. 

Esta justificación del 1%, para el autor citado, es un mito, no obedece a la realidad. En consecuencia, para lograr una economía más próspera y eficiente, con el fin de tener una sociedad justa, menos desigual, hay que confrontar el mito.