"Caballero explicó que la cifra había sido mal calculada, y que la verdad era el revés de lo que se decía: en realidad solo 20% de la tierra agrícola estaba en manos de las haciendas". (Foto: Difusión)
"Caballero explicó que la cifra había sido mal calculada, y que la verdad era el revés de lo que se decía: en realidad solo 20% de la tierra agrícola estaba en manos de las haciendas". (Foto: Difusión)
Richard Webb

El joven economista español llegó al Perú contratado para apoyar la recién iniciada por el gobierno militar del General Velasco. Durante una década, Caballero participó en la gestión de esa medida mientras hacía docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú y publicaba varios destacados trabajos sobre la agricultura peruana. En estos descubrió, en particular, el agro minifundista de la sierra.

Medio siglo más tarde, la economista peruana Elena Álvarez, excolaboradora de Caballero y hoy docente en los EE.UU., ha editado una compilación de doce miradas desde la ciencia social a la obra de Caballero, obra que para muchos sigue siendo el esfuerzo más acertado y dedicado para comprender la pobreza rural y evaluar posibles soluciones. El resultado es un aporte doble: el conjunto de ensayos estimulados por Álvarez constituye una de las miradas más interesantes y actuales a la agricultura minifundista. Pero al mismo tiempo, es una autorrevelación –una mirada al mirador– que descubre el contraste entre las interpretaciones de hoy y las de hace medio siglo. Cabría mencionar que Caballero confesaba una abierta posición de izquierda, y quienes lo conocían más personalmente sabían de su acercamiento con grupos de militancia radical, posición consistente con su insistencia en la necesidad de la reforma agraria ya iniciada.

Sin embargo, sus estudios pioneros de la agricultura de la sierra lo llevaron a dos conclusiones con relación a la reforma ya iniciada, las que explicó con gran claridad. Primero, que las cifras de concentración de tierras en manos de hacendados no eran ciertas. La cifra más repetida en esos momentos era la del 80% de superficie agrícola que se decía estaba en manos de las grandes haciendas, y que podría entonces ser redistribuida por la reforma. Con datos detallados, Caballero explicó que la cifra había sido mal calculada, y que la verdad era el revés de lo que se decía: en realidad solo 20% de la tierra agrícola estaba en manos de las haciendas. Además de aclarar la poca tierra disponible para redistribuir, Caballero abundó en la explicación de las diversas limitaciones de calidad, clima, erosión y falta de conocimientos que limitaban las posibilidades de la pequeña agricultura de la sierra. Su análisis aprovechó los datos y estudios más actuales, pero hacían eco de una opinión pesimista de larga data con relación a las extremas limitaciones de la agricultura de la sierra, tanto por las condiciones físicas como las humanas.

De allí su segunda conclusión. Era evidente, escribió, que la reforma tendría un impacto muy limitado en la pobreza de los minifundistas: “este proceso de transición inacabada seguirá adelante; y con él el atraso y la miseria del campesinado andino”.

La evidencia recogida en gran detalle por Caballero sustentaba claramente su pesimismo en cuanto a la reforma, y en cuanto a la agricultura serrana en general. Y los siguientes eventos –la crisis económica de los años 80 y el terrorismo– no hacían más que reforzar esa conclusión. Sin embargo, la pequeña y mediana agricultura de la sierra ha sido uno de los sectores más dinámicos del último cuarto de siglo, generando un crecimiento de ingresos familiares que ha superado los de la costa y de las áreas urbanas. El Perú se encuentra viviendo un auge de volumen y diversidad agrícola, en sus tres regiones de costa, sierra y selva, que ha sido poco percibido. Mi propia contribución al libro de Elena describe el sorprendente crecimiento agrícola en dos provincias de extrema pobreza en Huancavelica.

El libro de Elena Álvarez es particularmente oportuno entonces, puesto que crea una base de diversas opiniones y especialidades de las ciencias sociales para empezar a entender, tanto los aciertos como los errores de Caballero (y de todos los que compartíamos sus explicaciones), y así avanzar hacia una política mejor informada para reforzar lo que debe seguir siendo un objetivo prioritario de cualquier gobierno –la aceleración de la conquista de la extrema pobreza nacional, que todavía se encuentra principalmente en la Sierra–.