Iván Alonso

En la víspera de Navidad ha muerto Martin Ravallion, el mundialmente famoso australiano que definió la “línea de ”. Gracias a él contamos con un criterio riguroso, hasta donde es posible el rigor en asuntos como estos, para medir la pobreza y su evolución alrededor del mundo. La influencia que eso ha tenido en la profesión lo habría hecho merecedor del premio Nobel de economía.

“La economía es, en esencia, el estudio de la pobreza”, reza la cita de otro economista, Max Hartwell, que Ravallion puso al frente de su página web. Otra manera de decir que es el estudio de “la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”, parafraseando a Adam Smith. En su inmensa lista de publicaciones aparecen una y otra vez los temas de la pobreza, el crecimiento, la hambruna, la desigualdad.

Llegó a ser director del departamento de investigación del Banco Mundial, donde trabajó por casi un cuarto de siglo. Fue allí donde, en 1990, propuso definir la pobreza –la pobreza monetaria, según la discutible precisión de otros economistas– como una capacidad de compra igual o menor a US$1 al día por persona. Ese sería el ingreso mínimo indispensable para cubrir las necesidades básicas de un adulto (casa, comida, ropa). La cifra ha sido modificada con el tiempo, naturalmente, porque los precios de las cosas han ido subiendo. Actualmente el Banco Mundial, considerando que el poder adquisitivo de un dólar varía de un país a otro, traza la línea en US$3,20 al día para países de ingresos medio-bajos y US$5,50 para los de ingresos medio-altos, como el Perú.

La medición sistemática de la tasa de pobreza –el porcentaje de la población que vive con ingresos por debajo de esa línea– ha permitido mirar más allá del crecimiento del PBI per cápita (o ingreso promedio por habitante) a la hora de juzgar los avances o retrocesos en el bienestar económico. En el Perú el PBI per cápita ha crecido alrededor de 50% en los últimos 15 años. Pero sabemos, además, que millones de personas han salido de la pobreza. La tasa de pobreza bajó de 42% en el 2007 a 20% en el 2019 (antes de la pandemia) a nivel nacional; y en cada región natural se redujo más o menos a la mitad: de 29% a 15% en la costa, de 58% a 29% en la sierra y de 56% a 26% en la selva. A eso podemos llamarlo, sin la menor duda, progreso.

¿Cuánto tiempo tomaría sacar a mil millones de personas de la pobreza?, se preguntaba Ravallion en un artículo hace unos años. Se estimaba que en ese momento había 1.200 millones de pobres en el mundo entero. Asumiendo una “trayectoria optimista dentro del rango de la experiencia”, Ravallion calculaba que el objetivo podía alcanzarse entre el 2025 y el 2030, siempre que los países en desarrollo fueran capaces de mantener las condiciones para un crecimiento económico sostenido, evitar grandes crisis financieras y asegurar el acceso de los pobres a la educación, la atención médica, las oportunidades de trabajo y el crédito. Acá podemos decir que en eso, justamente, estábamos.

Iván Alonso es economista