(Foto: Anthony Niño de Guzmán)
(Foto: Anthony Niño de Guzmán)
Federico Salazar

El mensaje a la nación del presidente Vizcarra confirma un cambio de actitud y una voluntad de liderazgo. El país reclama y requiere ese cambio. Es necesario, pero, lamentablemente, no es suficiente.

Para revertir el proceso de descomposición de nuestras instituciones se debe partir de un diagnóstico. Si el gobierno hizo uno, debería compartirlo. No lo ha dado a conocer y no parece, en realidad, tenerlo.

Ni el gobierno ni nadie ha estudiado el problema de la degradación de nuestras instituciones. No lo han hecho, ni siquiera, las facultades de derecho de las universidades.

Las facultades de derecho se dedican a fabricar abogados, jueces o fiscales. No estudian. No estudian, por ejemplo, los procesos de cómo los estudios privados o la práctica jurisprudencial se llenan de conocedores de códigos, decretos y legislaciones, pero no de teóricos del derecho o juristas perspicaces.

¿Hay, acaso, un estudio del Caso Orellana, donde se revele qué mecanismos institucionales fueron aprovechados por esta mafia? ¿Tenemos el listado de las instituciones que fueron coladera para la coima, la negligencia, la falsificación o el chantaje?

El presidente Vizcarra propone una reforma constitucional sobre el Consejo Nacional de la Magistratura. Quiere reemplazar el sistema actual de elección de consejeros por un sistema de concurso público de méritos.

El sistema actual debe cambiarse, definitivamente. Sin embargo, el concurso público de méritos, ¿nos inmuniza contra los amañadores de concursos públicos?

Aquí la clave no está en los mecanismos de selección, sino en los mecanismos de control y vigilancia. Cualquier sistema puede ser infiltrado por delincuentes o indeseables. ¿O es que en el Perú los concursos públicos nunca son amañados?

Está bien, por supuesto, reemplazar el sistema de selección corporativo de consejeros por uno nuevo. Por sí solo, sin embargo, eso no hará un cambio sustancial.

Lo mismo sucede con la propuesta de no reelección de congresistas. No reelegir a un mal congresista no anticipa nada sobre el congresista que entraría en su reemplazo. ¿Por qué tendría que ser mejor?

En términos generales, más bien, la historia muestra que la calidad (profesional y moral) de los congresistas ha venido decreciendo. Ello sugeriría que la siguiente elección sería peor, más allá de si es o no una reelección.

El presidente ha lanzado el Plan Nacional de Integridad y Lucha contra la Corrupción. Ha puesto en marcha un Modelo de Integridad Pública para prevenir la corrupción. Va a fortalecer 14 Comisiones Regionales Anticorrupción.

Con toda simpatía por el presidente Vizcarra, debo decir que esto no servirá de mucho. Esta salida crea, más bien, una complicación burocrática en el control de la gestión pública.

La integridad es un conjunto de virtudes que tienen algunos seres humanos. Para que haya más personas íntegras en la administración pública se requiere un proceso de selección y motivación que capte más personas íntegras que personas inmorales.

Los controles de la gestión pública no deben dejarse de lado. Lo esencial y definitivo, sin embargo, en este caso, es la manera y condiciones como se capta el personal.

Nuestro sistema administrativo, ¿ofrece una carrera compensadora a los jóvenes estudiantes? Nuestro sistema penal, ¿castiga la responsabilidad en la actuación pública? Por ejemplo, si un juez encarcela a una mujer basado en un error de identificación, ese juez, ¿asumirá algún tipo de responsabilidad?

No hay un planteamiento sobre el tema de fondo de las responsabilidades. Ninguna empresa de transporte público, por dar otro ejemplo, se hace responsable de contratar a un chofer temerario. Ningún chofer irresponsable indemniza a la víctima con la venta del vehículo causante de un accidente.

No se establece la responsabilidad y cuando se establece, no se hace cumplir. Una sociedad en la que la responsabilidad no es uno de los valores vigentes, ¿puede crear la integridad desde una oficina de integridad, desde un plan de integridad o desde una comisión de integridad?

El mensaje del presidente Vizcarra revela buenas intenciones y ganas de hacer algo. Lamentablemente, las ideas de las que parte no parecen constituirse en remedios eficaces contra el mal que nos retiene en el subdesarrollo y la pobreza: la corrupción.

Como decía Martínez Morosini, “aquí no pasa nada”.