Navidad sigue siendo Jesús, por Rossana Echeandía
Navidad sigue siendo Jesús, por Rossana Echeandía
Rossana Echeandía


“La verdad padece, pero no perece” es una de las deliciosas frases de , esa doctora de la Iglesia, genial y santa, cuyo quinto centenario de nacimiento se celebrará en marzo próximo. 

La popular frase está tan vigente estos días como en aquellos de la escritora y mística española que de manera memorable lidiaba, con gracia y aguda sabiduría, con las discusiones que estaban de moda en la España del 1500.

Estos días tan desbordantes de bulla y actividad, de consumo y agitación, siguen siendo días de Navidad. Aunque algunos pronuncien la palabra con un significado distinto y hasta envíen tarjetas deseando solo felices fiestas, lo que realmente celebramos es Navidad, el nacimiento de Jesús, de Dios hecho Hombre, el misterio insondable del que nadie nos puede convencer y que solo se puede atisbar en la experiencia personal. 

Revisando lo que había escrito el año pasado por estas fechas, me di cuenta de que no había algo nuevo que pudiera decir sobre la . Es decir, podría escribir algo distinto, pero en el fondo siempre sería lo mismo: la Navidad es Jesús.

La fuerza de lo que se conmemora es tan potente que nada ha sido capaz de ahogarlo, ni las ideologías que una y otra vez han combatido a Dios a sangre y fuego, ni la incredulidad que lucha contra Él a punta de indiferencia, ni las tragedias personales de cada persona concreta o la abundancia que nos hace prescindir de Él. 

Los intentos de darle otro significado han sido numerosos a lo largo de la historia. En la cúspide de su poder, los nazis pretendieron apropiarse de la Navidad llenándola de contenidos nacionalsocialistas que incluían villancicos con letras que alababan a Hitler y los líderes germanos. Llegaron al extremo de hacer una guía de cómo celebrarla, donde señalaban que en vez de la estrella de Belén, por ejemplo, el árbol debía llevar una esvástica y los reyes magos eran obreros alemanes que viajaban en busca de Hitler.

Actualmente, la mayoritariamente budista y comunista China también festeja la Navidad (allí apenas el 3% o 4% de la población profesa el cristianismo, aunque es una cifra creciente). Sin embargo, el protagonista de la fiesta es Santa Claus, presente en todos los centros comerciales de la ciudad. Como en China, en otras partes del Asia pudiente, con poblaciones cristianas reducidas, la celebración se ha expandido, aunque tiene una carga casi exclusivamente comercial. El intercambio de emociones y de regalos que ayuden a expresarlas es el objetivo.

Así como ocurrió en la Alemania nazi y hoy está pasando en diversos países asiáticos, también en esta parte del mundo hay un intento por secuestrar la fiesta de Navidad, vaciarla de su contenido religioso y aprovecharla para movilizar emociones y activar el consumo. 

No obstante, aunque el colorado Santa Claus está presente en todas partes, también es frecuente ver representaciones del Belén con la Virgen, San José y el Niño calentado por los animales del pesebre. Así ocurre en ciertas calles de Lima y mucho más en los pueblos del interior del país, donde el sentido de lo trascendente está más a flor de piel. Y ocurre sobre todo en los hogares donde la tradición de armar el nacimiento se mantiene; en algunos casos empujando un poquito entre tantos regalos, pero allí está.

Retomando las palabras de Teresa de Ávila, la verdad de lo que ocurrió hace unos dos mil años en Belén podrá estar padeciendo, pero no ha de perecer. Navidad sigue siendo Jesús.