Necesitamos que el Gobierno gobierne, por Enrique Bernales
Necesitamos que el Gobierno gobierne, por Enrique Bernales
Enrique Bernales

La frase no es mía, sino de un economista de la talla y el rigor profesional y académico de Juan Mendoza, profesor de la Universidad del Pacífico. No son pocos los intelectuales, empresarios, medios periodísticos y gremios en general que comparten la sensación de ausencia de elementos, como la coordinación, la claridad, las comunicación, etc., en el Gobierno, lo que no contribuye a la certeza colectiva de que estamos bien gobernados. Partiendo del supuesto de que las críticas al Gobierno son siempre necesarias en democracia, y más cuando carecen de ánimo obstruccionista, porque no se puede negar la alegría y esperanza que acompañaron la elección de Kuczynski, ¿qué es lo que está pasando para que las expectativas se conviertan para algunos en escepticismo y para otros en decepción? 

Enuncio algunos factores o situaciones concurrentes que, a mi juicio, configuran elementos de perturbación para una mejor gestión del Gobierno.

Primer abecé de la ciencia política: una elección presidencial se puede ganar con un buen candidato, inteligente, carismático y con experiencia, como lo fue PPK el 2016. Por eso, y favorecido por un circunstancial antifujimorismo, ganó. Pero la experiencia nos dice que una cosa es ganar y otra gobernar. Para lo segundo se necesita un partido organizado, equipos consistentes donde se avengan políticos inteligentes y honestos con técnicos dispuestos a aprender la importancia de las decisiones políticas; asimismo, gente con habilidad para el manejo de coyunturas complejas, de modo de gobernar con realismo y aplicando programas sensatos, cuyo punto de partida sea la atención a las necesidades colectivas. Así, deviene en buen gobierno preocuparse por lo que falta y por hacer de la previsión un plan de acción. Todo esto se resume en la necesidad de contar con una clase política, que no es la suma de individualidades brillantes. ¿La tiene, presidente Kuczynski? ¿Cuenta usted con el respaldo de una clase política comprometida en el apoyo a su gestión gubernamental? Si no la tiene, ¿no cree que, antes de que sea tarde, ha llegado el momento de tenerla? 

Segundo factor: la pesada herencia recibida, tan llena de corrupción, de mafias enquistadas en la administración pública, de empresas coimeras, de contratos mal hechos que obligan a revisiones, demoras o adendas. Esto último suele traer una tremenda carga de incrementos en el financiamiento de las obras y, como es lógico, ello genera reacciones de irritación popular.

La corrupción es muy antigua en el Perú, pero ha crecido porque se le ha tolerado; porque se ha preferido convivir con los corruptos. Encima, viene ahora reforzada desde el exterior. Cierto es que la corrupción, como la inseguridad, no se resuelve en un día, pero la severidad en la sanción a los corruptos no debe tardar y menos debilitarse con negociaciones y acuerdos cuyo contenido se desconoce y donde la transparencia brilla por su ausencia.

Señor presidente, que no le tiemble el pulso en su decisión de librar al país de corruptos. Cierto es que usted no debe interferir en la acción de la justicia, pero como jefe de Estado, sí debe vigilar que se actúe de acuerdo a ley, sin trampas ni disimulos que son usados para evitar que quienes medraron del poder sean sancionados con el rigor necesario.

Y cuando hablo y escribo de corrupción, no debo guardar silencio, ni ser cómplice, después de haber presidido un grupo de trabajo que por encargo del mismo gobierno ha conocido el proceso de ascensos y pases al retiro de oficiales de las Fuerzas Armadas durante el período 2012-2016. Lo digo porque, investigando con objetividad e imparcialidad, he constatado la existencia de situaciones de abuso e injusticia contra numerosos oficiales del Ejército Peruano que fueron maltratados en el ascenso que les correspondía o pasados indebidamente al retiro, para favorecer los objetivos políticos de quien en ese período ejerció la Presidencia de la República. Eso, señor presidente, no tendrá la dimensión escandalosa del Caso Lava Jato, pero es igualmente corrupción y usted no debe ser tolerante con lo que atropella la Constitución y afecta la dignidad y los derechos fundamentales de las personas.