Alejandra Costa

Es difícil pensar en el largo cuando se vive en modo de supervivencia. Saltar de crisis en crisis nos obliga a dedicar toda nuestra energía a lidiar con el presente, impidiendo que prestemos atención a dos prioridades igual o más fundamentales: aprender del pasado y planificar el futuro.

Y en el Perú ya llevamos años en ese trance. Resolver los problemas que surgen cada día nos lleva a olvidar que necesitamos establecer metas de mediano y largo plazo o, si las llegamos a fijar, nos tienta a dejarlas de lado poco después.

Esa miopía temporal, ese eterno presente , nos ha conducido a donde estamos hoy. A sentir alivio porque nuestras instituciones sobrevivieron al intento de golpe de Pedro Castillo, a respirar tranquilos porque las protestas en el sur bajan de temperatura, a mirar con beneplácito el segundo gabinete en 15 días de Dina Boluarte.

Es natural. Después de la tormenta, necesitamos abrazarnos a la calma, pero mal haríamos en no darnos cuenta de que, aunque la intensidad de las llamas haya bajado, aún hay mucho incendio por apagar.

Estamos viviendo una oportunidad única. La aprobación en primera votación del adelanto de elecciones para abril del 2024 abre la puerta para que nuestros políticos, que tanto nos han decepcionado, lleguen pronto a acuerdos sobre qué reformas aprobar para resolver el urgente problema de representación en el sistema político hoy, pero también para adelantarse a problemas que puedan surgir en el futuro.

Tenemos que dejar de contentarnos con tapar los agujeros en las oxidadas y mal instaladas tuberías de nuestro sistema político cada vez que se da una fuga de agua. Debemos encontrar soluciones sostenibles que nos aseguren que no correremos el riesgo de caer al vacío que hemos visto tan de cerca estas últimas semanas.

Reparar los cimientos de la política peruana y asegurarnos la estabilidad necesaria para que se acelere el crecimiento económico y la generación de empleo debe ser la prioridad número uno del Congreso. Pero el problema es que el Parlamento no ha tenido la mejor trayectoria proponiendo soluciones de mediano plazo. Más bien, se ha especializado en retroceder en las pocas reformas efectuadas y se ha dedicado a aprobar medidas contraproducentes en el largo plazo, como los retiros de las AFP, los retrocesos en la reforma universitaria o la reciente amnistía de multas de tránsito a los transportistas.

Pero además de concentrarnos en el presente, la eterna crisis nos lleva a enfocarnos excesivamente en nuestra supervivencia y refugiarnos en una burbuja de falsa seguridad. Ahora que el volumen de las protestas ha bajado, es también el momento de escuchar, de evitar acurrucarnos en el alivio que generan la apertura de aeropuertos y el desbloqueo de carreteras. Más de 20 personas han muerto en las manifestaciones en las que miles de peruanos han tratado de decirnos algo. Podemos optar por la vía fácil, ponerles la etiqueta de “terroristas” y taparnos los oídos. O podemos salir de nuestro presente, de nuestra burbuja, y reconocer que esas voces nos están reclamando que también prioricemos los graves problemas que enfrentan día tras día y encontremos juntos la forma de solucionarlos.

Alejandra Costa es curadora de Economía de Comité de Lectura