“Está ampliamente demostrado que garantizar una cartera de prestaciones en el primer nivel de atención mejora la salud”, (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
“Está ampliamente demostrado que garantizar una cartera de prestaciones en el primer nivel de atención mejora la salud”, (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Janice Seinfeld

En un mundo que envejece rápidamente, con aumentos sin precedentes de las enfermedades crónicas y donde las tecnologías médicas son cada vez más costosas, el cuidado de la debe, hoy más que nunca, centrarse en el paciente. Es decir, requerimos un enfoque integral que incorpore la perspectiva del usuario en el diseño, la implementación, la evaluación y la retroalimentación de las políticas públicas.

Ese es precisamente el eje del reciente estudio “Desde el paciente: experiencias con la atención primaria de salud en América Latina y el Caribe”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Se trata del primer análisis comparativo de los servicios y sistemas de atención primaria de las principales regiones del subcontinente americano, tomando en cuenta para ello seis países: Brasil, Colombia, El Salvador, Jamaica, México y Panamá. Además, confronta esta data con la de once países de altos ingresos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Francia, Holanda, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suecia y Suiza.

Como no sorprenderá, la satisfacción de los latinoamericanos y caribeños con sus sistemas de salud es inferior a la de los ciudadanos de países OCDE: el 87,4% de los primeros piden cambios fundamentales, frente al 55,4% de los segundos. Sin embargo, lo interesante del estudio es tomar en cuenta experiencias prácticas que podrían ofrecernos resultados rápidos y, sobre todo, de alto impacto. Aporta luces sobre cómo obtener ganancias de corto plazo en el marco de las redes integradas de salud, que ya están siendo implementadas en nuestro país. Estas, según la revista “The Economist”, son el “sistema nervioso central del sistema de salud de un país”. Al estar centradas en el paciente, permiten brindarle una atención más adecuada cuando lo necesite y donde lo necesite.

En el Perú se vienen consolidando esfuerzos por avanzar en la protección de la salud, y ya el 80% de los peruanos cuenta con un seguro de salud. Encaminado este primer paso fundamental, toca ahora fortalecer la atención primaria; es decir, el primer contacto con los pacientes. Y esa ruta está clara: debemos invertir la pirámide de servicios. Tenemos un sistema centrado en en vez de en establecimientos de primer nivel. Los hospitales representan solo el 10% de la infraestructura disponible, pero utilizan el 90% del presupuesto y el 85% de los recursos humanos en salud. Este esquema es, a todas luces, ineficiente.

Para lograr un sistema orientado a la atención primaria de salud, el Ministerio de Salud está trabajando en una meta de transformación: mejorar la experiencia del paciente con un primer nivel que resuelva satisfactoriamente los casos de baja complejidad y ofrezca más servicios especializados mediante la telesalud. Además, está apuntando a la digitalización de las historias clínicas y al uso de tecnología para optimizar la interoperabilidad de los sistemas de información. Ello permitirá que los diagnósticos y resultados estén disponibles tanto en los establecimientos de primer nivel como en los de referencia, sin necesidad de repetir los procedimientos.

Está ampliamente demostrado que garantizar una cartera de prestaciones en el primer nivel de atención mejora la salud, incide en la prevención y asegura la continuidad de la atención, al tiempo que refuerza la confianza en el sistema. Temas simples como el agendamiento de citas y la programación de turnos, la preparación previa de kits de atención –que aumentan la productividad del personal y la disponibilidad de medicamentos–, así como la mayor eficiencia del sistema producto de la centralización de los servicios de apoyo al diagnóstico, son “frutas bajas” que se pueden recoger casi inmediatamente y logros que permitirían negociar más recursos.

Todo lo anterior debe, por supuesto, ir acompañado con una mirada de largo plazo que otorgue mayor eficiencia y valor del sistema. En suma: tenemos la receta, toca aplicarla como política de Estado.