Repitiendo la historia, por Fernando Rospigliosi
Repitiendo la historia, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

La pareja presidencial se niega a reconocer que existe una crisis política y que se requieren cambios sustantivos. No es novedad. Desde el comienzo del gobierno ha sido así. En lugar de reaccionar rápidamente y tomar la iniciativa, esperan que la situación se descomponga hasta que, al borde del abismo, se ven obligados a aceptar lo inevitable.

La está liquidada. Se ha visto obligada a asumir la responsabilidad de algo en lo que no tiene nada que ver: el espionaje realizado por los servicios de inteligencia a personas incómodas al gobierno. Peor aun, tiene que defenderse de las acusaciones que fueron organizadas y colocadas en los medios de comunicación desde , en una oficina muy cercana a la suya.

En ese sentido su situación es parecida a la de la vicepresidenta y congresista Marisol Espinoza, que sabe que los servicios de inteligencia, por órdenes del presidente Ollanta Humala, han estado espiándola, pero por temor e indecisión no se atreve todavía a renunciar a su partido como han hecho antes 13 de sus colegas parlamentarios. 

Los débiles intentos de la primera ministra Jara de desvincularse del espionaje han sido tan tímidos que han pasado inadvertidos. El miércoles, en el Congreso, dijo que ella transmitía la información que le proporcionaba la pero no la avalaba, que la veracidad de esa versión sería determinada por la fiscalía. ¡La presidenta del Consejo de Ministros reducida a una mesa de partes del servicio de inteligencia! Esa es la situación de un primer ministro en el gobierno de Ollanta Humala.

Por si fuera poco, se ve forzada a seguir los pasos de uno de sus antecesores, Juan Jiménez, que al final de su deslucida gestión convocó a un diálogo con los grupos políticos, en un intento desesperado de superar la crisis que lo ahogaba. Por supuesto, nadie le creyó. Todos sabían que él carecía de poder y que la pareja presidencial no tenía la menor intención de bajar las tensiones y llegar a encontrar puntos de concordancia con la oposición. A pesar de lo cual, algunos partidos asistieron a las reuniones para no parecer descorteses.

El diálogo empezó el 26 de agosto del 2013 y, como era de esperarse, fue un engañamuchachos que no llevó a ninguna parte. El 29 de octubre Jiménez estaba fuera del cargo, recompensado por su sumisión con un puesto en Washington. Su reemplazante, César Villanueva, se tomó en serio lo del diálogo y pretendió discretamente llevarlo adelante. Pronto descubrió su error. La pareja presidencial usaba el diálogo solo como una estratagema. Lo echaron de mala manera en febrero del año pasado.

Ana Jara asumió el cargo en julio del 2014, luego del breve período de René Cornejo y ahora se apresta a recorrer el trillado camino de Jiménez en su agonía.

Que Ollanta Humala recurra a los mismos métodos de Vladimiro Montesinos solo es una sorpresa para los que se entusiasmaron ingenuamente con él en las últimas elecciones. Ya en el 2006 varias investigaciones periodísticas de El Comercio y “La República” habían mostrado el entorno montesinista de Humala.

Precisamente en estos días ha salido a la luz pública Blanca Rosales, la poderosísima y muy próspera jefa de Comunicaciones de Palacio. Como informaron el semanario “Hildebrandt en sus trece” y luego otros medios, Rosales posee propiedades inmuebles que difícilmente un funcionario público de su categoría puede tener.

Hace tiempo Rosales fue denunciada por el periodista Ismael León como una agente de Montesinos infiltrada en el diario “La República” en la década de 1990. De hecho, a fines de los 90 apareció repentinamente en el canal de cable CCN, creado por Montesinos con dinero negro.

Recientemente, según una denuncia periodística, todos los jueves Rosales entregaba un sobre, en un club en la Plaza de Armas, al editor de un diario rabiosamente oficialista y de escasa circulación. Viejos hábitos montesinistas.

Rosales ha manejado la enorme publicidad estatal, en colaboración con Juan Carlos Rivera Ydrogo, ‘Chocherín’, a cuyas fiestas asistía junto con la pareja presidencial.

Y todavía hay almas bien intencionadas que no creen que esto esté ocurriendo cuando, teniendo en cuenta los antecedentes, nadie debería sorprenderse. Igual había incrédulos en la década de 1990 cuando muchos no admitían lo que luego se confirmó.