Sensatez necesaria y urgente, por Gianfranco Castagnola
Sensatez necesaria y urgente, por Gianfranco Castagnola
Gianfranco Castagnola

Preocupados, no angustiados. Es la actitud que el economista chileno nos recomienda para encarar las perspectivas de nuestra economía. Y tiene toda la razón. En un entorno internacional desfavorable, angustiados deben sentirse aquellos países cuyos fundamentos macroeconómicos son débiles. Preocupados, aquellos como el nuestro, que no están al borde del abismo, pero que parecen haber perdido la brújula y que requieren recuperar la sensatez. 

El mundo no es el mismo que el de la anterior década. La , que del 2004 al 2011 crecía entre 9 y 12%, lo hará, en los próximos años, a solo alrededor del 6%. Los precios de las materias primas no volverán a los niveles que tuvieron en ese período. Por ejemplo, el cobre se cotiza a US$2,30/lb, cuando en el 2011 lo hacía a US$4,00/lb. El , por su parte, pronto aumentará la tasa de interés, lo que contribuirá a una mayor depreciación de nuestra moneda y elevará el costo de financiamiento de empresas y familias.

Países como Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador tienen buenas razones para sentirse angustiados. Sus economías están en recesión (-6% Venezuela, -2% Brasil) o cerca de estarlo (1% Ecuador, 0% Argentina). Sus fiscos necesitarán elevadísimos financiamientos que difícilmente obtendrán en los mercados internacionales. Requerirán de severos ajustes fiscales en momentos en que también enfrentarán la necesidad de ajustes cambiarios (salvo Ecuador, país dolarizado). Dramático panorama para sus negocios y ciudadanos. 

El Perú, felizmente, ha manejado mucho mejor su economía, pero enfrenta un panorama preocupante. En el trienio 2014-2016, creceremos solo 2,7% en promedio cada año, a diferencia de los diez años anteriores, en los que lo hicimos a 6,5%. La inversión privada se está contrayendo, afectando la generación de empleo formal. Hace cuatro años este crecía 5%; hoy lo hace al 0,5%. Esto significa que la economía formal podrá acomodar solo a 15 mil personas de las 200 mil que se incorporan a la población económicamente activa cada año. Los demás tendrán que arreglárselas en el mundo informal. Sin inversión privada, no hay generación de empleo, punto. El Perú tiene enormes retos en el terreno institucional y en la competitividad que pueden hipotecar el largo plazo del país si no son bien resueltos. Mientras los enfrenta, debe y puede seguir creciendo. 

A pesar del contexto internacional anteriormente descrito, sí es posible lograr un crecimiento de algo más de 4% en los próximos años. Es cuestión de poner nuevamente en práctica la sensatez en el manejo de las políticas públicas. Primero, para mantener lo avanzado en las últimas décadas con políticas fiscales prudentes, apertura económica y mantenimiento del rol subsidiario del Estado. Segundo, para valorar la importancia del crecimiento económico como condición necesaria para el desarrollo. El ninguneo del crecimiento nos ha desenfocado. Hay que, por ejemplo, reconocer que sí somos un país minero y que no nos debe avergonzar decirlo. Deberíamos sentirnos afortunados por los recursos naturales existentes en nuestro territorio. Aprovecharlos para el bien de los ciudadanos no significa, en lo absoluto, dejar de lado otras actividades productivas. La minería responsable no es incompatible con ninguna de ellas, como algunas mentes ideologizadas pretenden hacernos creer. Tener paralizados Conga y Tía María es un error que no podemos permitirnos. La dicotomía minería-diversificación productiva es falsa.

Esta sensatez también se debe traducir en un liderazgo valiente de parte de autoridades y funcionarios públicos para desarmar el tinglado de sobrerregulaciones, sobrecostos, permisos y trámites que ahogan la actividad productiva. De nada sirve tener una buena política macroeconómica cuando proliferan normas que encarecen, traban o detienen todo, desde grandes proyectos de infraestructura hasta miles de pequeños negocios.

El 2016 nos trae mayores obstáculos aún: además del entorno internacional desfavorable, tendremos las elecciones presidenciales, que suelen afectar las decisiones de inversión y generan aun más volatilidad cambiaria; y un que, si se confirma que es muy fuerte o extraordinario, puede borrar todo el crecimiento económico previsto. Por eso, más que nunca, necesitamos sensatez en las políticas públicas si no queremos pasar de preocupados a angustiados.