María Paula Regalado

En la recta final hacia los premios de la Academia –que se entregan este domingo–, no pude haber escogido mejor para la columna de esta semana. Como tenía que ser, el siempre genial vuelve a entregarnos una obra maestra, pero, en esta ocasión, nos deja un pedazo de su alma y de su pasado con “”, una suerte de semiautobiografía que narra sus años de infancia y adolescencia en medio de un descubrimiento que le cambió la vida.

Sin muchos picos en la trama, el guion se enfoca principalmente en mostrarnos aspectos más personales de quien es hoy en día uno de los más grandes directores de la industria. Ver a un pequeño –y luego joven– Sammy Fabelman (Spielberg) enamorarse desmesuradamente por primera vez de la pantalla grande y empezar a producir con los pocos recursos que existían en aquella época nos llena de ternura y emoción a quienes seguimos su carrera desde hace tanto tiempo. El film es también un homenaje a sus padres, a su familia y a su crianza judía, en donde podemos ver su faceta más cruda y humana, con cada uno de sus defectos y virtudes, con aciertos y desaciertos, con el dolor de la separación, pero siempre desde el amor y el perdón. Pero, lo más importante –y no podía ser de otra manera–, es que la cinta es una romántica declaración al que lo acogió como si fuera su hábitat natural.

Resulta bastante obvio recalcar lo brillante que es la dirección de la cinta, pero de todas formas lo haré. No encuentro una falla posible en las decisiones de Spielberg, desde la elección de planos y tomas, hasta la colorización, cada detalle está perfectamente cuidado. Pero quizás esta excelencia no hubiera estado completa sin las maravillosas actuaciones –que quiero destacar– de quien, a mi parecer, se ha convertido en la nueva promesa del en su generación: Gabriel LaBelle. El joven actor retrata con enorme pasión, desde la pureza e inocencia, lo que es el verdadero amor hacia las películas. Con sus gestos y miradas podemos sentir que penetra en nosotros esa chispa de emoción cuando algo se hace realmente desde el corazón. De más está decir, también, que el talento de Michelle Williams nunca deja de sorprender, y aunque este año la posibilidad de llevarse la estatuilla esté bastante lejos, sigue siendo una de mis actrices favoritas.

Sin lugar a dudas, “The Fabelmans” se siente mucho más cuando el cine es uno de los grandes amores de tu vida. Resulta imposible no conectar en todos los niveles posibles –como persona, como hija, como comunicadora y como cinéfila, claramente–. Es una lección de humanidad que toca muchas fibras y que, además, entretiene al estilo de una familia tan particular y tan convencional al mismo tiempo. La película está en los cines y, si me preguntan, la quiero ver llevarse varios .

María Paula Regalado es comunicadora