"El último tabú", por Jennifer Llanos
"El último tabú", por Jennifer Llanos
Redacción EC

En la vida de una mujer, pocos roles están tan minuciosamente regulados como el rol de madre. 

No hay mayor problema con ser una empleada mediocre, una esposa malagracia o una hija ingrata, pero cuando se trata de la maternidad, no hay tutías.
 
Nada de madres mediocres y, sobre todo, nada de malas madres. Si por alguna razón resulta que no te sientes plenamente realizada gracias a tus hijos, si los quieres pero tampoco eres fanática de ellos y si te atreves a sugerir que la vida podría tener sentido aunque ellos no estuvieran a tu lado, vas por mal camino. 

Ocurre que a las –buenas– madres no les gustan las voces discordantes. Cualquier desviación de la norma les parece un cuestionamiento a su superioridad moral. Por ejemplo, para una –buena– madre es inadmisible la posibilidad de que haya otro amor más intenso, sublime o generoso que el amor de madre. Cómo va a ser. Es que no eres madre. Qué, ¿sí eres madre? Uy, pobres hijos ah.
 
Pataletas aparte, no deja de ser llamativo que una vivencia con repercusiones físicas y emocionales tan profundas como la maternidad, merezca un discurso único, monótono e inequívoco: una maravilla, lo máximo, el papel más importante de mi vida, blablablá. Ninguna –buena– madre lamenta el hecho ser madre. Ni una sola, ni un segundo, ni un instante, jamás. Tajantemente, no. Cómo se te ocurre. 

Raro, pues. La experiencia enseña que cuando todos los todos los miembros de un grupo piensan igual, más vale desconfiar de lo que dicen. Algo deben estar ocultando. O alguien les ha lavado el cerebro. 

O tal vez solo tienen pánico de reconocer que han fracasado en su afán de ser sobrenaturales. Que no, pues, no son esos seres excepcionales que la sociedad les exige que sean para tenerlas ocupaditas ahí donde no puedan molestar. Para que gasten todas sus energías en el frustrante empeño de ser perfectas. Para que sigan ensimismadas pensando que lo más heroico de ser madre es levantarse a dar la teta por la madrugada. Para que se olviden de que hay madres que no tienen nada que celebrar. 

Porque, para ponerte solo un ejemplo, les han raptado a sus hijas a vista y paciencia de todo el mundo. Ese mundo que hoy anda tan ocupadito organizando el Día de la Madre.