"En otras palabras, las obvias limitaciones de formación, experiencia, ideas y liderazgo se entrelazan en una inmensa dificultad para tomar decisiones". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"En otras palabras, las obvias limitaciones de formación, experiencia, ideas y liderazgo se entrelazan en una inmensa dificultad para tomar decisiones". (Ilustración: Giovanni Tazza)

A no le gusta el sabor de las crisis cuando no están bien maduras. Ese no es un problema. Lo es, en cambio, que no distinga la diferencia entre madura y podrida. Peor aún, no se da cuenta de que, al corromperse –las crisis–, abren espacio a un monstruo mayor. Cada vez le es más difícil entenderlas y, mucho más, solucionarlas.

La más reciente, una crisis entre el hoy exministro del Interior, Avelino Guillén, y el también hoy excomandante general de la PNP, Javier Gallardo, se transformó en una de Gabinete que se pudrió en sus manos y, ahora, es la crisis de su presidencia.

En otras palabras, las obvias limitaciones de formación, experiencia, ideas y liderazgo se entrelazan en una inmensa dificultad para tomar decisiones.

No sé qué Gabinete vendrá. Da para cualquier cosa y siempre habrá algunas personas con residuos de prestigio que se digan ‘esta es la mía’ y hagan cola para su fajín. Se habla, incluso, de alguien que por la mañana pidió públicamente la renuncia del mandatario y, por la tarde, estaba dispuesto a aceptar un ministerio.

Esta semana ha sido una de manicomio, pero no de los modernos psiquiátricos, sino de aquel en el que Antonio Salieri termina sus días en “Amadeus” (1984), la genial película de Miloš Forman.

Ha habido decenas de visitantes a Palacio de todo tipo y pelaje. De los que se autoerigen como voceros y anuncian que ya hay primer ministro. De los que entran y salen clandestinamente (usando el acceso secreto que César Hildebrandt rechazó). De los que nombran gente después de haber puesto su cargo a disposición. De los que le piden que se alinee con la revolución. De los que le dicen que tiene que concertar hacia el centro, sin saber bien cómo y con quién.

Me imagino el torbellino que debe de haber dentro de ese gastado sombrero. Un hombre que sabe que lo ya hecho lo puede poner en dilemas penales de no buen pronóstico y que su único propósito es ver cómo salir de esta.

Al entregar esta columna, puede que la crisis haya remitido temporalmente un poco, que entre ya en fase terminal o que no haya sucedido nada.

Quiero hacer, a partir de aquí, algunas reflexiones sobre uno de los hilos de esta maraña. Me refiero a y su rol en esta crisis. Sé positivamente que la arbitraria y prepotente destitución de la presidenta del INPE, Susana Silva, está directamente vinculada con el propósito del presidente Castillo de liberar a Antauro Humala.

Suena demencial hacerlo en su peor momento, provocando una mayor irritación en la ciudadanía, así como maltratar aun más a la policía, liberando al asesino a sangre fría de cuatro de sus efectivos.

Pero poniéndome en la cabeza de Castillo (doloroso ejercicio, por cierto), creo leer la racionalidad que está detrás.

Para entenderlo, es bien importante saber que, cuando Castillo habla del “pueblo”, no está pensando en los ciudadanos, ni siquiera en lo más pobres.

En su lógica, y en la de todos sus aliados, “el pueblo” lo constituyen las organizaciones de base que suscriben ideas radicales. Por ejemplo, el Fenate es “del pueblo” y lo son también los maestros, siempre y cuando estén vinculados a esa organización; pero si están con el Sutep, dejan de serlo.

Con esa visión y con el pánico que le causa una eventual salida del poder, le tintinea en la cabeza “defender el Gobierno del pueblo” en las calles.

Y para eso, necesita el aparato cuasi paramilitar que tiene Antauro, obviamente mucho menor de lo que se ufana el delincuente, pero que Castillo debe estar imaginando aliado con “sus ronderos” que, asume, lo defenderán hasta el final. Por supuesto, también a los escombros de Sendero Luminoso, tanto en su versión del Movadef, como en la narcotizada banda del Vraem, que tan bien conoce alguien en quien él confía mucho.

Debe estar tramando la posibilidad de contar con el apoyo de los cocaleros ilegales, a los que ya no se les erradica; de los mineros ilegales, a los que ya no se les toca ni con el pétalo de una rosa; así como de múltiples, pero pequeñas organizaciones sociales radicalizadas. En esto, bien puede incluirse, pese a las distancias momentáneas que los separan, a Perú Libre e incluso la aventura puede tentar a Verónika Mendoza.

¿Pueden conseguir sus objetivos?

El primer requisito sería que Castillo pueda organizarlo bien y sin cometer errores, algo que, en lo esencial, es incapaz de hacer para cualquier propósito. A su favor, en cambio, está que actúa desde el poder político y eso pesa. En su contra, está el profundo desprestigio que tiene entre muchos de los que le creyeron y que ven ahora en él a un personaje incompetente y corrupto.

Me parece que es bastante improbable que, en caso de que la crisis se profundice, logren articularse de manera exitosa para los fines que buscan, pero no descartaría que algunas asonadas puedan producirse.