Ilustración puede volver sendero
Ilustración puede volver sendero
Fernando Rospigliosi

Hasta hace poco eran ciertos sectores políticos, sobre todo fujimoristas y conservadores, los que agitaban insistentemente el fantasma del regreso inminente del terrorismo, sin ninguna evidencia consistente. Además de un sesgo ideológico, había una intencionalidad política, justificar el golpe del 5 de abril de 1992 y la instauración de una dictadura como instrumento para acabar con el terrorismo, al mismo tiempo que reprobaban la supuesta debilidad –“democracia boba”– para combatir la subversión de los sucesivos gobiernos democráticos.

Paradójicamente ha sido el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) el que ha llevado esa falsa suposición a niveles de histeria nunca antes vistos, porque han sido difundidos desde el Estado y asumidos por ciertos medios de comunicación como verdaderos, sin ningún análisis ni filtro. En muchos de los casos, han sido solo altavoces de la propaganda del Ministerio del Interior.

La acusación principal ha sido que el y el Conare son organizaciones terroristas. Por eso vetaron la posibilidad de negociar la huelga magisterial con dirigentes presuntamente miembros de esos grupos.

La realidad es que después de la captura de , , una organización hipercentralizada, se fragmentó. En 1993 Guzmán se rindió públicamente, llamó a sus seguidores a buscar un acuerdo de paz y a abandonar las armas. Subsistieron como grupos armados dos bandas, ambas vinculadas al narcotráfico en el Alto Huallaga (‘Artemio’) y Vraem (los hermanos Quispe Palomino). La primera fue desarticulada por la policía y la segunda sobrevive todavía, muy disminuida, pero realizando acciones criminales como el asesinato de tres policías en días pasados. No obstante, ya no representa una amenaza para el Estado fuera de esa zona y no tiene posibilidades de expandirse.

Los seguidores de la facción de Guzmán no han realizado atentados terroristas en los últimos 24 años y han procurado de diversas maneras insertarse en la vida política legal. La más significativa en el 2011, cuando intentaron inscribir el Movadef.

Algunos creen que eso es solo una pausa para volver a la lucha armada cuando lo estimen conveniente, como si eso pudiera decidirse a voluntad.

En verdad, el Perú y el mundo del 2017 son muy diferentes a lo que eran en las décadas de 1960 y 1970 cuando se gestó Sendero Luminoso. El Perú era un país donde muy amplios sectores sociales, “los de abajo”, tenían cerradas las puertas de la política y la economía.

Las izquierdas pudieron participar por primera vez en elecciones generales en 1980, precisamente cuando Sendero Luminoso inició sus acciones terroristas. Antes, hasta el Partido Aprista Peruano, aun cuando ya había perdido su aura revolucionaria, estuvo impedido por décadas de intervenir en procesos electorales.

La democracia era poco menos que una ficción, con la participación limitada a unos cuantos e interrumpida repetidamente por golpes militares.

Hoy día cualquiera puede intervenir en las elecciones presidenciales y ganarlas, incluyendo a un profesor universitario hijo de japoneses y sin experiencia política o un lustrabotas de Cabana. Hugo Blanco, indultado por la dictadura del general Juan Velasco, no abandonó su ideología pero no volvió a tomar las armas, sino que se incorporó al sistema cuando este se abrió, como diputado y senador, hasta que desapareció de la escena. Miles de individuos de toda condición han accedido en los últimos lustros a municipios distritales y provinciales, a gobiernos regionales y al Congreso sin necesidad de pertenecer a un partido establecido y sin tener una carrera política previa. Se puede discutir si eso es bueno, pero la realidad es que ahora las puertas están abiertas para todos.

El acceso a la riqueza y la prosperidad también se ha expandido. Hoy día un hijo de campesinos pobres de la sierra puede convertirse en un próspero empresario de Gamarra o dueño de una enorme universidad, acceder a la vez al poder económico y político. Familias cuyas grandes fortunas provienen de orígenes mucho más oscuros se codean con la flor y nata de la sociedad en los concursos de caballos de paso en Mamacona.

Por supuesto, no es que haya acabado la exclusión, pero el Perú del 2017 está a años luz del Perú donde se gestó Sendero Luminoso.

El mundo es hoy completamente diferente al de las décadas de 1960 y 1970. En esa época había “faros” que iluminaban la imaginación de los intelectuales (que son los que forman y dirigen los partidos) y de las masas radicalizadas: la Unión Soviética, China, Cuba, Vietnam. Para todos los gustos.

La vía electoral en países del Tercer Mundo estaba cerrada para las izquierdas. O no podían participar o cuando ganaban una elección los derrocaban mediante un golpe militar sangriento, como en Chile en 1973.

Y, a su vez, la vía armada para hacerse del poder era factible, como se demostró en Cuba en 1959 y en Nicaragua en 1979, y cuando Vietnam derrotó al gigante norteamericano en 1975. El marxismo reinaba en muchas universidades del Perú y el mundo, atrayendo irresistiblemente a muchos jóvenes e intelectuales. Herbert Marcuse sintetizaba a Marx y Freud y brillaba en California y Berlín, Jean Paul Sartre distribuía un periódico maoísta a los obreros de las fábricas de París, Mikis Theodorakis (“Zorba el griego”) militaba activamente en la izquierda.

En el 2017 la URSS ha desaparecido, China avanza aceleradamente a un capitalismo sui géneris, Cuba es un fracaso total que vive como una sanguijuela de Venezuela que se hunde en el caos. El marxismo ya no atrae a nadie.

Ya no existen movimientos revolucionarios armados en América Latina, los últimos terminaron hace poco en Colombia. Las FARC son ahora un partido político legal y el ELN ya alcanzó una tregua. Desde hace muchísimos años no aparece un nuevo foco subversivo armado en el continente. Todos los movimientos subversivos armados fueron derrotados o negociaron su ingreso a la democracia. Antiguos guerrilleros se incorporaron al sistema y llegaron a la presidencia de sus países mediante elecciones democráticas, como José ‘Pepe’ Mujica en Uruguay y Dilma Rousseff en Brasil.

En conclusión, hoy día ya no es posible el surgimiento –o resurgimiento– de un grupo terrorista como Sendero Luminoso. Un movimiento así no aparece porque a alguien se le ocurre, sino en un contexto que le permite a un cabecilla captar un número significativo de individuos que estén dispuestos a jugarse la vida en el intento.

Por supuesto, lo que no se puede excluir nunca es que un grupo desquiciado realice un atentado. Por eso los organismos de inteligencia del Estado tienen que estar vigilantes permanentemente. Pero el combate a los extremistas de izquierda es político, no policial.