/ HUGOCUROTTO
Editorial El Comercio

El miércoles en la tarde, la presidenta de Essalud, Fiorella Molinelli, escribió en su cuenta de Twitter: “En la última semana volvemos a tener un incremento del porcentaje de positividad en las pruebas moleculares”. El tuit venía acompañado por un gráfico de Essalud que informaba sobre el “aumento de COVID-19 en nueve regiones del país”: Apurímac (el caso más preocupante), Piura, Junín, Ica, Cusco, Ayacucho, Tacna, Lima y Arequipa. Seguidamente, Molinelli anotó en otra publicación: “Essalud está reforzando las actividades para garantizar la atención en una eventual segunda ola, pero todos somos responsables de prevenir los contagios”.

El martes, por otro lado, el diario “El País” informó que “la segunda ola [de COVID-19] ya ha causado más muertes en Europa que la primera”. Según el diario español, “desde el 1 de agosto hasta el 6 de diciembre [el] COVID-19 ha causado en los 27 países de la Unión Europea 152.216 muertes, por encima de las 136.176 de la primera ola (del 1 de marzo al 31 de julio)”; aunque, claro está, la estadística no es homogénea en todos los territorios del Viejo Continente. En República Checa, por ejemplo, se han registrado 759,9 muertos por cada 100.000 habitantes más en la segunda ola que en la primera. Mientras que, en el otro extremo, en Alemania ‘solo’ se han registrado 8,3 decesos por cada 100.000 habitantes más que en la primera mitad de la pandemia. También están, por supuesto, los que han registrado menos muertes entre agosto y diciembre que entre marzo y julio, como Italia, Reino Unido y Bélgica.


Pues bien, ¿por qué citamos aquí ambas noticias? Porque creemos que es importante reflexionar sobre la eventualidad de un rebrote del COVID-19 en nuestro país, teniendo presente, además, lo que viene ocurriendo al otro lado del Atlántico. Según sostuvo la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, en su presentación ante la comisión especial COVID-19 del Congreso el lunes de esta semana, “la amenaza de una segunda ola es un riesgo real”. Por ello, explicó, el sector que ella encabeza se ha trazado objetivos específicos “para la prevención y control” del virus “ante una posible segunda ola” (con acciones como la vigilancia epidemiológica, la prevención y el control de las transmisiones comunitarias y el fortalecimiento de la capacidad de respuesta de los servicios médicos del país), pero que “nada de esto puede funcionar si no somos responsables todos”.

Desde aquí hasta el día de las elecciones (11 de abril) –recordó la ministra Mazzetti– tendremos Navidad, Año Nuevo, verano (asistencia a playas y viajes), carnavales y hasta Semana Santa. Un período de tiempo que, además, coincide con el inicio de la fase 4 de la reactivación económica, que incluye la reapertura –con aforo limitado y restricciones– de lugares como cines, gimnasios, teatros y casinos. Para evitar que el virus se vuelva a desbocar en nuestro país, sin embargo, las acciones más importantes siguen siendo las más básicas: aquellas enfocadas en cada uno de nosotros para que sigamos usando la mascarilla y los escudos faciales, evitando pasar mucho tiempo en lugares en los que se hallen reunidas muchas personas, manteniendo la distancia social recomendada por las autoridades y lavándonos constantemente las manos.


Hace dos días, la canciller alemana, Angela Merkel, compareció ante el Parlamento federal de su país (el Bundestag), en el que es, tal vez, el momento más complicado de la potencia europea en su lucha contra el virus. “¿Qué diremos cuando echemos la vista atrás a este episodio histórico único en un siglo? Si mantenemos demasiados contactos antes de Navidad y, al final, resulta que son las últimas Navidades con los abuelos, algo habremos hecho mal”, sentenció. En estas semanas –y meses– que se avecinan, dependerá en gran medida de nosotros, en efecto, que nos cuidemos y que cuidemos a nuestros mayores para que en los años venideros podamos seguir disfrutando con ellos las Navidades que nos quedan por delante.