Editorial: Soy su jefa pero no sé nada
Editorial: Soy su jefa pero no sé nada

La divulgación del hecho que la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) lleva adelante una investigación en la que está involucrado el secretario general de Fuerza Popular (FP) y actual congresista por ese partido, Joaquín Ramírez, ha llamado la atención en más de un sentido.

Como se sabe, la investigación involucra una grabación que el piloto comercial peruano Jesús Vásquez, radicado en Estados Unidos y supuesto colaborador de la DEA, le habría hecho tres años atrás a Ramírez y en la que este le habría asegurado que Keiko Fujimori le encargó lavar 15 millones de dólares para la campaña del 2011.   

Previsiblemente, la circunstancia de que la investigación tendría ya varios años en curso ha levantado algunas suspicacias sobre la forma y la oportunidad –tres semanas antes de la segunda vuelta– en que la información al respecto se habría filtrado a la prensa. En concreto, lo que se ha sugerido desde el fujimorismo es que existiría detrás de lo ocurrido un propósito electoral.

Pero al mismo tiempo, y con prescindencia de que la investigación llegue o no a traducirse luego en algún proceso o acusación, ha sorprendido la respuesta que dio la noche del domingo la lideresa de FP a los cuestionamientos periodísticos sobre los eventuales manejos financieros del secretario general de su partido.

“Jamás he entregado dinero al señor Ramírez, jamás he participado en el financiamiento de la campaña”, declaró ella. Y luego también: “Yo no tengo información sobre sus patrimonios o propiedades, ni [sobre] sus cuentas bancarias. Jamás le he preguntado ni a él ni a otros participantes de nuestro grupo político sobre sus negocios o patrimonio”.

Tan poco interés de su parte en el asunto, sin embargo, resulta inverosímil. Luce improbable, en efecto, que una opción política que para este proceso ha tratado de alejar de sí toda sombra de vínculo con las prácticas y malos manejos que caracterizaron su paso por el poder en los años noventa –esto es, el autoritarismo y la corrupción– no se haya tomado el trabajo de recoger información relevante a ese respecto sobre la persona que iba a asumir un cargo de tanta importancia en la estructura partidaria. O, por lo menos, que no lo hubiese hecho a posteriori, ya que Ramírez ha sido objeto de atención periodística y de la fiscalía en más de una ocasión en los últimos tiempos.

Como se recuerda, a finales del 2015 la fiscal provincial Rosana Villar Ramírez inició el trámite de levantamiento de su inmunidad parlamentaria por el presunto delito de lavado de activos. Esto tras una denuncia interpuesta por la procuraduría especializada en la materia en el 2014, en la que se le acusó de poseer “conjuntamente con su esposa, Rosa Castañeda, un inmenso patrimonio inmobiliario al que se suman millonarias inversiones y acciones, en personas jurídicas, que no guardan relación con sus ingresos iniciales”.

En enero de este año, este Diario también hizo pública la acusación de la comunidad campesina de Chepén por supuestamente haber falsificado un certificado de posesión de tierras, con el fin de efectuar gestiones para obtener agua y electricidad para un terreno de 1.183 hectáreas. 

A esto se suma la revelación que hizo a finales de abril el semanario “Hildebrandt en sus trece” en el sentido de que Ramírez contaría con dos propiedades en Miami, cuyo valor ascendería a los US$2 millones, y que no fueron constatadas en su hoja de vida.

Lógicamente, cualquiera de esas circunstancias tendría que haber despertado los reflejos de la lideresa de FP y para estar lista a despejar en el momento en que fuese necesario las inquietudes que esas acusaciones sembraban.

No fue eso, no obstante, lo que sucedió. Aparentemente escudada en el hecho de que Ramírez no postuló esta vez al Congreso (un dato elocuente sobre la percepción que ya existía meses atrás al interior de FP con respecto a su imagen), la candidata presidencial prefirió, más bien, ignorarlo todo para, llegado el trance incómodo, poder decir como ahora que, si bien es su jefa, no sabe nada. Una maniobra evasiva de improbable eficacia en el mediano plazo.