Editorial El Comercio

A pesar de que las actas contabilizadas de la elección del alcalde provincial de no llegan , , el principal contendor de en esa competencia, admitió ayer que es imposible que la tendencia que le concede a este último una ventaja de más de 40 mil votos se revierta, por lo que felicitó al candidato de Renovación Popular y lo reconoció como el burgomaestre virtualmente electo de la capital. Una circunstancia que es de agradecer, pues se temía que lo estrecho del margen entre uno y otro diera pie a disputas y reclamos que echaran sombras sobre el proceso y su resultado.

Si pretende seguir participando en política, Urresti deberá evaluar ahora cómo así la delantera que exhibía en las encuestas se le escurrió de las manos en el tramo final, y qué rol jugaron en ello su hostilidad hacia la prensa y el desdén con el que ignoró las preguntas de los ciudadanos en el debate organizado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE).

López Aliaga, por su parte, también tiene asuntos sobre los que reflexionar. Si bien ha accedido al sillón de Nicolás de Ribera ‘El Viejo’ con uno de los respaldos más bajos en la historia de los comicios de este tipo (algo más del 26%), es innegable que ha redondeado una importante victoria política. Lima Metropolitana, como se sabe, reúne a cerca de un tercio de la población electoral nacional y, en su campaña, él levantó tanto banderas relacionas con la tarea edilicia como con materias que se vinculan más bien a la tensión entre Gobierno y oposición. De manera que los desafíos que lo aguardan a partir del próximo 1 de enero se ubican también en ese terreno.

Desde la perspectiva estrictamente municipal, enfrentará desde luego la responsabilidad de gobernar una ciudad con gravísimos problemas de tránsito, limpieza y seguridad, y que durante estos últimos cuatro años ha sido objeto de una administración que no se ha dejado sentir. Es verdad que la posibilidad de medir el grado de materialización de sus promesas de convertir a Lima en una “potencia mundial” o de poner en marcha una serie de voluntariados que mejoren la calidad de vida de los más necesitados será, por fuerza, relativa. Pero los indicadores atados a los problemas ya mencionados están siempre a la vista y dibujarán muy pronto el nivel de eficiencia de su gestión. Una gestión, dicho sea de paso, en la que deberá cumplir además un papel de liderazgo y coordinación con todos los alcaldes distritales, con prescindencia de la organización por la que hayan sido elegidos.

En lo que concierne a la dimensión política de su triunfo, por otra parte, su responsabilidad es también considerable, pues no solo ha logrado respaldo para su discurso de rechazo y censura al Gobierno, sino que lo ha hecho en unos comicios en los que Perú Libre –el partido que llevó a a la presidencia– salió último. El candidato Yuri Castro, efectivamente, no ha cosechado ni el 1,5% de los votos válidos en Lima. Y la performance del conglomerado encabezado por en el resto del país ha sido parejamente desastrosa.

En lugar de ir al choque con las otras fuerzas de oposición (como hizo al inicio de la campaña y como su bancada ha hecho también más de una vez en el Congreso), López Aliaga debería entonces tratar de convertirse en un factor de unidad dentro de ella. Hoy se perfila como la voz más importante de la oposición y por ello debería tratar de convertirse en un elemento de unidad dentro de este bloque que a lo largo del último año se ha mostrado más bien disperso. La mayoría de los ciudadanos que lo ha apoyado en las ánforas pide esa unidad, que quizás sea el más serio de sus retos a partir de ahora.

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