Editorial El Comercio

En la noche del lunes, el Gobierno las labores del grupo de expertos de acompañamiento a las políticas e intervenciones de control frente al . Como su nombre lo indica, se trata de un equipo de personalidades en el campo de la salud, varios de ellos recordados además por su trabajo durante la pandemia del , que ad honórem venían apoyando al en sus esfuerzos por contener una enfermedad que ha puesto en jaque a varias ciudades del país.

Según ha explicado la ministra de Salud, , esta decisión –inesperada, a decir de varios integrantes del grupo– obedece a un cambio de estrategia en su sector para lidiar con el dengue a través de la conformación de comisionados en las regiones afectadas. Sin embargo, como le dijo a este Diario el exministro (uno de los expertos cesados), este nuevo enfoque no tenía por qué suponer necesariamente la disolución del equipo de especialistas, más aún cuando el dengue ha alcanzado un pico preocupante en el que ningún esfuerzo para hacerle frente está de más.

Hasta ayer, en efecto, los contagios en lo que va del 2023 rozaban los 130.000. Solo para darnos una idea de lo que esto significa, en todo el 2017 –cuando se registró el último pico de la enfermedad– se reportaron 68.290 casos. A este ritmo, vamos camino a duplicar dicha cifra y apenas estamos a mitad del año. En cuanto a los fallecidos, estos suman 191, 62 de ellos en Piura, la región más afectada, en donde las autoridades han tomado la decisión de hasta la próxima semana por las labores de fumigación en los centros educativos y por el aumento de contagios entre los alumnos.

A estas alturas, es evidente que la situación está fuera de control y que la ministra Gutiérrez no ha sabido responder al reto histórico que tiene en frente, pese a que lleva seis meses en el cargo y a que varios expertos venían advirtiendo sobre esta crisis en los meses previos. Como si esto no fuera suficiente, además, en las últimas semanas ella intentó pintar un cuadro que distaba demasiado del que la realidad ha terminado por mostrar, a costa de su credibilidad.

El 18 de mayo, por ejemplo, prometió que su gestión iba a resolver el problema del dengue. Han pasado más de tres semanas y la crisis no solo no se ha resuelto, sino que ha empeorado. Si la ministra dio una estimación a todas luces errada porque disponía de información incompleta, estaríamos ante una negligencia inadmisible para alguien de tan alto rango. Si lo hizo porque, más bien, quería tranquilizar a la población, pues ha terminado provocando todo lo contrario. No olvidemos que una de las lecciones que nos dejó la pandemia es que la confianza de los gobernados en sus autoridades es clave para luchar contra una enfermedad desatada. Si la ministra formula afirmaciones que luego se demuestran falsas, ¿con qué credibilidad va a pedirles luego a los ciudadanos que sigan las indicaciones de su sector?

Pero eso no es todo. El 21 de mayo, el Colegio Médico del Perú en el que, entre otras cosas, expresaba “su preocupación por la expansión y el desborde del dengue” y llamaba a tomar medidas al respecto. Un día después, el Minsa descartó que y aseguró que en regiones como Piura, Lambayeque e Ica los contagios estaban “llegando a su máximo crecimiento y, en los próximos días, empezarían a decrecer”. Hoy sabemos que las previsiones del Minsa se equivocaron… y por bastante.

Es cierto que en los últimos años el sector Salud ha estado liderado por personas que claramente no cumplían con los requisitos para el cargo o que llegaron a este para cumplir con una cuota partidaria. Y que la falta de prevención trasciende a la gestión de la ministra Gutiérrez y alcanza a los titulares de Salud de la presidencia de . Pero también es innegable que ella ha exhibido, además de falta de prevención, falta de respuesta, y más bien ha encadenado una serie de errores que deberían llevar al Gobierno a evaluar su continuidad en el cargo.

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