Editorial: Pienso luego insisto
Editorial: Pienso luego insisto

En la entrevista televisiva que concedió el domingo pasado, el presidente Ollanta Humala respondió de manera vaga o sencillamente evasiva varias interrogantes. Sobre las agendas atribuidas a la primera dama, por ejemplo, dijo: “Se pueden especular muchas cosas, pero creo que lo correcto es que las autoridades deben hacer su trabajo”. Y sobre la situación de , se limitó a señalar: “Nos preocupa que haya líderes de oposición presos”. E inmediatamente cambió el foco del asunto al aseverar que no se podrá decir que en su gobierno él ha tratado de restringir a la oposición.

En ninguna materia, sin embargo, fue el mandatario tan impreciso como en la de la posibilidad de indultar a su antes de terminar su gobierno. “Es evidente que es mi hermano y es evidente que tengo una madre de edad avanzada. Yo estoy luchando permanentemente para no pensar en eso y dedicarme a pensar en la situación de los miles de detenidos y presos en el país que también tienen esa urgencia”, declaró. Y la verdad es que son más las incógnitas que su respuesta abre que aquellas que despeja.

Para empezar, es claro que no ha descartado el asunto de un modo absoluto. Y, por otra parte, no se entiende a qué vienen la reflexión sobre la edad avanzada de su madre ni la consideración sobre los miles de presos que “también” tienen la urgencia de recibir la gracia presidencial en cuestión. 

Lo primero hace temer que haya querido deslizar una posible justificación emotiva a la eventual concesión del indulto en el futuro; y lo segundo, deja implícito que Antauro enfrenta alguna urgencia que lo haría integrar una lista de reos con preferencia para obtener el referido beneficio en algún momento.

Lo más inquietante del testimonio del jefe de Estado, no obstante, es la confesión de que lucha permanentemente “para no pensar en eso”. ¿Puede, efectivamente, una resolución de esta importancia descansar sobre la condición de que el asunto que le atañe esté fuera de la atención del mandatario? ¿Qué pasará el día que el presidente eventualmente pierda su ‘lucha’ y no pueda impedir que el tema del encierro de su hermano ocupe su mente? ¿Podría dejarse ganar por las razones emotivas o de supuesta urgencia que hemos señalado y conceder el indulto?

En todo caso, si tan abrumador se le hace al presidente evaluar las razones que hacen inconveniente una reducción de la pena del cabecilla del ‘andahuaylazo’, aquí podemos asistirlo.

Antauro Humala ha sido condenado por el a 19 años de prisión (de los cuales ya ha cumplido diez) por el homicidio simple de cuatro policías durante la mencionada asonada, ocurrida en el 2005. Un delito que no guarda relación alguna con la condición de ‘preso político’ que sus defensores han querido atribuirle.

No sufre, por otra parte, ninguna dolencia física severa que lo haga candidato preferencial a un indulto. Por el contrario, la disposición festiva que ha mostrado en algunas circunstancias en las que el rigor de su encierro carcelario fue indebidamente burlado habla de su buena salud y de lo poco que ha interiorizado el peso de sus culpas.

El único motivo, entonces, por el que el jefe de Estado podría otorgarle la gracia señalada es porque es su hermano. Es decir, por una consideración estrictamente personal, lo que constituiría una forma de obtener un beneficio privado del cargo público para el que le pidió el voto a la ciudadanía.

Así las cosas, resulta evidente que el presidente Humala tendría que dejar de luchar para enfrentar la reflexión sobre si debería o no dejar a su hermano en libertad. Lo que le correspondería hacer en su condición de cabeza del Estado de derecho en que vivimos es, más bien, pensarlo de modo sumario y luego insistir. Esto es, reafirmarse en la necesidad de que el reo del que hablamos cumpla con la condena que le impuso el Poder Judicial. Ese es el comportamiento que se demandaría de un estadista.